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Capital social y poder público (1)

A la ciudadanía

GERARDO JIMÉNEZ GONZÁLEZ

Es común escuchar que la sociedad mexicana tiene un tejido social desarticulado, atribuyéndose diferentes causas o factores como son las frecuentes crisis económicas de las cuales han derivado un aumento en el ejército de pobres, o a la grave inseguridad que se vive en una gran parte del territorio nacional; sin embargo, la información que al respecto se transmite no parece ser suficiente para comprender que significa lo anterior.

Entendemos por tejido social al entramado o conjunto de relaciones recíprocas e interdependientes que establecen de manera constante o durante un período significativo de tiempo los individuos o grupos de individuos en un espacio territorial determinado; se entiende tejido social como sinónimo de capital social, identificándose diversas formas de este que van desde la familia, la escuela, la comunidad, el gremio o cualquier otra forma de colectividad que conforma dicho entramado.

El capital social puede ser formal e informal, entendiéndose por el primero aquel que se basa en reglas o normas de conducta institucionalizadas, es decir, que son aceptadas no sólo por convención de los individuos sino que además de ser claras y explícitas se plasman en códigos o leyes y comúnmente tienen obligatoriedad de ser aplicadas por y para ellos, mientras que el informal es el que se construye por las prácticas cotidianas de una población que las crea y adopta por convención. Comúnmente ocurre una interacción entre estas dos formas de expresión del capital social.

El capital social también debe diferenciarse de otras formas de capital como el humano, económico o político, es un entramado que surge y se desarrolla dentro de la sociedad, pero se sustenta en las características de las personas (capital humano), en las actividades productivas que ellas realizan para obtener sus medios de vida (capital económico) y en las relaciones de dominio que establecen con las personas o instituciones que se desempeñan en las esferas del poder público.

La construcción del capital social es un proceso inherente al desarrollo mismo de la sociedad, sin embargo, su disposición está diferenciada o se vuelve diferente según la disponibilidad de las otras formas de capital descritas para acceder a un mayor capital social, o en otras palabras, las personas establecerán relaciones más fuertes con sus semejantes si tiene una mayor preparación o nivel de escolaridad que les permitan potenciar sus capacidades que si no las tiene, a la vez que podrá aumentar su disposición de bienes que le satisfagan sus necesidades como también podrá incidir más en la toma de decisiones públicas. Por eso la pobreza debilita el capital social entre los individuos que la sufren

Históricamente el capital social no se construye desde el poder público, porque éste responde a objetivos de dominación sobre los individuos de la sociedad, su lógica se sustenta en la búsqueda y permanencia de esa dominación y sólo podrá ser fuente de capital social en sociedades verdaderamente democráticas, donde el ejercicio de la ciudadanía, entendida como el ejercicio pleno del conjunto de derechos que tienen los individuos en la sociedad, es congruente con el poder público, con el interés que este representa no sólo de manera legal sino también legítima.

Por ello, el capital social se construye desde los espacios de la sociedad y no del estado, y en ese proceso de construcción debe transformar su naturaleza basada en la dominación, éste es y será la esencia de las sociedades futuras, de sus formas de gobierno, el verdadero espíritu ciudadano del cual surja un verdadero poder ciudadano. Ese es el largo trayecto que aún les queda a los individuos para conformar sociedades democráticas.

Cierto es que desde las esferas del estado se incide en la sociedad, las instituciones que sustentan a éste deberían ser promotoras de capital social y quizá algunas lo sean, de creación de un tejido social que fortalezca las relaciones entre los individuos, mas sin embargo esto sucede en las sociedades que han alcanzado una mayor madurez democrática o en algunos espacios públicos dentro de sociedades que transitan a la democracia, pero mientras que el poder público no contenga en su esencia ese espíritu ciudadano, lo que se crea desde ese poder es un capital político que justifica la dominación, no propiamente un capital social.

Si los mexicanos somos parte de una sociedad que con mucho esfuerzo transita a la democracia, que está batallando para adquirir una madurez democrática, donde el poder público ha constituido el epicentro de la toma de decisiones sobre los asuntos públicos, no siempre o más bien continuamente sin correspondencia con el interés ciudadano, entonces somos una sociedad con un capital social débil y donde, por consecuencia, es fundamental construirlo y reconstruirlo desde la sociedad y no necesariamente en conflicto con el Estado. Esta parece ser una condicionante para transitar a la democracia, algo que quizá podamos entender mejor si lo ejemplificamos en la siguiente colaboración.

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