L Legué al valet parking de un restaurante y me encontré con el rostro de Dolores Padierna. La ex jefa de la delegación Cuauhtémoc no ha extendido sus funciones a la de recibir coches, pero su carita sonriente aparece en el mostrador donde se reciben las llaves de los vehículos.
Se trata de unos de los miles de anuncios con que el PRD ofende en febrero de 2012 a la ciudad que gobierna desde 1997. Es obvio que el dinero para esas campañas no sale de la vocacional venta de gelatinas, sino del erario, es decir, de nuestros impuestos. ¿Tiene sentido tal derroche?
Que Enrique Peña Nieto sea incapaz de mencionar tres títulos es tan ridículo y escandaloso como que Alejandra Barrales y Martí Bartres anuncien los libros que han escrito en carteles espectaculares y camiones de la ciudad. Ningún escritor mexicano, vivo o muerto, ha tenido una campaña de promoción editorial como la de esos recién llegados a las letras.
¿Qué pretende el PRD con su reparto de caras en el paisaje urbano? En sí mismos, los rostros no dicen nada, pues no estamos ante un concurso de fotogenia. No se incluyen lemas ni consignas. Lo único que la propaganda comunica es una inaudita capacidad de derroche, el arbitrario gasto de un partido que en vez de generar propuestas se festeja a sí mismo en cada poste y cada puente.
El DF es la única entidad donde el PRD ha podido hacer una gestión duradera. Con altas y bajas, su ejercicio del poder ha sido aceptable, adelantando derechos cívicos plurales y enfrentando con realismo inmensos desafíos de convivencia diaria. La actual propaganda es el vergonzoso exceso de quien llegó a combatir excesos.
Para contrarrestar el éxito del PRD en la capital, el PAN respalda a una candidata ciudadana, Isabel Miranda de Wallace. Por desgracia, no la eligió por consenso o siquiera por consulta, sino por dedazo presidencial. La mujer cuyo atractivo podía ser el de venir de fuera del sistema recibió su oportunidad por decisión autoritaria.
Ante este dislate, el PRD debía reaccionar con sentido institucional. Para el cargo de jefe de Gobierno, escogió al mejor de sus precandidatos, Miguel Ángel Mancera, pero también ha decidido exhibir su fuerza sin recato. Con primario espíritu de dominación, el PRD "marca su territorio" colocando un sinfín de imágenes de candidatos a las delegaciones y las Cámaras. Pegar esa galaxia de fotos en los muros de la ciudad equivale a pegar billetes. No hay otro contenido que el del despilfarro.
Mientras el PRD mancillaba el accidentado paisaje urbano, el PAN recurría a prácticas antidemocráticas en su elección interna. Los teléfonos de Josefina Vázquez Mota fueron intervenidos, durante la jornada electoral no faltaron las denuncias por reparto de despensas y presiones para comprar votos, hubo urnas "embarazadas", la esposa de Santiago Creel no pudo votar porque no apareció en el padrón, el ex presidente Vicente Fox se saltó la cola en una casilla de León y fue abucheado, su esposa Marta Sahagún no sufragó porque, al decir de su marido, "la han tratado muy mal". El caso más sonado fue el de Tantoyuca, Veracruz, donde una sola casilla otorgó la abrumadora cantidad de 10 mil 320 sufragios a Ernesto Cordero. La mayoría de las reclamaciones se dirigen a la campaña del candidato apoyado por el presidente Calderón. Llama a escándalo que la impureza de la contienda provenga del sector que representaba la continuidad y el oficialismo.
Aunque Vázquez Mota era la mejor opción del PAN, tuvo que enfrentar los escollos que durante décadas ese partido atribuyó al PRI. Al ganar por contundente mayoría, la ex secretaria de Educación dijo: "Termina la contienda interna, y comienza un nuevo camino: el camino para derrotar al verdadero adversario de México, a quien representa el autoritarismo y lo peor de la práctica antidemocrática, a quien representa el regreso a la corrupción como sistema y la impunidad como condena. Ese adversario es Peña Nieto". El diagnóstico de Vázquez Mota es perfecto. Queda por aclarar por qué los gobiernos emanados de su partido no han hecho nada para modificar esa situación durante dos sexenios.
En un hotel del DF cientos de cajas quedaron sin abrir: contenían playeras, cornetas y banderines para celebrar la victoria de Ernesto Cordero. ¿Qué pasará con ese acervo inútil?
La Ciudad de México es un bastión de la piratería: hay taxis pirata, perfumes pirata, DVDs pirata, perros Akita pirata (que según el imprescindible cronista Fabrizio Mejía Madrid son conocidos como "Nakita") y hasta piratas pirata. Como ahora la ciudad se apresta a reciclar basura, no sería raro que el arsenal festivo de Cordero fuera comprado a precio de periódicos viejos por el PRD para dedicarlo a su obsesión actual: celebrarse a sí mismo.
Vivimos en una ciudad salpicada por los rostros del poder. "Caras vemos, corazones no sabemos", dice la voz popular que el PRD no parece tomar en cuenta.