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Cerca de los umbrales

JOSÉ SARUKHÁN

Una creciente evidencia científica apunta a que nuestro planeta puede estarse acercando a umbrales de modificación ambiental que pueden ser irreversibles. Los modelos matemáticos que predicen el aumento de temperatura de la Tierra para fines del siglo XXI difieren en cuanto a ese aumento; sin embargo, la mayoría apunta a un incremento de 6ºC. Eso significaría aproximadamente, queridas y queridos lectores, que la temperatura media del área metropolitana del Distrito Federal pasaría a ser como la de Mérida. ¿Qué tipos de cambio irreversibles son a los que me refiero? Por un lado, la pérdida de los casquetes polares y por otro, la pérdida de las selvas húmedas del mundo.

Reconocidos especialistas como Will Steffen, director del Instituto de Cambio Climático de la Universidad Nacional de Australia, afirman que la presente década es el período crítico para tomar decisiones que realmente modifiquen las tendencias actuales del calentamiento atmosférico y el cambio climático.

Sin embargo, en la COP 17 (realizada en Durban) los representantes de los países acordaron no llegar a ningún tratado global hasta 2015, cuyos resultados (si es que hay alguno de importancia) no se implementarán sino hasta el 2020.

El macizo de hielo del oeste de la Antártida se ha reducido mucho durante la pasada década y Groenlandia pierde cerca de 200 kilómetros cúbicos por año desde la década de 1990;recordemos que el hielo de esta región está sobre la masa continental de Groenlandia, a diferencia del hielo que flota en el océano Ártico. Por lo tanto, ese deshielo incrementa el nivel del mar y modifica su salinidad en el Atlántico Norte, generando cambios impredecibles en la circulación marina que mantiene la estabilidad del clima de la mayor parte de Europa Occidental.

La mayoría de las predicciones climáticas estiman que la selva del Amazonas sufrirá una severa sequía a medida que la temperatura global aumente. Así, el resumidero de bióxido de carbono que esta enorme masa forestal representa, se convertirá en un emisor de ese gas con efecto invernadero.

En 2005 se perdieron mil 600 millones de toneladas de carbón por la deforestación, suma que subió a 2 mil 200 millones en 2010. Otro elemento más de preocupación es el calentamiento de los bosques de Siberia, que están perdiendo el permafrost (la capa de hielo permanente debajo del suelo), lo que significa una amenaza potencial de emisión de cerca del doble de todo el carbono ya acumulado en la atmósfera hasta ahora.

Las emisiones de bióxido de carbono han aumentado la acidez del mar a una tasa no vista en los últimos 60 millones de años.

Estos y otros datos igualmente alarmantes se dieron a conocer en la reciente conferencia sobre cambio global ocurrida en Londres, llamada "Un planeta bajo presión" en la que numerosos científicos han discutido el estado que guarda la Tierra. Por cierto, durante esa reunión las doctoras Tania Urquiza y Bárbara Ayala, miembros del personal de la Conabio, recibieron el reconocimiento a los mejores científicos jóvenes, otorgado por la NASA. Esto es motivo de orgullo para la Conabio, pero especialmente para nuestro país, que sin duda puede producir gente de talento a nivel mundial. ¡Bravo por ellas!

Al acabar de escribir este texto, recibí un documento de la Royal Society de Londres (RS) que analiza propuestas con las que la "ingeniería ambiental" (es decir, nubes artificiales, espejos para reflejar la luz solar, etc.) pretende "arreglar" respecto al calentamiento global del planeta. Me ocuparé de esto en una próxima entrega; baste decir que en opinión de la RS, esas tecnologías no pueden ser sustituto de planes claros de reducción de emisiones y no constituyen una respuesta viable.

Investigador emérito de la UNAM y coordinador nacional de Conabio.

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