Estas personas pueden pasar largos periodos de tiempo realizando actividades físicas, sin control alguno.
Los especialistas la comparan con la anorexia, pues se considera a la vigorexia un trastorno psicosocial, que tiene que ver con el rechazo del cuerpo físico o lo que percibe la persona al verse al espejo, influenciado por el "bombardeo" de publicidad a través de los medios de comunicación, en donde el mensaje es básicamente alcanzar el "cuerpo perfecto".
Quien padece vigorexia nunca está conforme con su imagen, ya que se siente débil, excesivamente delgado y falto de musculatura; aunque en realidad no sea de esa manera.
Estas personas realizan ejercicio de forma exacerbada, sin control alguno y pueden pasar largos periodos de tiempo llevando a cabo actividades físicas, descuidando o dejando de lado otras tareas, y sin que se sientan satisfechos o conformes con la rutina que realizaron.
Generalmente la vigorexia se asocia con el fisicoculturismo, en donde quienes acuden al gimnasio pueden pasar hasta más de cuatro horas levantando pesas, sin obtener los resultados que desea.
Los problemas que desencadena este trastorno emocional, además de alteraciones en la salud, pueden ser de trascendencia social, ya que la persona que la padece puede llega a tener fuertes discusiones con su familia o amigos, el día que por alguna razón no acudió a realizar su rutina de ejercicios.
El individuo que desea alcanzar gran musculatura y que por ende se somete a fuerte actividad física, en el caso específico de quienes levantan pesas, automáticamente modifican su plan alimenticio, el cual lógicamente debe variar para alcanzar los objetivos que se quieren obtener; sin embargo al comenzar a consumir importantes cantidades tanto de calorías como de proteínas, el organismo puede sufrir irreversibles alteraciones en la salud, tales como diabetes, glicemia y colesterol, entre otras.
Diversos estudios afirman que la vigorexia no tiene más de siete años desde su existencia, y se presenta más comúnmente en hombres que en mujeres. Se dice que anteriormente quien padecía este trastorno emocional eran sólo dos de cada diez individuos; sin embargo hoy en día la cifra ha aumentado hasta alcanzar los cuatro de cada diez, ya que hay mayor presión social; lo cual resulta preocupante entre los especialistas, sobre todo por las secuelas que puede dejar en cuanto a la salud de la persona se refiere.
El tratamiento
Una vez que se ha detectado que la persona presenta este trastorno de vigorexia, el primer paso para salir de éste es que acepte que está atravesando por un problema emocional que puede afectar su salud y busque ayuda profesional, misma que puede recibir por parte de un nutriólogo o bien mediante un psicólogo, según la gravedad de los síntomas o si la realización de la actividad física ya se ha convertido en una obsesión; ya que una terapia psicológica le ayudará a volver a distinguir la realidad como se percibe socialmente, y no aquélla que auto-percibe de manera distorsionada sobre su cuerpo.