Estimados amigos, por cuestiones de objetividad es difícil escribir una columna cuando el tema versa sobre una persona que se estima, se quiere y se admira, Rodrigo Ruiz alcanza estas características para quien esto escribe. Rodrigo cubre sobradamente las expectativas que sobre un amigo se pueden tener, todo inició como un reconocimiento al profesional, y posteriormente con una larga charla en la utilería del viejo Corona habilitada como sala para la prueba antidoping, en donde la conexión se dio de inmediato.
Después con mucho gusto y alegría le di la bienvenida como compañero en el 2000 con Fernando Quirarte como técnico. A la salida de Nicolás Ramírez, Jared había tenido diferentes compañeros de habitación, hasta la llegada de Rodrigo, ahí pasamos tardes y noches de concentración en amenas charlas y tuve la fortuna de conocer más al amigo y a la persona que al futbolista, situación difícil en un medio en el que se tienen que guardar las formas y mediar las circunstancias. Nada más afortunado, que la convivencia y la confianza de quienes sin duda se erigen como los máximos estandartes en la aún joven historia del club verdiblanco. Pocos como ellos vivieron con intensidad los momentos de gloria, incertidumbre y sufrimiento que ha vivido el club en su era reciente. La noche previa al campeonato del 20 de mayo de 2001, bromeábamos de lo que fuera, tratando de ahuyentar el fantasma de la incertidumbre, hasta que en un momento dado y en la confianza de la amistad nos sinceramos y llegamos a la conclusión de que teníamos todo a favor, y que podíamos lograr el título, por lo que pudimos descansar. Al día siguiente, tan pronto como finalizó el partido corrió por todo el campo a toda velocidad y logré lo que podría considerarse imposible: alcanzarlo para celebrar juntos el campeonato, promesa que nos habíamos hecho la noche previa, y así fue allá por la esquina sur cercana a Sol, gracias a los compañeros y aficionados que lograron detenerlo en su feliz carrera de festejo.
Rodrigo vive el momento actual de su club con su entereza característica, con la que ha sabido afrontar todas las circunstancias de su vida; vive el momento y el día a día con el gusto de siempre; en el desempeño de su profesión con la alegría de un novato y con la disciplina que le han permitido una larga vida profesional, espera el final con la madurez y entereza del que sabe que nada se le puede reprochar, pues ha sido todo un profesional, cabal al 100%. El epílogo de su carrera es toda una incógnita en cuanto al día en que pondrá punto final como jugador, por el momento sigamos disfrutando de la alegría de ver correr con entrega a un brioso Pony por los campos, larga vida amigo. ¡Hasta la próxima!
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