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Con amor

ADELA CELORIO

 D Os cosas quiero dejar sentadas antes de entrar en el tema de hoy: la primera es reconocer la disposición de un buen número de lectores que se han sumado desde ya, a la tarea de poner fin al despojo y el abuso de poder que nos infringen diputados y senadores que como sabemos, son muchos y nos cuestan demasiado para la pobre labor que realizan. Son muchos, pero hay que tener bien claro que nosotros, la gente que estamos dispuestos a echar a patadas a algunos de ellos; somos muchos más.

Lo segundo es felicitar a los panistas por la acertada elección de Josefina Vazquez Mota como candidata a la presidencia. Yo, como dice Xóchitl Gálvez, voy gallina porque es la que pone los huevos. De todo eso me ocuparé más delante, pero ante la proximidad del 14 de febrero, lo que el cuerpo me pide es hablar de amor, y para empezar con el tema no encontré nada mejor que compartir con los lectores una carta de des-amor y amor. La primera parte la dejo para otro día, y hoy sólo transcribiré la segunda que trata de amor y dice así:

"Después de veinte años de matrimonio, un mal día abandonaste tu hogar para emparejarte con una joven mujer. Me quedé llorando, pero no te llamé. Tú no volviste, y atrapada en mis contradicciones era incapaz de reconocer que me sentía liberada, que había dejado de llorar bajo la regadera y que a lo lejos empezaba a clarear. Modestos éxitos laborales ayudaron a pegar mis cachitos y a construir con ellos una autoestima frágil, pero eficiente para enfrentar con ella el día por día, hasta que una mañana de primavera con las manos en la tierra mientras plantaba unas siemprevivas, tuve que aceptar que sin ti, me sentía bien; es más ¡muy bien! Que la libertad ya no me asustaba, que tomar las riendas de mi vida, administrar mi propio dinero, trazar nuevas rutas de viaje y volar a mi aire... me estaba gustando. Empezaba a caminar más erguida y a pisar más firme cuando una noche por teléfono mi amiga Boruca preguntó: -¿Y ahora qué, te piensas quedar para vestir santos? Y yo -no, para nada. Me puse chula de bonita y la acompañé a una fiesta donde entre los amigos de Boruca volví a sentirme deseada. -¿Eres judía? Preguntó uno de ellos que como yo, rotaba entre los invitados. -No, soy católica ¿por qué? pregunté al preguntón. -Qué bueno que lo dices antes de que me enamore de ti porque me gustas mucho, pero nunca me casaría con una mujer que no fuera judía; dijo para romper el hielo.

Y así las cosas, claras desde el principio, abriéndose paso entre cimas y hondonadas, el amor entre el preguntón y yo encontró sus propios cauces, y antes de percatarnos ya estábamos compartiendo iglesias y sinagogas hasta que en el cumpleaños de nuestra mutua amiga; aprovechando el vuelo de los mariachis le canté al preguntón al oído: -Si nos dejan, ¿hacemos un rincón cerca del cielo? Y él respondió -¿Y si lo hacemos aunque no nos dejen?, me respondió. Fue hasta entonces cuando te llamé: -Han pasado cinco años desde que te fuiste ¿no crees que ya es tiempo de tramitar el divorcio? - ¿A qué viene ahora tanta prisa?, respondiste sorprendido. -Pues mira, todo tiene su tiempo bajo el sol. Hay tiempo de llorar y tiempo de reír... -¡No seas payasa!, te burlaste, pero después de un breve litigio llamamos al abogado y asesorados por él; cerramos el círculo del desamor. Meses más tarde frente a un juez; el preguntón y yo intercambiamos anillos, abrazos, brindis... Y así, juntitos los dos, volamos a la luna para ver si de verdad era de miel. Final feliz".

Como decía al principio, ante la proximidad del 14 de febrero, ese día tan polémico, consagración de la cursilería, imposición consumista, y todas esas cosas que se dicen y que indudablemente tienen algo de verdad; estoy convencida de que este mundo sería mucho mejor si en vez de un día festejáramos el amor todos los días del año. Desgraciadamente hoy los humanos tenemos mayor propensión a la cólera, a la violencia y al odio. Lo que escasea es el amor, por lo que festejarlo al menos un día al año tampoco está mal. Los chocolates, las flores y los infantiles peluches; son sólo la forma, pero si a usted le parece que esa no es la forma; escriba algo tan sencillo como un "Te amo" en una servilleta de papel y déjelo sobre el plato de su cónyuge. La forma lleva en el fondo el reconocimiento de que dígase lo que se diga, el amor y la amistad, esa otra forma -más sólida si cabe- de amor; son los motores que nos impulsan a trabajar y a crear la música, la poesía, la literatura que hacen del mundo un espacio habitable. ¿Para qué si no, nos levantamos cada mañana y nos ponemos lindos y laboramos; si no es para que alguien nos quiera? ¿Qué otra cosa si no el amor le da sentido a nuestra breve estancia en la Tierra? Sólo para terminar le recuerdo pacientísimo lector, que el amor es eterno... por lo menos mientras dura.

adelace2@prodigy.net.mx

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