Alcatraz: fuga imposible, 1979.
El drama carcelario ha producido clásicos. La angustia y la desesperación que seguramente experimentan los internos, así como las consecuencias de la vida en prisión, han sido el pretexto para que cineastas de todo el orbe vuelquen su talento para contar este tipo de historias: perlas de esperanza y redención en un mar de ignominia.
Tan estúpidos como para no darse cuenta de que los presos eran ellos y no nadie más.
José Revueltas. El apando
No son pocas las películas que basan su historia o están rodadas total o parcialmente en prisiones. A decir del Centre for Media and Justice (Southhampton Institute), desde 1910 se han rodado más de 300 cintas de tema carcelario. Por citar un ejemplo, en la década de los treinta la casa productora norteamericana Warner Brothers se vio muy favorecida con la atención del cuantioso público que se lanzó de manera multitudinaria a las salas para presenciar filmes como San Quentin (Lloyd Bacon, 1937) o I Am a Fugitive from a Chain Gang (Mervin LeRoy, 1932), primer gran clásico del género y que consolidó la carrera de su protagonista Paul Muni; 20,000 Years in Sing Sing (Michael Curtiz, 1932) con Bette Davis, sobre un recluso injustamente sentenciado a la silla eléctrica; o Each Dawn I Died (William Keighley, 1939), acerca de un reportero (James Cagney) declarado culpable.
Hijo del célebre pintor renacentista, Jean Renoir tuvo ocasión de dar su punto de vista en torno a lo ocurrido en la Primera Guerra Mundial desde la óptica de unos reos franceses confinados en algún campo de concentración alemán en La gran ilusión (La grande illusion, 1937) con la inopinada aparición en el reparto de Erich von Stroheim, quien posteriormente se volvería un notable realizador.
Con las prisiones militares como fondo, pero ahora en el contexto de la Segunda Guerra Mundial, David Lean dirigió El puente sobre el río Kwai (The Bridge on the River Kwai, 1957), donde un grupo de ingleses es obligado por sus captores japoneses a construir un puente. Siete premios de la Academia, cuatro BAFTA y tres Globos de Oro la respaldan como un clásico de la cinematografía. También ambientada en ese mismo conflicto bélico está El gran escape (The Great Escape, John Sturges, 1963) sobre un muy elaborado plan para lograr la fugaran de más de 200 presidiarios, norteamericanos e ingleses, de un campo de concentración nazi. En Brute Force (Jules Dassin, 1947) un líder de los presos (Burt Lancaster), cansado de vejaciones y humillaciones en el penal de Westgate, decide organizar una fuga con el riesgo de asumir un final trágico.
Entre los dramas carcelarios de esta vertiente, Sueño de fuga (The Shawshank Redemption, Frank Darabont, 1994) es quizá la mejor tramada. Basada en un relato de Stephen King Rita Hayworth y la redención de Shawshank, es un notable filme que habla de la esperanza, la paciencia y el sentido del tiempo. Notables interpretaciones de Tim Robbins y en especial de Morgan Freeman, quien hace gala asimismo de sus innatas habilidades de narrador.
Tiempo después dos personas que trabajaron en Sueño de fuga emprendieron, por separado, proyectos con la temática de la pena capital. Frank Darabont estuvo al frente de Milagros inesperados (The Green Mile, 1999), abrevando nuevamente de Stephen King, ahora de la novela El pasillo de la muerte. Aunque sobrada de tiempo, el resultado final es aceptable y ratifica a su director como un buen contador de historias. Por su parte Tim Robbins encontró en la honestidad y en la ausencia de efectos técnicos y narrativos que inciten al suspenso o a la convención melodramática su mayor conquista con Pena de muerte (Dead Man Walking, 1995). La banda sonora resultó además sugerente con la participación de artistas como Eddie Veder haciendo dueto con el músico paquistaní Nusrat Fateh Ali Khan, o Tom Waits.
Este último, cantante y actor californiano, participó en la interesante fusión de drama y comedia de ambiente penitenciario Bajo la ley (Down by Law, Jim Jarmusch, 1986), película en la que su realizador supo dar vuelta a las limitaciones económicas con imaginativos recursos narrativos. Exquisito trabajo fotográfico de Robby Müller que con sus planos estáticos en blanco y negro apoya el ambiente claustrofóbico.
