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'CESA DE LAMENTARTE POR LO QUE NO PUEDES REMEDIAR' PALABRAS DE PODER

JACINTO FAYA VIESCA

¡Dame algunas reflexiones -le dijo el Aprendiz al Sabio-, de Shakespeare, al que consideras el genio de genios! Muy bien: en su obra, "Los Dos Caballeros de Verona", Proteo, personaje de esta obra, exclamó: "Cesa de lamentarte por lo que no puedes remediar y busca remedio para tus lamentos".

Como podrás observar -le comentó el Sabio a su amigo-, Shakespeare no solamente afirma que cesen los lamentos por lo que no se puede remediar, sino que además, nos impulsa a que busquemos remedios para nuestros lamentos.

La posición de los estoicos de la Grecia Antigua, se hubiera quedado con la primera parte de la frase: "Cesa de lamentarte por lo que no puedes remediar…". Shakespeare, el más grande conocedor de la "condición humana", jamás aceptaba la resignación. La segunda parte de su reflexión nos dice: "…y busca remedios para tus lamentos".

Un buen número de corrientes del pensamiento defiende la idea de aceptar los golpes de la vida y llegar a una completa resignación. Shakespeare pensaba de diferente manera: en una de sus obras, uno de sus personajes dice que si el cielo se le viniera encima, él lo detendría con su espada. Nuestro escritor inglés era enemigo de que viviéramos en un continuo lamento de nuestras desgracias.

A lo largo de sus 38 obras, Shakespeare nos incita a que cesemos en nuestros lamentos, en que dejemos de estar pidiendo consuelo a los demás. Y por el contrario, ve en nosotros capacidades sobradas para rescatar lo que sea rescatable de nuestras pérdidas, como lo dijo en otra de sus obras. ¡Admirable -le dijo el Aprendiz a su amigo el Sabio!

Te daré otra reflexión de nuestro genial dramaturgo -le comentó el Sabio a su amigo, y la tomó de la misma obra, "Los dos Caballeros de Verona". Otra vez habla Proteo y dice: "¡Oh cielos!, sólo con que el hombre fuera constante sería perfecto".

Shakespeare a lo largo de su abundante obra, permanentemente se refiere al hombre como a una creatura inconstante, voluble, mudable de opinión. Nuestro dramaturgo sabía que las personas constantes en sus proyectos y actividades, alcanzaban una gran cantidad de sus propósitos. Y nuestro poeta siempre creyó que podríamos adquirir una admirable constancia, siempre que lo quisiéramos en serio y no nos distrajéramos en nuestros propósitos.

Recodemos lo que aconsejaba Santo Tomás de Aquino: "La inconstancia es un pecado especial de la imprudencia" y el poeta latino Ovidio de la Roma Antigua, escribió: "La gota horada la piedra no con violencia, sino con constancia".

Shakespeare en su obra, "La Doma de la Arpía", en voz del personaje Lucencio, dice "¡Asno ridículo, que nunca llegaste a estudiar tanto para conocer la causa por qué se concibió la música! ¿No fue para reparar el ánimo del hombre después de sus estudios o sus fatigas habituales?".

Como te podrás dar cuenta, amigo -le dijo el Sabio-, Shakespeare le otorgaba a la música un enorme valor en nuestras vidas. En esta misma obra, "La Doma de la Arpía", el poeta inglés por conducto de su personaje Tronio, nos invita a cultivar la poesía y la música para animarnos.

El poeta sabía que en la Grecia Antigua, la música ocupaba un sitial de honor en la educación de los griegos. Hoy en día se ha comprobado que la música de nuestro agrado, no sólo nos anima y aquieta, sino que nos resulta de una gran utilidad, al potenciar áreas muy específicas de nuestro cerebro.

¡Dame una reflexión más de Shakespeare -le pidió el Aprendiz al Sabio! Bien: en su obra, "La Comedia de la Equivocaciones", el personaje Egeonte, exclama: "No se me podría imponer tarea más ardua que la de relatar mis desdichas inenarrables".

El inmenso psicólogo que fue Shakespeare, estaba convencido de lo mucho que el ser humano sufre al narrar sus tragedias. Pero también sabía, que gozaba con ello. Aunque parezca paradójico, esto es así. Igualmente sabía que los seres humanos somos muy dados a contar nuestras desdichas, ya que queremos ganarnos la compasión de los otros.

Sabemos que hay personas que padecen del vicio de contarle a "todo el mundo" lo malo que les pasa. Esta conducta es dañina, pues la persona que relata sus tragedias de manera tan constante, su comportamiento es patético, pues está incitando a que otros experimenten sentimientos de conmiseración y de lástima hacia ella. Shakespeare habla de esta conducta como inútil y viciosa. Para nuestro poeta inglés, lo mejor consiste en dejar de estarnos lamiendo nuestras heridas, y con bravura, buscar remedio a nuestros males.

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