Es fan. Pablo es entrenador de un equipo de futbol infantil, pero aún se toma el tiempo para ver los partidos del Santos por la televisión.
El sueño de Pablo era ser futbolista profesional pero no lo vio realizado, por lo que hoy dedica su tiempo a entrenar niños de 6 a 10 años con la ilusión de que ellos puedan cumplir sus propios sueños.
Luego de pasar su adolescencia entre las cascaritas callejeras y en la porra del Santos Laguna, la Komún, Pablo Torres, de 23 años, dice que el futbol le dejó grandes valores que aplica a diario en su vida.
Hace un año, por invitación de un profesor, comenzó a entrenar a los niños, con lo que ha puesto en práctica su pasión por el futbol en la manera más gratificante que hubiese esperado.
"Antes era porrista y ese tipo de cosas, ahora que ya puedo dejarle una enseñanza a un niño, es muy grato para mi", comenta.
Pablo dice que el futbol que él practicaba era "de barrio", la cascarita, por lo que fue un cambio radical, al aplicar una mayor disciplina en sus pupilos, con un deporte más formal.
"Cambia la formación, en el barrio es diferente, es más violento, más rudo, aquí ya lo que manejas es más técnica, darle una formación buena al niño para que pueda jugar mejor", refiere.
El joven considera que entrenar niños demanda una mayor sensibilidad, pues no se les puede exigir como si fueran 'pequeños soldados', sino que se requiere de un tono más humano.
Del futbol callejero, Pablo tomó conceptos como la amistad, el trabajo en equipo para lograr un solo objetivo, el compañerismo, valores que han marcado su vida y que quiere transmitir a los niños que entrena.
"Es muy importante tenerlos aterrizados, no darles sueños que no puedan cumplir sino ser sinceros con ellos en base a lo que pueden hacer y pueden darle al futbol", indica.
BUSCA DEJARLES UNA ENSEÑANZA
Para Pablo, su trabajo es pura pasión y sin ningún interés económico alguno.
"Es para demostrar que puedes ofrecer algo, que puedes dejar una enseñanza", dice.
"Hay niños que vienen desde lejos a jugar y a aprender, a otros que los traen a fuerza sus papás, hay de todo", comenta.
Aunque reconoce que algunos niños pueden ser rebeldes y sacarlo de sus casillas en ocasiones, confiesa que la única manera de ganarse el respeto de sus pupilos es a través del diálogo y con mucha paciencia.
"Compartimos los sueños, yo también quería ser futbolista cuando era niño y sigo jugando, pero amateur, lo mínimo que puede uno hacer es venir a entregarles todo: un grito de apoyo, un consejo, es lo mínimo", dice.
"Yo trato de seguir preparándome para tratar de darles a los niños la mejor educación en cuanto a futbol se refiere", expone.