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Como les iba diciendo

CARLOS F. RAMíREZ

Todos tenemos un amigo inolvidable. El mío, tristemente, acaba de cumplir un aniversario más de su fallecimiento y no dudo de considerarlo en la categoría de "ídolo". La Real Academia define "ídolo" como una "persona excesivamente amada". Al margen de la interpretación de "excesivamente" (depende según el caso), se aproxima bastante a lo que sentí y siento por mi "ídolo" y amigo.. Usted, lector, dirá si tengo o no razón en calificarlo de esa forma.

Lo conocí a la distancia desde que jugaba en infantiles en el campeonato de mi querido "Colegio Montejo" en mi nativa Mérida. Recortaba cuanta foto suya aparecía en periódicos y revistas. Escuchaba por radio (onda corta) los partidos cuando jugaba con Necaxa y Atlante.

Solíamos escapar del formidable calor de verano de mi tierra en la casa veraniega que todo yucateco, pudiente o no, tenía en el Puerto de Progreso. Allí lo vi de cerca un día, cuando casado ya con mi paisana María Elena King los habían invitado parientes de ella. Vivían en una casa vecina a la que nosotros ocupábamos. Cuando lo vi a la distancia en la playa, y tímidamente le pedí que me firmara un autógrafo en la carátula de "As de Futbol" el primer semanario importante sobre futbol que había en México. Sonriente y amable firmó (hasta la fecha es un documento que conservo). Luego estando en el Tec de Monterrey iba de paso por la Capital a mis vacaciones en Mérida, siempre procuraba ir al Parque Asturias y después al pomposamente llamado "Estadio Olímpico de la Ciudad de los Deportes" en el DF, y un par de veces me tocó verlo jugar. Estoy hablando de Horacio Casarín, sin duda uno de los más grandes ídolos del deporte mexicano; goleador y cabeceador impresionante (después hablaré de esto último como triste corolario de su carrera); jugador de entrega e inteligencia. Él fue parte del Necaxa Campeonísimo, y luego de pasar al Atlante no fue sólo ídolo sino hasta películas filmó junto a Joaquín Pardavé ("Los Hijos de Don Venancio").

En 1947 fue llamado por el Barcelona, donde por pundonor no se quedó a jugar porque no le cumplieron el sueldo que le habían ofrecido (por cierto, idéntico al que ganaba en México). La "Liga" no era entonces tan rica como hoy. A su regreso jugó una temporada con el Club España y fue el mejor jugador del equipo nacional, que mal preparado y mal dirigido asistió al Mundial de 1950 en Brasil.

Cuando regresó el Necaxa a la Primera División profesional jugó con ese equipo desde 1950 hasta 1953, inclusive fue el campeón de goleo del torneo 1950-51. Allí se fue al Zacatepec, donde fue entrenador por primera vez al mismo tiempo que anotaba goles. ("Zacatepec de mis amores", lo llamo siempre). Estando allí lo llamaron en 1953 a dirigir a la Selección Nacional para los juegos de clasificación del Mundial Suiza 1954. Aceptó el reto pese a que lo llamaron "al cuarto para las doce" y pese a ello y usando el cerebro, armó una Selección Nacional con base en el Zacatepec y sólo tres de otros equipos, y ganaron a Haití el primer juego por 8-0.

Pero vino luego una de las frecuentes maniobras que tristemente han sido comunes con la gente de la Federación: mientras Casarín (con permiso previo de la Federación) estaba en Nueva York observando al siguiente rival en las eliminatorias, Estados Unidos en un amistoso contra Inglaterra, le hicieron una de esas sutiles maniobras de los directivos de nuestra Federación (y de la de ahora) y pusieron en el timón de la Selección a Antonio López Herranz, entrenador del León, uno de los clubes de los compadres de la Femexfut. Sólo en nuestro país se quita a un entrenador decente y ganador del primer juego eliminatorio para poner al "favorito". Estas cosas desagradables han sido y siguen siendo típicas de nuestro futbol.

El Mundial de Suiza fue mi primera asignación periodística, y allí charlé con Casarín en Ginebra, que viajó por su propia cuenta. En vísperas de lo que eventualmente sería otro fracaso internacional de nuestro futbol, confirmé mi impresión de la nobleza y "buena vibra" que tenía Casarín. No usó frases negativas ni se quejó de la jugarreta que había sufrido; al contrario, dijo que López Herranz tenía más experiencia que él y era lógico que lo hubieran elegido. Pero el espacio se acaba, y prometo que en un siguiente comentario terminaré de contarles, porque creo que Casarín no ha sido el ser más humano que he conocido, sino porque pienso que es el ídolo más completo que ha tenido el futbol mexicano.

Cfr515@charter.net

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