— Thomas Sowell
El incendio del bosque de La Primavera en la zona metropolitana de Guadalajara es una tragedia, como lo es el aparente hecho de que el fuego fue provocado. Pero la peor tragedia de todas surge de saber que esta situación ha sido generada por malas políticas públicas.
El presidente municipal de Zapopan, Héctor Vielma, señala que los incendios fueron iniciados por personas que desean modificar el uso de suelo, ya sea para ampliar las tierras de cultivo o para fraccionar y urbanizar el bosque. Por eso ha declarado que de ninguna manera permitirá cualquiera de estas acciones.
La Primavera, sin embargo, no es propiedad ni del gobierno municipal ni de ningún otro. Se trata de tierra ejidal. Y los incendios, al parecer, han sido provocados por los mismos "dueños" de ese bosque.
Parecería irracional que una persona destruyera su propiedad. Pero las leyes y políticas públicas de nuestro país generan poderosos incentivos para ello. Para un ejidatario en una zona forestal, de hecho, lo económicamente racional es destruir su propio bosque.
Los "dueños" del 80 por ciento de los bosques de nuestro país son ejidos o comunidades indígenas de escasísimos recursos. El Estado, sin embargo, les prohíbe o dificulta el aprovechamiento de sus terrenos.
En contraste el gobierno otorga subsidios a la producción agrícola. Programas como Procampo generan poderosos incentivos para convertir la superficie forestal en agrícola o ganadera, aun cuando la vocación de la tierra sea silvícola. En los bosques cercanos a las grandes ciudades, como La Primavera, el incentivo económico promueve la urbanización, ya que los terrenos de ciudad son mucho más valiosos que los forestales.
La Procuraduría General de la República ha iniciado investigaciones para encontrar a los responsables de haber prendido fuego al bosque de La Primavera. La experiencia nos dice, sin embargo, que un esquema punitivo difícilmente puede detener un proceso impulsado por fuertes incentivos económicos. Ésa es la razón, precisamente, del fracaso de la guerra contra las drogas.
Si nuestros políticos quisieran realmente detener el deterioro de la superficie forestal tendrían que cambiar los incentivos perversos que han creado. La primera medida sería eliminar los subsidios a la agricultura, en particular el Procampo, que no sólo destruye los bosques sino que es un programa profundamente regresivo por apoyar más a los agricultores más ricos.
Otra medida sería eliminar la propiedad colectiva de los bosques. Cuando una persona es individualmente propietaria de un bosque, tiene el incentivo de trabajarlo, pero también de protegerlo para sus hijos y nietos. En la propiedad colectiva, por el contrario, cada individuo tiene un incentivo para aprovechar lo más posible el recurso antes de que los demás lo hagan.
Quizá la medida más importante sería darles a los bosques un verdadero valor. Países como Finlandia y Canadá están expandiendo su superficie forestal no porque prohíban o restrinjan la producción silvícola sino porque la impulsan. Así generan incentivos para plantar árboles y explotar los bosques de manera sustentable.
Políticos son proclives a ver solamente la superficie de los problemas. Pero mal hará la autoridad si piensa que puede resolver el problema de los incendios forestales provocados encarcelando a unos cuantos ejidatarios pobres. Si queremos preservar nuestros bosques, e incluso ampliarlos, necesitamos más bien generar los incentivos económicos para que los dueños asuman la responsabilidad porque les conviene.
APPLE SUBE
En el primer trimestre de 2012 las ventas de Apple subieron 58.9 por ciento a 39,200 millones de dólares mientras que las utilidades se dispararon 94 por ciento a 11,600 millones de dólares. El precio de las acciones de la empresa más valiosa del mundo subió casi 9 por ciento ayer.
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