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Cuaresma opaca

JUAN VILLORO

 A Yer comenzó uno de los periodos más extraños de la vida política mexicana: el Instituto Federal Electoral decretó una tregua de seis semanas para los candidatos a la Presidencia. A esta cuarentena se le da el forzado nombre de "intercampañas".

Con esta medida, el organizador y supervisor de la contienda se otorga a sí mismo una exclusiva. Toda la publicidad saldrá de sus oficinas.

Es obvio que las campañas son demasiado largas y costosas, pero llama la atención que se acorten de este modo. ¿No sería mejor que una vez ensillados, los caballos fueran al hipódromo? Si los candidatos se escogieran a mediados de marzo, la intercampaña podría evitarse.

Pero eso restaría preponderancia al IFE. Una extraña mezcla de deseo de control y narcisismo burocrático transformará a los organizadores en protagonistas de mes y medio.

Para la población, que ya no habla de otra cosa, el efecto es el de un coitus interruptus. Seis semanas de agua fría.

La lucha entre los candidatos se volvía tupida cuando el IFE metió el freno. Extrañamente, no lo hizo a través de un decreto, ni de un acuerdo tomado por el pleno, sino de un desplegado. Dada la importancia de la orden, su difusión resulta, por decir lo menos, informal.

Varios actores políticos han cuestionado la legalidad de la disposición. Sin embargo, nadie se atreve a violarla por temor a un castigo que podría, incluso, invalidar una candidatura. La disposición es difusa, pero sus consecuencias pueden ser muy concretas.

Por otra parte, la pausa obligatoria mete a los medios en vericuetos interpretativos. De acuerdo con el IFE, en las seis semanas de recogimiento electoral, la libertad de expresión estará garantizada, pero los candidatos no podrán promoverse como tales.

Llegamos a un asunto teológico: ¿cómo se promueve el alma humana? Hace un tiempo, un grupo de amigos hablábamos de cierto escritor que vive para la autopromoción. Una amiga encaró a uno de los presentes y dijo: "Tú también te autopromueves: el otro día fuiste muy simpático". En sentido estricto, tenía razón. Lo mismo ocurre con los políticos. Si quedan bien en una entrevista que no se refiera los comicios, de manera indirecta aumentan las posibilidades de que voten por ellos. ¿Qué deben hacer los periodistas? ¿Obligar a los contendientes a quedar pésimo para que no se sospeche que se promueven?

El artículo 4 del desplegado es un homenaje a Cantinflas: "Durante las seis semanas que dura este periodo, la vida democrática del proceso electoral no se detiene. Sin embargo, la ley electoral impide a los partidos, a las y los precandidatos realizar actos anticipados de campaña". No se puede hacer proselitismo, ni contratar publicidad, ni usar los tiempos de gobierno, "pero el proceso electoral no se detiene". ¿Cómo continúa lo que no sucede? El IFE se ha vuelto metafísico.

En vez de la propaganda que mancilla las ciudades, necesitamos discusiones, información, debates. La pausa de seis semanas equivale a suspender un partido de futbol cuando el estadio ya está lleno y anunciar por el sonido local que, en vez del juego, el árbitro dirá unas sentidas palabras. Imaginemos las menciones que recibiría la sufrida madre del silbante.

Desde un punto de vista táctico, la medida no es imparcial. Enrique Peña Nieto lleva delantera en las encuestas. La congelación de seis semanas resta tiempo y posibilidades a quienes luchan por alcanzarlo. Josefina Vázquez Mota apenas acaba de ser lanzada. Era la mejor opción que podía presentar el PAN; su candidatura ya ha disminuido la delantera del candidato del PRI, pero debe perder impulso por decreto. Por su parte, López Obrador lleva años recorriendo el país en sus cambiantes funciones de presidente legítimo y candidato del amor. Le ha dado la mano a uno de cada tres mexicanos, pero no ha tenido el mismo acceso a los medios que Peña Nieto, dadivoso cliente de Televisa, ni que el PAN (el lema más fraudulento de la vida nacional aparece al término de los anuncios que promueven a la Presidencia: "Este mensaje es ajeno a cualquier partido político..."). Es hora de que disponga de acceso equitativo. También él ha ampliado su horizonte, pero debe hacer siesta obligatoria.

Total que cuando la obra se ponía interesante, el IFE mandó a su casa a los actores.

La democracia mexicana es una de las más costosas del mundo. Después de las trampas que el PRI perfeccionó durante décadas, renovando el idioma con expresiones como "operación tamal", "casilla zapato" y "ratón loco", era indispensable vencer la desconfianza que suscitaban las elecciones. La creación de la credencial de elector y las ejemplares elecciones del año 2000 suscitaron tanto entusiasmo que daban más ganas de votar por el IFE que por los partidos.

Pero las instituciones son guiadas por personas y las del IFE actual han decidido hacerse las extravagantes.

Como tantas veces, lo que sucede en nuestra "suave patria" remite a López Velarde. Cuando el poeta habló de la "cuaresma opaca" prefiguró sin saberlo el inútil ayuno político que define nuestra hora.

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