Piensan muy diferente. Diana Bracho se dijo orgullosa de ser de las pocas actrices de su generación y Geraldine Chaplin acepta que la senectud es una etapa que no quiere afrontar.
Como una charla de café entre amigas, las actrices Geraldine Chaplin y Diana Bracho compartieron experiencias, puntos de vista y hasta chistes con alumnos de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, dentro del ciclo Cátedra Ingmar Bergman en Cine y Teatro.
Ayer, el Aula Magna de esa facultad se convirtió en una sala de estar, donde la hija del mítico Charles Chaplin se puso cómoda en el sillón, se quitó las botas y cruzó las piernas en flor de loto, lista para comenzar a platicar con una Diana Bracho muy formal, tanto en su vestir como en la manera de llevar la charla.
Geraldine contó a los asistentes que su llegada a la actuación fue por comodidad y conveniencia, su primer gran amor y vocación estaba en la danza, por lo cual estudió en el Royal Ballet de Londres, pero "ser hija de Chaplin no vale para ser bailarina y, si haces las piruetas mal, te vas", entonces decidió actuar, aprovechando el apellido que lleva. "Así comencé como niña caprichosa y terminé amando esta profesión", dijo.
Ambas coincidieron en que esta carrera les ha permitido dar vida a personajes maravillosos, han buscado que no tengan nada que ver con su personalidad. "Nunca me ha gustado interpretarme, mientras más lejos de mí mejor", comentó Bracho.
Chaplin explicó que evita llevarse el personaje después del trabajo. "Aunque mi marido dice lo contrario, sobre todo cuando interpreto a una asesina", bromeó la actriz; dijo que a pesar de todo esto, la gente siempre encuentra sus rasgos en ellos.
Algo de lo que Diana y Geraldine se manifestaron acongojadas es del poco apoyo que el cine independiente o de arte tiene para su difusión, y que ha tenido que enfrentarse al de Hollywood con toda su estrategia mercadológica.
