EL PRIMER GRITO DE CERO CORRUPCIÓN
En la edición 2011 de su Índice de Percepción de la Corrupción, que elabora desde 1995 la organización Transparencia Internacional, advierte que sólo 49 de los 183 países estudiados tienen índices positivos en esta asignatura. La corrupción es un mal sistémico en el mundo. Dos tercios de los países no aprobados tienen en total bastante más de 4,000 millones de habitantes. La crisis no ha mejorado los parámetros de la corrupción. Los países están concentrados en atender y solucionar la crisis de la deuda y los problemas financieros y el mundo parece desplomarse en una situación dramática. México ocupa el lugar número 100 entre estos 183 países.
En medio de esta crisis de corrupción adquiere aún más importancia la última lección que Sócrates dio al mundo. Fundador de la filosofía moral, como la conocemos en Occidente y que posteriormente Aristóteles le llamara Ética: tratado del carácter y de la virtud como hábito de hacer el bien. Sócrates fue acusado de ateísmo y de corrupción de la juventud ateniense por enseñar que había un dios diferente de los dioses oficiales de la ciudad, cuya voz, que él seguía desde niño, le había apartado del mal y le había enseñado a hacer el bien. Se defiende él solo ante los jueces y no se retracta de lo que le acusan e incluso les dice que si lo absuelven seguirá enseñando lo mismo y, además, no puede traicionar a todos los que le han seguido. La ironía, que era su arma predilecta al filosofar, esta vez le costó la vida.
Los enemigos de Sócrates lo consideraban parte de los sofistas, la escuela anterior a él, retóricos que no creían en la verdad, que en realidad se convirtieron en embaucadores que usaban argumentos ingeniosos para convencer a los demás. Terrible error, porque él, contrario a los sofistas, ponía por delante su amor a la verdad y al bien, y acusaba a los sofistas de ignorancia porque estaban más seguros de su propia sabiduría que de la verdad misma.
El tribunal de los Quinientos lo declara culpable y lo condenan a la pena de muerte con la cicuta o veneno mortal. Muere víctima de su amor a la justicia que respetó hasta el último momento sin aceptar retractarse ni escapar a ella por medios ilícitos. Tampoco cedió a las presiones de sus amigos que lo querían convencer de que escapara de la cárcel y de la ciudad para evadir la justicia de Atenas.
Debido a una costumbre religiosa de la ciudad que tenía lugar en esos días, tuvo que pasar un mes entre la condena y la ejecución. Sus amigos aprovecharon ese tiempo para tramar una solución y sacarlo de la cárcel. Reunieron suficiente dinero para pagar a los carceleros y a los posibles delatores profesionales de los que se fugaban. Los amigos de Sócrates encargaron a Critón -un amigo adinerado- la tarea de visitarlo en la prisión y convencerlo del plan. Se trataba de un doble acto de corrupción, con soborno y pago de chantaje de por medio.
Hay quienes creen que la corrupción es propia de la naturaleza humana pero están equivocados, es propio, no de la naturaleza humana, sino de la libre voluntad de las personas que deforman su conciencia al practicarla. Sócrates, creador de la filosofía moral y campeón de la justicia, en vísperas de morir por sus convicciones, fue asediado por sus seguidores, quienes no aceptaban que una vida tan valiosa fuera injustamente cortada. Estaban convencidos de que el fin justifica los medios y trataban de validar su mala acción ante el maestro. Sin embargo, Sócrates les dio una inolvidable lección de integridad.
Critón entra en la madrugada a la cárcel sobornando al carcelero y se presenta ante Sócrates con la propuesta mencionada de "comprar" a los carceleros y a los delatores. Le insiste en que hay dinero suficiente para pagarles a todos. Para Sócrates aceptar eso significaba traicionar su vida, su pensamiento y su conciencia y hubiera sido como invalidar todo lo que había enseñado. Para él, las razones de sus discípulos eran muy débiles frente a las leyes que debían ser respetadas para no provocar la ruina de la democracia. Su última lección es el primer grito de "cero corrupción" en la historia de la ética.
El maestro le dice a Critón: "Las leyes pueden estar erradas, por tratarse de cosas humanas, pero esencialmente tienen una raíz divina, y atentar contra ellas sólo puede causar males. Hay que obedecer las leyes con todas sus consecuencias".
Critón le insiste: "No desistas de salvarte, estás traicionando a tus hijos que se quedarán huérfanos, estás siguiendo el camino más fácil, no el de un hombre de bien que toda su vida ha procurado la virtud. Seríamos unos cobardes si no te sacáramos de la cárcel". Sócrates se mantiene en sus cabales, sin alterarse para nada. "Yo no sólo ahora sino siempre he sido un hombre dispuesto a obedecer a lo que la razón me demuestra como mejor. Si no hay otras razones mejores no puedo aceptar esa propuesta que me hacen. No es el vivir lo que ha de ser estimado en el más alto grado, sino el vivir bien, rectamente. Y vivir bien, vivir honestamente y vivir justamente son lo mismo".
Lección de integridad, de amor a la justicia, de honestidad y de amor al bien y a la virtud más que a la vida misma. Y le añade a su discípulo: "Pensemos más bien si obramos justamente pagando dinero y prodigando favores a los que me sacarían de la cárcel, o si realmente haciendo así cometemos una verdadera injusticia. Hemos de sufrir lo que quiera que fuese con tal de no cometer una injusticia... El cometer una injusticia es malo y vergonzoso para el que la comete. No se debe devolver injusticia por injusticia, ni hacer daño aun en el caso de que recibamos un mal, el que fuere. Esos no son modos rectos de obrar. La virtud y la justicia, las normas tradicionales de conducta y las leyes han de gozar de la máxima estimación de los hombres".
El carcelero le ofreció la copa de cicuta con gesto de tristeza o vergüenza. Sócrates, alzándose de manera decidida, tomó el veneno tras haber pronunciado su discurso sobre la inmortalidad del alma. Incorruptible hasta el último momento, cumplió la condena.
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