En alguna ocasión me encontraba yo con un par de amigos (uno de los cuales es músico de profesión) dirigiéndonos hacia la casa de otro amigo. En medio de nosotros, justo antes de abrir la puerta, mi amigo el músico se detiene y nos dice tras un prolongado suspiro, como un presagio de lo que iba a pasar: "Aquí huele a música". Acto seguido, entramos a la casa y nos topamos con un piano en una esquina de la sala, un violín descansando sobre el sillón, varias partituras olvidadas en el piso. Fue tal mi sorpresa que, desde entonces, me obsesioné con ese aroma, con respirar la música; tener la música tan impregnada, no sólo en el oído, sino en los demás sentidos.
Alguna vez se han preguntado a qué huele la música. La pregunta suena bastante fuera de lugar, pero si lo analizamos un poquito, tal vez nos demos cuenta de que la música sí tiene un aroma, una esencia particular. En el plano de lo literal, sería imposible olerla; en el plano de lo abstracto la podemos respirar, oler, crear, tocar.
La música es, según la definición del diccionario, el arte de organizar sensiblemente una combinación armoniosa de sonidos. Para mí (y para un buen número de personas), la música lo es todo, es parte esencial en nuestras vidas. Escuchamos música como parte del soundtrack de nuestras vidas: para despertarnos, para bañarnos, para hacer ejercicio, para dirigirnos a nuestro destino, para meditar, para relajarnos, para morir, para vivir etc. Con o sin mucha importancia, es parte de nuestra rutina diaria, el ritual de cada día.
La música nos hace transportarnos de un lugar a otro sin despegar los pies del suelo, nos levanta el ánimo cuando nada puede hacerlo, nos dice todo cuando las palabras no nos alcanzan. Nos ofrece consuelo, nos alegra el corazón.
Más allá de los hechos cotidianos de los que es parte, ésta es un arte, y si hay arte existen artistas, existen músicos. Un músico prepara la canción como un cocinero prepara la comida, le da forma, lo sazona según su estilo, lo moldea según su mente. Crea el platillo, un platillo listo para escuchar, para saborear. Un platillo para sentir.
Es bien interesante todo el contexto que hay detrás de las canciones o los álbumes que escuchamos. El proceso creativo del músico, la concepción de una canción, ese instante en el que de un pensamiento, de una idea, de un toque de inspiración se generó toda una revolución creativa y se plasmó todo en una canción. Es la manera que tiene el músico de despejar su confusión, de expresar sus sentimientos, de vincularse con el mundo.
El músico de oficio tiene impregnada la música en sus cinco sentidos. Siente la música, y así como la puede sentir, la puede oler. Huele a música cuando entras a un cuarto lleno de guitarras, un cuarto desordenado con partituras en el piso, cancioneros, afiches de colección. Una sala de ensayo. Un piano arrumbado. Un estudio de grabación. Un escenario vacío. Las interminables discusiones entre los músicos por ponerse de acuerdo. Los primeros acordes de una canción.
Cuando pienso en los grandes exponentes de la música y en sus grandes composiciones, me dan ganas de respirar el ambiente en que fueron concebidas. ¿Qué habrá detrás de los tangos de Gardel, de los romances de Chopin? ¿A qué olían las calles donde cantaba Piaf o la caverna de los Beatles?
Invito a todos ustedes lectores, a que se acerquen a ver qué hay detrás del telón del soundtrack de su vida. Salgámonos un poquito de la línea plana que a veces resulta ser la razón. Cada día perdemos más nuestra curiosidad, juguemos con ella, pareciera que dejamos escondida en un rincón de la casa nuestra capacidad de asombro. Escuchemos con los ojos, veamos con el alma y olamos música.
Respiremos el aire que nos ofrece el entorno, cerremos los ojos, pongámonos los audífonos y dejémonos llevar por todas las notas de su canción favorita, una por una, sintamos como cada nota se va deslizando por nosotros, como gotas en un cristal.
Usemos todos los sentidos, disfrutemos, hagamos de ésta una experiencia sublime. La música es vida, es sentir, y sobretodo, será siempre una hermosa razón para liberarnos un poquito de este mundo.
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