Es común pensar que para una empresa, su competencia está afuera, conviviendo en el entorno y luchando por el mismo mercado y que por lo tanto, para ganarle, es imprescindible fortalecer los procesos internos para incrementar la productividad, la calidad y el servicio. Sin embargo, la evidencia parece decirnos algo diferente o adicional, con frecuencia el personal de una empresa compite entre sí y entre sus propias áreas en perjuicio de la propia empresa.
Las arduas tareas de todos los días nos mandan el mensaje de que la colaboración entre las distintas áreas de una empresa se torna difícil. Los diferentes equipos de trabajo asumen todos que su labor es la más prioritaria y la más importante, haciendo a un lado en muchas ocasiones, las aportaciones a sus propios proyectos que puedan recibir por parte de personas de otras áreas o departamentos y de esta manera se van constituyendo en unidades cerradas, herméticas, que generan conflictos que se hacen evidentes a veces incluso para los propios clientes y proveedores, pues estos conflictos se reflejan al momento de prestar el servicio al cliente y de garantizar los compromisos que deben cumplirse también con los proveedores y demás entidades con las que se relaciona la empresa como organización.
Algunos comportamientos que ponen en evidencia el "fuego amigo" dentro de las empresas son los siguientes: La descalificación que hacemos de las contribuciones y aportes de los otros. Ocultar información a otros miembros de la empresa. Creación de grupos cerrados al interior de las áreas. Relaciones interpersonales no positivas y conflictivas. Discusiones estériles permanentes entre los miembros del equipo. No asumir la responsabilidad individual ni de grupo frente a los errores, equivocaciones y reclamos.
Todas las situaciones anteriores y otras más, provocan que el clima laboral se vaya deteriorando a tal punto que ya el sitio de trabajo no es un espacio agradable ni vital sino todo lo contrario, se convierte en un territorio en el cual aflora el conflicto como parte de la cotidianidad, evidenciando así los problemas de comunicación y el deterioro progresivo de la productividad esperada. Se pintan rayas imaginarias de pequeños cotos de poder que minan la efectividad de la empresa.
La dinámica interna de la empresa comienza entonces a generar situaciones en las cuales la competencia entre las áreas y departamentos se convierte en un gran freno que impide que funcionen los procesos y evita que el personal tenga conciencia de la importancia del resultado final, de esta manera, quien terminará pagando las consecuencias de estas situaciones será la empresa, los propios empleados al crear un entorno difícil para el trabajo efectivo y colaborativo y los clientes quienes no serán atendidos en los tiempos esperados, con la calidad deseada y en las cantidades requeridas, dificultándose también las relaciones con los proveedores.
La comprensión de la organización como un organismo vivo y complementario desaparece, la actitud que asumen los gerentes o jefes de área frente a las situaciones cotidianas de la organización se trasladan a los colaboradores quienes dan por hecho que es preciso competir y no necesariamente colaborar con los miembros de los otros equipos; en este sentido, se pierde la conciencia de la importancia que tiene comprender que toda la organización debe trabajar en una misma dirección y que el éxito de un proceso, grupo o departamento no significa la derrota o el fracaso de otra.
Una situación bastante común, por ejemplo, es "trabajar para los reflectores", lo cual hace que los grupos dediquen mucho esfuerzo en mostrar y publicitar sus propias acciones y tareas sin tener en cuenta y valorar que esos logros que se muestran se obtuvieron gracias a la participación y contribución de otras personas y grupos dentro de la misma empresa.
Una empresa por más que esté compuesta por diferentes departamentos, es una unidad que implica que sus componentes funcionen de manera coordinada y colaborando entre sí para el logro de objetivos comunes. Usando la analogía comparativa del cuerpo humano y sus órganos, si bien cada uno de ellos tiene una función específica, el objetivo de todos es el de sostener la vida del cuerpo, al igual que los departamentos de las empresas sostienen la responsabilidad de hacerla funcionar. Adicionalmente, el trabajo colaborativo entre departamentos crea sinergia y permite el uso eficiente de los recursos.
Reconocer estas situaciones, cuando se presentan, nos permite reflexionar y plantear entre todos los miembros de la empresa de modo contundente, la importancia que tienen todos los integrantes de la organización independientemente de la función que desempeñan, lo cual permite reconocer que no somos unidades selladas donde el origen de los problemas y de las equivocaciones siempre será el otro, sino que por el contrario reconocemos que somos una estructura donde el trabajo de un proceso o grupo es necesariamente complementario de los otros y que los resultados que obtiene benefician a la empresa en su conjunto cuando los clientes reconocen que nuestra oferta de valor se cumple cabalmente.