MÁXIMA SEGURIDAD
Entre los largometrajes que se han basado en hechos de la vida real destacan Expreso de medianoche (Midnight Express, Alan Parker, 1978) tan devastadora como magnífica representación de la prisión, descarnado paseo por la desolación; En el nombre del padre (In the Name of the Father, Jim Sheridan, 1993), basado en un muy bien urdido guión y asentado en las interpretaciones de un muy competente reparto encabezado por Daniel Day Lewis; Huracán (The Hurricane, Norman Jewison, 1999) con gran actuación de Denzel Washington como el ex boxeador Rubin Carter, acusado injustamente de un triple asesinato; y Papillon (Franklin J. Schaffner, 1973), que denuncia lo inhumano de la sociedad y la formación de la fuerza de voluntad y de resistencia en ambientes hostiles de una cárcel en la Guayana Francesa.
Uno de los centros penitenciarios más célebres en la historia es sin lugar a dudas Alcatraz. Sobre él se han rodado varias cintas, despuntando La celda olvidada (Birdman of Alcatraz, John Frankenheimer, 1962), acerca de un reo que durante su encierro descubre su verdadera vocación, la cría de aves; y Alcatraz: fuga imposible (Escape from Alcatraz, Don Siegel, 1979), en la cual el pulso frenético del director y la gélida estampa de Clint Eastwood, junto a la envolvente banda sonora de Jerry Fielding, dotaron al filme de absoluta credibilidad y de poder de convocatoria en taquilla.
La lista de producciones en este universo enrejado puede ser inolvidable y los matices que desde él se proyectan, infinitos. Es imposible dejar fuera producciones que marcaron un hito como El silencio de los inocentes (The Silence of the Lambs, Jonathan Demme,1991) con el magistral Anthony Hopkins en el papel del fascinante Hannibal Lecter. También Bailando en la oscuridad (Dancer in the Dark, Lars von Trier, 2000), protagonizada por una convincente Björk que se llevó el premio a la mejor actriz en Cannes. El drama de La vida de David Gale (The Life of David Gale, 2003), con actuaciones más que solventes de Kevin Spacey y Kate Winslet, en un guión capaz de mantener al espectador al borde del asiento. O la biográfica Capote (Bennet Miller, 2005), donde el siempre efectivo Philip Seymour Hoffman se mete en la piel del periodista Truman Capote en la época en que éste investigaba el sonado asesinato en Kansas que lo llevó a escribir su obra cumbre, A sangre fría.
CELDAS EXTRANJERAS
En otras latitudes han destacado algunos retratos carcelarios: la brasileña Carandirú (Carandiru, Héctor Babenco, 2003) la cual recrea una cruenta redada con final fatídico dentro de ese célebre presidio amazónico. La italiana César debe morir (Cesare deve morire, Paolo y Vittorio Taviani, 2012), docuficción galardonada con el Oso de Oro en Berlín, se centra en la representación teatral que unos presidiarios de la cárcel Rebibbia en Roma hacen del Julio César de Shakespeare. La española Celda 211 (Daniel Monzón, 2009), una de las mayores conquistas del cine ibérico actual, enérgica denuncia e impecable ejercicio de género. La alemana El experimento (Das Experiment, Oliver Hirschbiegel, 2001), con una esmerada y minuciosa construcción psicológica de los personajes, habla de un experimento consistente en estudiar el comportamiento agresivo en un ambiente carcelario simulado. Y finalmente la francesa Un profeta (Un Prophète, Jacques Audiard, 2009), fascinante y contundente historia de un joven árabe-francés que ingresa en prisión para cumplir una pena de seis años; un clásico instantáneo.
PEPE EL TORO ES INOCENTE
En nuestro país, de entre lo más rescatable del género se puede citar a El apando (Felipe Casalz, 1975), basada en la novela del duranguense José Revueltas, adaptada por él mismo y por José Agustín y con el acostumbrado tono de intensidad y fuerza de su director, sobre la desdichada vida de un grupo de presos en Lecumberri. Igualmente inspirado en esa mítica penitenciaría mexicana, Arturo Ripstein filmó en 1976 el documental Lecumberri (el Palacio Negro) con su característica solvencia narrativa.
También en formato de documental han sido las dos últimas muestras rescatables del tema que ha legado la cinematografía nacional: la desgarradora Mi vida dentro (Lucía Gajá, 2007), enfática denuncia del trato discriminatorio con el que se topan los inmigrantes latinos en Estados Unidos; y Presunto culpable (Roberto Hernández, Geoffrey Smith, 2011) en donde se hace evidente la lucha de José Antonio Zúñiga contra el sistema judicial y penal mexicano.
Como se puede apreciar, el género carcelario aún tiene muchas historias por contar y desde diferentes ópticas. Después de todo el anhelo de libertad y la redención son temas universales y de gran inspiración.
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