De pronto parece que estamos en un país distinto a México ante hechos inusitados ocurridos en los últimos días:
1) Los 128 senadores de la Cámara alta asisten a la sesión para discutir la reforma laboral y la aprueban incluyendo el capítulo referente a la transparencia, rendición de cuentas y democracia de los sindicatos.
2) El presidente electo Enrique Peña Nieto convivió ayer en una comida con varios gobernadores electos y en funciones del PRD, otrora sus acérrimos enemigos políticos.
3) El presidente Felipe Calderón pone a disposición de su sucesor el avión TP-01, es decir el que usa para viajar el primer mandatario. Peña Nieto lo utiliza en su gira por Europa y a su regreso es transportado a su residencia particular en uno de los helicópteros de la flota presidencial.
4) De pronto la inconformidad electoral del candidato perdedor Andrés Manuel López Obrador se enfría y quien estuvo a punto de descarrilar al país en 2006, toma la sensata decisión de formar su partido y continuar su lucha por la senda de la legalidad y la democracia.
¿Qué pasa entonces en México? ¿Hemos llegado finalmente a los niveles deseados de madurez y prudencia? ¿Ya podemos cantar victoria y pensar que de aquí en adelante la vida política del país se llevará bajo los cauces de la discusión pacífica y ordenada?
Sentimos decepcionarlo, pero evidentemente no será así, por lo menos en el corto y mediano plazo, nos guste o no nos guste.
Lo que vemos ahora es el resultado de una serie de negociaciones, sin duda hábiles y finas, especialmente del equipo entrante de gobierno y también del saliente, quienes buscan a todas luces concretar una transición de poderes tersa y sosegada.
El relevo presidencial de 2006 fue traumático para México porque estuvimos a un tris de una crisis constitucional de la que el país no se habría repuesto en por lo menos tres años.
De hecho la victoria --apretadísima-- de Calderón sobre López Obrador hace seis años, desestabilizó por algunos meses al país y estuvo a punto de provocar una parálisis nacional económica y social.
México ha invertido mucho tiempo y recursos en un sistema electoral que con todo y sus imperfecciones es el que tenemos y de ahí que la validación del proceso por parte del Tribunal Federal Electoral debe ser respetada por todos los actores, estemos o no de acuerdo con los resultados finales.
El país tiene derecho y la necesidad imperiosa de transitar de un sexenio a otro sin sobresaltos ni violencia. Una vez concluido el proceso electoral los políticos deben regresar a su trabajo y olvidarse de reyertas eternas y estériles.
Pero tampoco podemos creer que Santa Clos existe y que México mantendrá eternamente estos niveles de civilidad y prudencia política.
La reforma aprobada en el Senado regresará en los próximos días a la Cámara de Diputados en donde todo puede suceder: desde retirar una vez más la propuesta de democracia y transparencia sindical hasta congelar la iniciativa como tantas veces ha ocurrido.
La luna de miel Calderón-Peña Nieto no será eterna, no faltarán motivos para que surjan fricciones entre ambos equipos y una vez entrado 2013 veremos la ruptura tradicional entre el presidente entrante y el saliente.
Vaya, hasta ocurrió entre los mandatarios panistas Calderón y Fox a pesar de conocerse de mucho tiempo atrás y de luchar juntos por las mismas causas.
Viene además el paquete duro de la seguridad o mejor dicho de la inseguridad, en donde el nuevo presidente señalará desde su primer día de gobierno las fallas y omisiones del actual régimen, varias de ellas muy graves.
Además de la larga lista de mexicanos asesinados, varios estados viven en zona de desastre por la violencia del narco y a ello hay que sumarle las pifias de los cuerpos de seguridad como los policías muertos en el aeropuerto del Distrito Federal, la emboscada por federales en Tres Marías, estado de Morelos, y el reciente robo del cadáver de Heriberto Lazca, el jefe de jefes de los temibles Zetas.
Así las cosas, vayamos con calma y no soltemos las campanas a vuelo, México tiene demasiados fierros en la lumbre como para pensar que una o dos palomas son la señal de un cálido verano.
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