Algo que escribí no hace mucho en este espacio causó enojo en algún amable lector, quien me envió una carta calificando de injusto decir que el deporte se ha comercializado excesivamente en los Juegos Olímpicos. Lamento no haber sido claro: no me refería a los competidores sino a los organizadores. Porque siempre lo importante es competir y tratar de ganar. ¿Paradoja? No; aunque reconozco y temo que algunos de los atletas olímpicos piensan que ganando una medalla ganarán más dinero...
Así, para aclarar, volví a leer la única obra (incompleta) que ordena y recopila ideas de la filosofía del Movimiento Olímpico Mundial. La escribió Otto Mayer hace casi medio siglo y nos recuerda que en la antigüedad la filosofía era la ciencia del todo, que abarcaba por igual situaciones políticas, problemas matemáticos y de la naturaleza, y conducta humana. Pero con el "progreso" surgieron campos específicos del conocimiento, en cada uno de los cuales (física, astronomía, ideología, etc.) el hombre comenzó a profundizar en campos específicos. Pero, ¡ojo!, sigue siendo de la filosofía la tarea de realizar la síntesis de todas las ciencias; lo cual a su vez sirve para explicar lo que realmente es valioso para el ser humano.
Si el lector acepta que la filosofía tiene que ver con dirigir al ser humano para que busque su perfeccionamiento como meta principal, es evidente que es entonces algo dinámico, que influye en todos nosotros. Sirve para transformar las condiciones sociales y naturales de cada uno de nosotros, para hacernos "dichosos" y vivir una vida plena y digna, tanto individual como colectivamente. Desde este punto de vista. El "amateurismo" es una filosofía de la vida.
"Amateurismo" y "olimpismo" son dos palabras que significan la misma idea.
Amateurismo viene del francés ("amateur") aficionado, de afición, una persona que desempeña una actividad con "aficionada pasión", sin hacer de ella un "modus vivendi". Aquí está la esencia del deportista aficionado o "amateur": devoción por una tarea y ausencia de intereses utilitarios.
Probablemente fue Agustín Millán, querido amigo, quien siendo parte del Comité Olímpico Mexicano defendió el amateurismo y a quien le escuché una definición para mí, clásica del "amateurismo": una actitud frente a la vida y el mundo, caracterizada con devoción por la tarea que se realiza, independientemente de la recompensa que pueda obtenerse. Años después, otro amigo, el periodista italiano Alfonso Fumarola, me envió otra definición de un filósofo italiano, Bruno Zauli, que decía: "...el deporte amateur es la negación de un fin utilitario; representa un consumo de energías sin esperar recompensa; es el acto de dar sin recibir; es en verdad un acto de generosidad".
Pero, ¡un momento! De estas definiciones se deriva que uno de los objetivos importantes de todo amateur es la superación. Cuando uno analiza jóvenes atletas de cualquier deporte, afirmo convencido que es falso decir que un atleta "amateur" es una especie de neófito o principiante, incapaz de competir con alguien que se llame profesional.
Los mejores resultados de cualquier ser humano NO se obtienen siendo mezquinos o personalistas. Tarde o temprano las más altas recompensas materiales o morales las disfrutan quienes terminaron una obra trascendente, pensando al realizarla en su importancia social, cultural o artística; los impulsa su alegría de hacer bien las cosas en forma cada vez mayor. Por eso, en la pista, la cancha, el gimnasio o la alberca ha sido ese el impulso que lleva a competidores a batir marcas olímpicas o mundiales -basta recordar a los grandes del deporte olímpico, gimnastas como Caslavska, Latynova y Latynina, nadadores y clavadistas como Capilla, Spitz, Phelps y Biondi; corredores como Owen, Lewis, Nurmi, Ewri, Bautista y González.
Definitivamente coincido con el poeta León Felipe cuando escribió… "…puedo levantar al hombre de lo doméstico a lo épico; de lo contingente a lo esencial; de lo sórdido a lo limpiamente ético". Así es, el amateurismo filosófico le da al atleta un estilo de vida constructivo que influye en la transformación de las realidades que lo rodean. Y sí, estoy convencido que el espíritu de los competidores olímpicos incluye este concepto.
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