Son más de mil piezas que recrean un poblado exótico.
El garaje de esta casa se convierte cada diciembre en una galería abierta al público para admirar, quizá, el nacimiento tradicional más grande colocado por una familia capitalina: la familia Ontiveros.
Son más de mil piezas que recrean un poblado exótico. Zonas selváticas atravesadas por un puente de madera en el que un pastor conduce a su rebaño de ovejas se combinan con un desierto de arena blanca en el que acampan caravanas de árabes y sortean el frío nocturno con fogatas de verdad, formadas con pequeñas tuberías que emiten una llama parecida a una flor naranja de cuatro pétalos.
"Vivimos desde hace 47 años en esta casa, los mismos poniendo el nacimiento, es una tradición que nos inculcaron nuestros padres", dice Miguel Ontiveros Rodríguez, uno de los siete hermanos que continuaron la costumbre, que incluye tener listo el nacimiento el primer domingo de diciembre.
La casa ubicada en Eje 5 Sur casi esquina con Playa Caleta, colonia Militar Marte, en la delegación Iztacalco fue la tercera de la familia.
Los padres de Miguel Ontiveros tuvieron siete hijos, que siguieron con esta costumbre. El nacimiento comenzó en una mesa, pero a la gente le gustó mucho y pedía entrar a verlo. La familia ahora tarda 15 días en ponerlo, participan 25 personas y cada año tiene un toque distinto. En 2011 colgaron piñatas en el techo, ahora son piñas de pino con foquitos.
Las puertas están abiertas hasta las dos de la mañana. La fama de este nacimiento –iluminado por 48 series de focos– es tal que la gente hace fila en las noches para verlo, mientras vendedores colocan una romería y juegos mecánicos alrededor de la casa.
El pasillo que conduce a la entrada de esta casa –donde vive Concepción Ontiveros, la hermana mayor–, divide al nacimiento en dos secciones.
En una sección, a casi dos metros de altura un río tiene el inicio de su cauce y desciende hasta el suelo donde forma un estanque donde arrojan monedas. Patos, ranas, peces y aves tiene su hogar en este espacio.
Alrededor del cuerpo de agua, campesinos de cerámica maltratadas por el tiempo o por el golpe de una moneda cultivan coles, cebollas y otras verduras.
En la otra sección, en una meseta por encima del desierto donde acampan árabes, está el pesebre de un metro de alto. La familia se adelantó un poco a la tradición, pues han colocado la figura de un niño Dios antes del 24 de diciembre. Esta figura es una de las más antiguas.
“Mi mamá lo trajo hace 38 años de España. Le gustó porque el niño es morenito”, explica Manuel sonriente.
Los muros del garaje son pintados con palmeras y casas de Medio Oriente, mientras que en las ventanas de la planta alta del inmueble colgaron mantas con un cielo estrellado y ángeles que vigilan lo que ocurre abajo.
Los visitantes se toman fotos y conviven Antonio vino con su esposa desde Naucalpan. “Por estas fechas pasó para verlo. Todos los años es diferente y no hay cosa ‘a la que le pongas un pero’”.
Lucía vino desde Neza con su hijo y nuera. “El año pasado ya no pudimos verlo de noche, porque está muy lleno y no había donde estacionarnos”, dice.
Miguel Ontiveros comenta que el cariño de la gente expresado con cartas y tarjetas de felicitación les motiva a continuar. Pero más allá de la tradición, el nacimiento representa un motivo para unir a la familia, pues para colocarlo llegan parientes de Yucatán, Guerrero y Puebla.
Asegura que el futuro de este nacimiento está garantizado. “Esto se va a mantener toda la vida. Quedamos cuatro de los siete hermanos, dos mujeres y dos hombres, y siguen mis sobrinos, mis hijas, los nietos…, esta casa nunca se va a vender y la tradición nunca se va a perder”.