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COLUMNA

Salvador Kalifa Assad

CUESTA ABAJO Y DE RODADA

Uno de los legados más negativos de la crisis financiera y económica que estalló en 2008 y provocó lo que hoy se conoce como la Gran Recesión, es la posición que muchos políticos alrededor del mundo han adoptado respecto a los objetivos de los bancos centrales.

La preocupación por las caídas en el ingreso y el empleo ha hecho que los gobernantes de varios países culpen de esa situación a la concentración de la política monetaria en la meta de la estabilidad de precios.

Es por ello que existen diversos planteamientos que buscan incluir entre las tareas del banco central, además del control de la inflación, la promoción del crecimiento y el empleo, sin importar que esa pluralidad de objetivos pudiera acabar por comprometer considerablemente la independencia y credibilidad de dichas instituciones.

La manipulación política del banco central es algo que comienza a aparecer en varios países latinoamericanos como Venezuela y Ecuador, donde sus Presidentes respectivos han forzado a las autoridades monetarias para que se ajusten a los deseos del Ejecutivo.

El caso que más llama la atención, sin embargo, es el de Argentina, donde Cristina Fernández está esmerándose en arrastrar a su país, como dice el tango, "cuesta abajo y de rodada".

En un intento por sostener el crecimiento de su economía a cualquier precio, elevó los subsidios, aumentó el déficit público, incrementó el proteccionismo, puso controles a los movimientos de capital y, en lo que va de abril, nacionalizó la empresa petrolera YPF, subsidiaria de Repsol, y cambió el mandato de su banco central.

El primer paso para desfigurar la política monetaria lo tomó en abril del 2010, cuando destituyó al entonces Presidente del banco central, Martín Redrado, por negarse a facilitarle el uso de las reservas internacionales para alimentar un fondo gubernamental destinado al pago de deuda pública.

Puso en su lugar a Mercedes Marcó del Pont, que desde entonces ha sido una funcionaria incondicional de la Presidente Fernández, quien para evitar las opiniones de que la política monetaria estaba alimentando la inflación prohibió, bajo pena de cárcel, que se publicarán datos de crecimiento de los precios distintos a los oficiales.

Su torpeza más reciente ocurrió cuando el Congreso argentino aprobó una iniciativa gubernamental que modificó a partir del viernes 6 de abril el mandato del banco central.

Éste consiste ahora en "promover, en la medida de sus facultades y en el marco de las políticas establecidas por el Gobierno Nacional, la estabilidad monetaria, la estabilidad financiera, el empleo y el desarrollo económico con equidad social"

Este cambio acabó, de hecho, con la independencia legal del banco central y lo convirtió, de un plumazo, en la caja "chica" del gobierno de Fernández.

Las nuevas funciones del banco central argentino incluyen, entre otras, la obligación de financiar al Gobierno Nacional con el 10 por ciento de sus ingresos en efectivo, usar las reservas internacionales para pagar la deuda gubernamental, así como jugar un papel más activo en la orientación del crédito hacia industrias que desee promover el gobierno.

El gobierno argentino está creando, por tanto, las condiciones propicias para una tormenta financiera y una crisis económica en un futuro no muy lejano. Claro, cuando se presenten buscará culpar de sus desventuras a las políticas económicas… aplicadas en el exterior.

En México no estamos todavía en esa situación, pero bien pudiera presentarse si nuestros gobernantes insisten en las iniciativas legislativas que pretenden la modificación del mandato del Banco de México (Banxico) para incluir, además de la estabilidad de precios, la promoción del crecimiento económico y el empleo.

Los políticos de todos los países sólo velan por su interés y no entienden que las medidas de política monetaria son para estimular o desalentar el gasto de los agentes económicos en bienes y servicios en el corto plazo, pero no tienen efecto alguno, como ellos piensan, sobre el crecimiento económico del largo plazo.

La función y la responsabilidad de promover o apoyar el crecimiento económico de largo plazo tienen que recaer en otras políticas, como la laboral, educativa y fiscal, así como en otras instituciones distintas del banco central. Ésa es la parte difícil a la que le sacan la vuelta los políticos.

Si se trata de que la política monetaria contribuya, junto con las otras políticas más idóneas, a promover el crecimiento económico, su mejor colaboración es a través de generar un entorno de estabilidad en los precios. Lo demás es pura politiquería que lleva a las economías "cuesta abajo y de rodada".

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