Apenas va la fecha 2 del torneo Apertura en la nueva Liga Mx y ya empezaron los dimes y diretes, atentando contra el "código de ética" que, según sus creadores, es el pilar que sostendrá el novedoso proyecto.
El sábado en la "Bella Airosa", el Atlas le pegó un repaso de padre y muy señor mío al equipo que más gastó para armarse. Pachuca, con todo y sus muchos refuerzos, terminó siendo abucheado por su público pues el cotejo acabó tres por cero a favor de los rojinegros.
Los "Tuzos" sufrieron las expulsiones de Jorge Hernández por dar un pisotón a un rival y de Francisco "Gringo" Torres por insultar al árbitro Antony Zanjuampa. Inmediatamente Hugo Sánchez, director técnico del cuadro hidalguense, salió a decir que el arbitraje los había perjudicado y que iban a protestar la primera tarjeta roja.
Otro técnico al que por más códigos y compromisos que se firmen no le van a cambiar su naturaleza es Ricardo Antonio La Volpe. En su visita a San Nicolás de los Garza, el cuerpo arbitral, encabezado por Miguel Ángel Ortega y asistido por Alejandro Ayala, le birlaron un gol legítimo a los "Potros de Hierro". Posteriormente se marcó un penal en su contra para empatar el partido y acabaron perdiéndolo.
El estratega pampero, quien por cierto ya suma varios fracasos seguidos en su carrera, manifestó que "todo mundo sabe lo que pasa acá", abriendo un gran portón a la duda, la integridad del juego y dejando paso libre a la maledicencia.
Sinceramente, creo que ya se habían tardado y que de seguir las derrotas no habrá bozal que les quede a este par de individuos. Además, creo que basar la estructura de una nueva organización, en este caso la Liga MX, en un puñado de buenas intenciones, de principios éticos pero sin sanción alguna, está destinada al fracaso.
Y no porque Hugo o Ricardo sean malas personas. Mañana puede ser Carlos en Querétaro, Víctor en Monterrey, Antonio en Tijuana, Benjamín en Torreón o el "clan holandés" en Guadalajara. Simplemente porque el ser humano, si no teme a las consecuencias de sus actos, está condenado a repetirlos.
Esta situación me recuerda aquella firma de los candidatos a la Presidencia de la República donde todos, sin excepción, acordaron respetar el resultado de la elección.
Hoy existe la inconformidad de uno de ellos, quizá justificada, y seguramente viviremos largos momentos de incertidumbre fruto del desconocimiento del resultado.
Me cuesta trabajo creer que el candidato perdedor no supiera de antemano el cochinero de la compra de voluntades. Si es así, fue un acto de hipocresía signar el acuerdo de respetar la voluntad de la mayoría.
Lo mismo ocurre en el futbol. Directivos y técnicos alabaron el nuevo código. Mejor se hubieran abstenido hasta saber si pueden manejar sus iras.
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