Inmensidad es el término que mejor define a China. Inmenso su territorio (más de 9.5 millones de km2). Inmensa su población, (más de mil trescientos millones de habitantes). Inmensa su historia milenaria de 8 mil años atrás, que generó y ha cultivado una enorme y rica cultura tanto nacional como regional.
Cultura que abarca a la filosofía, la historia, a la literatura, la música, poesía y no digamos a su preciosismo pictórico. El grabado y la caligrafía pictográfica elevada a la categoría de arte, como sus trabajos en seda, porcelana azul o jade.
Inmensidad de sus paisajes naturales como los del río Li en Guilin, sus parques y jardines y desde luego su arquitectura en templos (del Cielo en Beijing, Puning en Chengde o de Lingyin Si en Hangzhou), palacios (La Ciudad Prohibida), tumbas (de la dinastía Ming y sobre todo de los Guerreros de Terracota en Xián)la Gran Muralla y pagodas por lo que hace a la construcción antigua. Pero por lo que hace a la moderna, el Art Décco del Bund en Shanghai, que contrasta en esa misma ciudad tan sólo el río Huangpu de por medio, con el monumental complejo arquitectónico del Pudong y su símbolo modernista en la torre televisora Perla de Oriente. Caminar por las callecitas de la ciudad antigua Dayan en Lijiang, acertadamente declarada patrimonio de la humanidad por la UNESCO, es todo un deleite a los cinco sentidos.
Inmensidad también de su cultura culinaria basada en la filosofía del ying y el yang, fusión de contrastes incorporado a su riquísima gastronomía particularmente los platillos de germen y arroz, las pastas, verduras, los deliciosos dumplings al vapor, el pescado (yu) y el famoso pato laqueado pequinés. Todo ello enmarcado en la tradición del té verde, negro o el Puer, que se cultivan en bastas regiones del sur.
Eso y más es China que ahora vive un momento histórico especial (2012 año del Dragón símbolo del máximo poder) que la ha colocado en los primeros sitios del escenario mundial, por el impresionante cambio que está produciendo en su sociedad un crecimiento económico sin paralelo en el mundo.
Con tasas promedio entre el 9 y 10% anual en los últimos veinticinco años, China ya se ha convertido en la segunda economía mundial, tan sólo después de los Estados Unidos de América. Un crecimiento inteligente que se ha destinado sobre todo a la infraestructura en carreteras, sistema ferroviario (ejemplo el tren bala Shanghai-Beijing) el sistema aéreo de Air China, con una red de aeropuertos modernos y un servicio óptimo, en plantas generadoras de energía eléctrica, pero de manera destacada en vivienda y urbanización.
Esto ha sido posible en buena parte gracias a un maridaje que el Partido Comunista Chino denomina socialismo con características chinas, y que en realidad consiste en una muy peculiar co-habitación entre un sistema político centralizado y organizado verticalmente, como lo concibió y dejó el revolucionario Mao, con una economía de mercado como la diseñó el reformista Deng Xiaoping, y que ahora administran su presidente Hu Jintao y su primer ministro Wen Jiabao.
Ese capital que tanto criticara Marx, fluye ahora en cataratas a China generando una economía expansiva que además de empleo, también ha producido una élite de nuevos mandarines que se pasean suntuosamente por las calles de Beijing, y en otras ciudades, en Mercedes Benz, Audi y hasta Ferraris y Lamborghinis.
Pero ese crecimiento espectacular empieza ya a advertir sus límites. Al igual que Japón en los sesenta y Corea del Sur en los setenta, China ya experimenta una desaceleración del ritmo de crecimiento. En parte debido al decremento en la tasa de inversión en infraestructura que pasó del 30 por ciento en 2006 al 22 por ciento en 2011 y en parte también debido al comportamiento del mercado de bienes raíces, por lo que el Ministerio de Comercio ya anunció nuevas medidas para estimular el consumo mediante subsidios en los sectores automotriz y electro doméstico.
Gobierno y sector privado deben conocer más y mejor a China que tiene previsto para 2016 sobrepasar a la economía estadounidense, ¡en tan sólo cuatro años!, no obstante que hace apenas 60 años, era una de las naciones más pobres del mundo. Hay que saber más de su historia, de su organización política y sus relaciones internacionales (leer el reciente On China de Kissinger). Todo esto harina de un próximo costal.
Hay que entender bien a ese gran coloso asiático que se levanta imponente en este siglo XXI.
Investigador del IIJ de la UNAM