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Creer o no creer

Adela Celorio

Y ahora, a empujar la rueda de nuevo. Otros trescientos sesenta y cinco días que pasarán por los mismos lugares, se detendrán en las mismas estaciones, y yo que conozco bien el mapa, seguiré tan extraviada como siempre. Para empezar ligera este 2012, aunque sólo sea por hoy intentaré ser leve y confesaré sin pudor que aunque mi vida exige urgentes cambios de actitud, no me hago ilusiones. Seré la misma desordenada e imprudente de siempre; tal vez un poco más colmilluda, lo cual tampoco sirve para maldita la cosa. Cometeré los mismos errores, me aferraré a las mismas necedades, me enojaré cuando el cuerpo me lo pida, e intentaré si acaso ser más tolerante... conmigo y con mis pecados.

Espero ¡eso sí! que mi ración de lágrimas sea escasa y en cambio las posibilidades de amor se multipliquen. Como es mi costumbre, recibiré con curiosidad y avidez cualquier sorpresa y cara nueva que traigan los días. Abrazaré a mis viejos amigos con el corazón agradecido, seguiré bailando hasta que se me desmorone el esqueleto, y no dejaré de cantar aunque desentone. Ni siquiera tengo la buena intención de dejar de maldecir cuando el estrangulado tránsito de esta ciudad me paralice o de abandonar mi pleito contra los parásitos desvergonzados (llámense diputados, senadores o como se llamen) que meten sus insaciables manotas en los dineros públicos. Ni modo, así es mi vida y sólo la viviré una vez. Dicen que si se hace bien con una vez basta, pero ¿quién lo hace bien? Como todos los años cuando empiezan; creer o no creer es el dilema.

Evidencias y razones no faltan para descreer. Desde los apocalípticos que aseguran tener pruebas "científicas" de que este año se acaba el mundo, hasta los que piensan que México no tiene salvación y promueven la desesperanza. Yo en cambio elijo empezar el recorrido de este 2012 creyendo que las hadas existen, y que el mundo sólo se acaba para quienes mueren. Si me encuentro entre ellos, espero morir de un ataque fulminante de risa. Elijo imaginar que como el flautista de Hamelin, cualquier mañana soleada atraeré a la gente leyendo poesía en voz alta en un parque público. Que este verano, como cuando era niña, después de un buen chubasco saldré descalza a chapotear en los charcos y que alguna noche de éstas, tendré la oportunidad de ponerme un hermoso vestido color escarlata para asistir a un gran baile. Como ahora ya sabemos que no existe el candidato excepcional, amoroso y lleno de virtudes que hará el milagro de acabar con la corrupción, la impunidad, con el narco y la pobreza; elijo creer que una ciudadanía organizada y madura otorgará su voto al candidato que con sus antecedentes; haya demostrado un genuino interés por mejorar la vida de la gente.

Elijo pensar que considerando la nefasta experiencia obtenida, esta vez eliminaremos de las intenciones de voto a cualquier candidato que acepte el tóxico apoyo a la Gorda Gordillo que como todos sabemos, sólo significa un atraso criminal para la educación de nuestros niños y una fianza para la corrupción.

Quiero creer que por la desafortunada experiencia, hasta el más desleído de los candidatos se negará a promoverse convirtiendo en cartelones, pendones y basura; las escandalosas sumas que le otorga el contribuyente de un país con cuarenta millones de pobres.

Insisto en que esta vez la ciudadanía ya cuenta con los medios democráticos para extirpar por fin los malignos y contagiosos usos y costumbres del sistema político mexicano. Conste que desde el principio de esta nota expresé mi deseo de entrar ligera y optimista en 2012. La alternativa es la queja, el pesimismo y la desesperanza. Usted elija pacientísimo lector.

Adelace2@prodigy.net.mxs

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