La semana pasada, en un programa de radio de la Ciudad de México, llamó por teléfono una persona solicitando ayuda para conseguir empleo. Mencionaba que a pesar de haber buscado trabajo afanosamente, sus esfuerzos no habían tenido éxito. Su problema para conseguirlo: la edad, 82 años. Podemos pensar que ante esta edad es imposible conseguir algún empleo, por lo menos en nuestro país.
Si en México las estadísticas muestran que el 90% de las ofertas de empleo son solamente para personas menores de 35 años, a quienes rebasan este límite ni siquiera se les entrevista, lo peor de todo es que esta discriminación por edad va en aumento año tras año. Y del 10% de las ofertas de empleo para mayores de 35 años, solamente el 2.7% son empleos reales y en sólo dos áreas: personal de limpieza y guardias de seguridad. El restante 7.3% comprende ventas engañosas o con fraudes en las que se obliga a las personas supuestamente "empleadas para trabajar", a comprar productos para revenderlos.
Las estadísticas también muestran que el origen del 55% de la desocupación se debe a razones de algún tipo de discriminación: color de tez, ojos, estatura o edad. Con ello se deja fuera a muchas personas que están calificadas para desempeñarse en las plazas laborales disponibles. En muchas ocasiones, a pesar de que, quienes envían o entregan solicitud para algún empleo disponible, cumplen con los conocimientos, habilidades y actitudes solicitadas y desde el punto de vista médico gozan de buena salud, el ser mayores de 35 años los elimina de manera automática.
A pesar de que la Procuraduría Federal de la Defensa del Trabajo realiza esfuerzos por impedir la discriminación para conseguir empleo y de que asociaciones civiles no gubernamentales en alianza con abogados han emprendido procesos jurídicos en casos específicos de personas discriminadas por su edad, la solución definitiva la podrían dar los empresarios aceptando que si el perfil del puesto respecto a capacidad, conocimientos, habilidades y estado de salud mental y física, se cumple en los solicitantes, se les dé la oportunidad de un trabajo en donde puedan aportar su experiencia.
Desafortunadamente, respecto a la discriminación por edad, el IFE pone la muestra, limitando a 60 años la edad de quienes estén interesados en solicitar el puesto de Capacitador y Supervisor Electorales. Entre los requisitos, a la letra establece: "No tener más de 60 años de edad al día de la jornada electoral". Realmente no hay ninguna razón que justifique esta restricción, el buen juez por su casa empieza. Cualquier persona mayor de 60 años de edad que demuestre que reúne el perfil solicitado para ser Capacitador o Supervisor Electoral debería ser contratado para ello, sobre todo por el hecho de que es un trabajo eventual. En todo caso, si el IFE aplicara este mismo criterio de edad límite en los puestos públicos, muchos políticos ya estarían en la banca de los desempleados.
Con el aumento vertiginoso en la expectativa de vida en las próximas décadas (ya vamos en 75 años), por qué negarle la oportunidad de trabajar a una persona de 35 ó 40 años que está en el umbral de un periodo de unos 30 años más de vida activa. Los casos como el de la persona que habló al programa de radio seguramente son muchos en nuestro país, pero en otros países ya se están dando los primeros ejemplos de vida productiva a edad muy avanzada en personas ordinarias.
En abril del año pasado, falleció Buster Martin, maratonista de Londres, a la edad de 104 años. La prensa de Inglaterra se ocupó de mencionar a Buster, no sólo por su avanzada edad, sino principalmente porque acudió a su trabajo hasta el mismo día anterior a su muerte. Trabajaba un negocio de plomería. Martin fue muy afortunado no sólo por estar en buenas condiciones físicas para trabajar, sino por encontrar un empleador dispuesto a reclutar a un nuevo empleado cuya edad, al momento de la contratación, estaba muy cerca de los cien años.
Es un error limitar la edad en la selección de personal, por lo general, los empleados con más años resultan ser los más productivos para sus empresas. Afortunadamente en el mundo está aumentando la concienciación con relación a la discriminación por edad y se refuerzan las acciones para combatirla. Hoy son 29 países que ya cuentan con leyes que prohiben explícitamente la discriminación por razones de edad. Muchos de estos países han llevado a cabo campañas de información para superar la resistencia a contratar trabajadores de edad avanzada.
Debemos poner atención en el desequilibrio que ya existe entre quienes son trabajadores en activo y quienes están desempleados o jubilados, este desequilibrio pone en peligro los sistemas de seguridad social. Acortar la vida laboral al mismo tiempo que se avanza considerablemente en el aumento de la expectativa de vida, producirá resultados que habremos de lamentar.
La edad es considerada como una variable de ajuste en donde se obliga a los trabajadores mayores a que abandonen el mercado laboral, y dejen sitio a los jóvenes, reforzando la idea de que el futuro pertenece a la juventud, y que sólo los jóvenes pueden ofrecer el dinamismo y la motivación que necesitan las empresas.
En algunos países europeos, se ha optado por reformar los planes de pensiones y sus políticas laborales como, por ejemplo, aumentar la edad de jubilación y detener las jubilaciones anticipadas. La discriminación laboral de cualquier tipo, es el resultado directo de prejuicios culturales de las empresas.
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