La caprinocultura es una actividad que consiste básicamente en el manejo doméstico de hatos de cabras por parte de familias rurales; se origina en el centro-oeste de Asia y fue domesticada hace 9,000 años, desde donde se expandió al resto del planeta. A nivel de este actualmente se estima un inventario de alrededor de 800 millones de cabezas, de las cuales cerca del 40% se concentra en China y la India; México sólo tiene poco más del uno por ciento de ese hato, distribuido principalmente en zonas áridas y semiáridas de estados como Puebla, Oaxaca, Coahuila y San Luis Potosí, con cerca del 55% del total nacional.
Es una actividad que podría considerarse como de doble propósito, para producción de leche o carne, dependiendo del tipo de explotación en que se base, ubicación geográfica, razas y otros factores que determinan la prioridad que adopta el productor conforme a las condiciones y objetivos que tiene al desarrollarla; algunos la consideran como un tipo de "ganadería social" porque es practicada principalmente por habitantes de comunidades rurales como parte de sus estrategias de producción y/o subsistencia, asociada a una agricultura parcelaria cuando estos productores son campesinos.
Por el tipo de explotación predominante que le caracteriza, la extensiva, que consiste en basar principalmente su alimentación en el pastoreo de la vegetación forrajera disponible en los agostaderos circundantes de las comunidades rurales, el algunos sitios y sobre todo en períodos de sequía o donde se concentran numerosos hatos que compiten por ese forraje, es considerada como una actividad que ejerce presión sobre el medio ambiente, particularmente cuando consume los renuevos de la vegetación que brota una vez iniciada la temporada de lluvias, y que se agota al concluir ésta.
En la Región Lagunera, durante los últimos 50 años la caprinocultura se expandió hasta alcanzar un hato total de 450,000 cabezas que llegan a producir 80 millones de litros de leche al año, de la cual viven más de cinco mil familias rurales, es decir, cerca de 20 mil personas si consideramos el promedio regional de cuatro integrantes por familia residente en los espacios rurales laguneros. Es, por tanto, una actividad económica importante para la población rural de esta región, en la que se ocupa y obtiene sus principales ingresos.
Sin embargo, es también una actividad a la cual no puede calificarse como rentable puesto que los márgenes de ganancia son, cuando así sucede, muy bajos; se estima que cada productor pose en promedio 80 cabras de las cuales menos de la mitad tiene en producción, que le generan alrededor de dos a tres salarios mínimos diarios. Una parte de esos ingresos tiene que destinarlos, según la época, a suplementar la alimentación de sus cabras ya que la vegetación con valor forrajero existente en los eriazos laguneros no es suficiente para cubrir los requerimientos nutricionales del ganado, o gastos relacionados con la sanidad, entre otras, por lo que los ingresos que percibe el productor para mantener su familia se reducen.
En esta región debido a la siembra de forrajes de corte que aumentan la disposición de alimentos para el ganado, a los apoyos institucionales y el mercado seguro de la leche de cabra que le compran las empresas establecidas, se ha mantenido y de alguna forma evolucionado mejorando en algunos de sus aspectos de manejo tecnológico a diferencia de otras regiones, como es el caso de la composición genética del hato que se ha venido encastando entre razas criollas adaptadas a las condiciones ambientales locales y razas productoras de leche que se introducen desde hace medio siglo. Sin embargo, aún no logra mejorar su capacidad productiva y, por consecuencia, los ingresos de los productores y sus familias.
Por otra parte, la concentración del ganado en algunos de los espacios rurales, aunado a los períodos de sequía que cada vez se vuelven más frecuentes, han incidido para que esta actividad vaya cambiando, por un lado, hacia explotaciones semiintensivas o intensivas debido a la menor disponibilidad de forraje en el agostadero, y por el otro, sobre todo en años como el pasado y actual, ejerce esa presión sobre la vegetación que mencionamos anteriormente.
La caprinocultura es una actividad en gran parte desconocida por la población urbana, pero como se mencionó anteriormente, de ella depende un segmento importante de la población rural local, a la cual debería ponerse mayor atención puesto que con un manejo tecnológico más adecuado que mejore su capacidad productiva y le permita incursionar en algunas cadenas de valor complementarias a la de producción de lácteos, podría transformarse en una actividad productiva con mayores márgenes de ganancia e ingresos para los caprinocultores, a la vez de que se reduciría ese impacto ambiental que provoca en las áreas de pastoreo. En la siguiente colaboración exploraremos algunas de las opciones que tiene esta actividad.