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COLUMNA

LOS PRIETITOS EN EL ARROZ

SALVADOR KALIFA

El optimismo financiero tiende a retroalimentarse. El mayor momento de éxito para los optimistas ocurre, por lo general, en la cresta de un auge, cuando consideran que ello justifica su expectativa de un alza continua de precios.

Los activos financieros, en particular, son un ejemplo en este sentido. Sus mayores precios alimentan una mayor demanda, muchas veces basándose en las recomendaciones de analistas que esperan que las alzas continúen de manera indefinida.

Uno solo tiene que ver cómo muchos de estos analistas simplemente extrapolan los resultados recientes de crecimiento acelerado de las utilidades y, con argumentos muy superficiales, concluyen que ésa será la pauta de los años por venir, sin tomar en cuenta que es imposible que las utilidades crezcan por siempre más rápido que el Producto Interno Bruto de un país.

El pesimismo, también, tiende a retroalimentarse. El desastre mayor llega cuando los pesimistas consideran que en condiciones negativas muchas empresas no tienen salida. Basta con recordar los meses de febrero y marzo de 2009, cuando muchos analistas preveían caídas adicionales en los ya de por sí deprimidos precios de las acciones en nuestro país.

La pregunta hoy día es si ya dejamos atrás la oleada pesimista y el auge de los mercados bursátiles desde octubre del 2011, si bien con algunos contratiempos, es el comienzo de otro cicloalcista para los precios de las acciones.

Hasta ahora, eso pareciera ser, considerando que el Dow Jones ha crecido 23.6 por ciento entre el 3 de octubre de 2011 y el 20 de marzo de 2012, mientras que el Índice de Precios y Cotizaciones lo hizo en 14.9 por ciento en el mismo lapso.

La esperanza de más alzas se debe, en parte, a las buenas noticias económicas en Estados Unidos (EU) y a la expectativa de que el segundo rescate de Grecia, así como las acciones del Banco Central Europeo con su programa de liquidez a los bancos de la región, evitó un descalabro mayúsculo del euro.

El problema está en que nada garantiza que sigan las buenas noticias en los meses siguientes. No olvidemos que el entusiasmo del primer trimestre del 2011 fue seguido de una ola pesimista que se tradujo en una gran volatilidad para los mercados financieros en casi todo el resto del año.

En esta ocasión, a pesar de que el panorama de EU es alentador, todavía son muchos los prietitos en el arroz como para caer en la complacencia.

El principal peligro es que el problema de deuda soberana en Europa está muy lejos de ser resuelto. Sólo se ha comprado tiempo para que los bancos de la región sigan fortaleciendo sus balances y puedan resistir lo que parece inevitable: la insolvencia de Grecia.

Aun si esta no se presenta pronto, debemos estar conscientes que falta mucho y lo más difícil por hacer para concluir que la crisis de deuda soberana quedó en el pasado. En particular, la prueba más dura será ver si las poblaciones de Grecia, Portugal, Italia y España aceptarán y tolerarán los sacrificios que tendrán que hacer en los meses y, más importante aún, en los años por venir para salir del hoyo económico en el que se encuentran.

En el terreno geopolítico están la crisis en Siria y las tensiones con Irán, que en cualquier momento pueden salirse de control y disparar el precio del petróleo, con sus consiguientes efectos negativos sobre las presiones inflacionarias y la actividad económica.

Está también la posibilidad de errores políticos en ambos lados del Atlántico. En efecto, los banqueros centrales han mantenido a flote las economías de los países desarrollados, pero todavía los políticos pueden encargarse de volverlas a hundir.

En Europa hay que seguir de cerca los comicios para elegir primer ministro en Grecia y Francia, donde sus habitantes pudieran estar decidiendo no sólo la suerte de su país, sino también la sostenibilidad del euro como moneda común.

En EU hay que vigilar las negociaciones políticas, en un año electoral, sobre el presupuesto de 2013. La legislación fiscal actual contempla el final de los recortes impositivos de la época de Bush el 31 de diciembre, con lo que arrancarían una serie de recortes automáticos de gasto. La economía estadounidense no está en condiciones de resistir ese apretón fiscal sin correr el riesgo de volver a caer en recesión.

Estos problemas y la posibilidad de un aterrizaje brusco en China propician, de alguna manera, una falta de convicción de los inversionistas que, a pesar del rebote de precios de los últimos meses, no parecen estar todavía comprometidos con la idea de un auge bursátil sostenido el resto del año.

Me parece, por consiguiente, que la cautela debe normar las decisiones de inversión y no esperar que los mercados, ante tantos problemas potenciales de la economía global, registren necesariamente un alza sostenida este año.

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