En teoría en las próximas elecciones presidenciales los tres candidatos serán la Madre Teresa, o jugarán a serlo. No habrá campañas sucias en los anuncios oficiales de los candidatos y cada uno de ellos hablará de sus rivales comedidamente.
Por distintas razones ni Peña Nieto, ni Josefina Vázquez Mota, ni Andrés Manuel López Obrador quieren ser vistos como rijosos. El primero, porque es el líder en las encuestas de intención de voto y los cánones mandan que el delantero no haga referencia a los que le siguen, ni siquiera para distinguirlos con algún denuesto. Josefina tampoco porque ella jugará a posicionar la imagen de Dama de la política: femenina, portadora de valores éticos, propositiva. De su boca no deberán salir culebras. Y del nuevo AMLOVE mucho menos. La República del Amor no puede construirse sobre descalificaciones al resto de los habitantes de la república.
Todo eso en la superficie. Por debajo de la mesa serán las elecciones más escatológicas de nuestra breve historia electoral. La influencia que ha adquirido la blogosfera, el peso real o atribuido que tiene sobre la opinión pública, y la ausencia de filtros y controles del IFE o de cualquiera otra instancia, la convierten en un vertedero perfecto para todo tipo de detritos y materiales tóxicos.
En la práctica todos los cuarteles de guerra electoral tienen equipos trabajando para convertir la imagen de sus rivales en palo de gallinero. Expertos en exhumación de cadáveres mediáticos y especialistas en redes para sembrarlos de tal forma que se conviertan en piezas virales en el ciberespacio.
Nunca como ahora veremos circular anécdotas de los candidatos distorsionadas para hacerlos objeto del ridículo. Datos parciales cuidadosamente elegidos para mostrar presuntas debilidades de carácter, vicios ocultos o simplemente mañas indeseables.
Hace unos días, la respuesta incoherente de Josefina Vázquez Mota a una pregunta en entrevista matutina de radio por vía telefónica fue convertida en una campaña viral en redes sobre un presunto alcoholismo. Innumerables tuits afirmaban que estaba borracha en el momento de la entrevista. Comentarios en Facebook y en páginas Web alimentaron las charlas de sobremesa en todo el país sobre los vicios de la candidata. Luego trascendió que ella había pasado la noche en el hospital para acompañar a su hija, quien había sido internada; la fatiga y el insomnio obligado habrían explicado el lapsus de la panista.
No sólo el morbo explicaría la explosión de estos incidentes en la blogosfera. Es embriagante la sensación de que por fin se puede acceder (y generar) información que tradicionalmente ha sido filtrada, censurada o distorsionada por los medios. Y en efecto, en ocasiones son las redes las que hacen posible circular información que nunca habría llegado a los medios de comunicación tradicionales. Hace 5 años no habría trascendido la golpiza indignante que el empresario Miguel Moisés Sacal propinó a un empleado. Los medios convencionales no la habrían recogido al tratarse de un asunto entre particulares. Pero el video en las redes lo convirtió en noticia y acabó en televisión en horario triple A.
Pero tampoco debe ignorarse que en materia de política electoral hay estrategias para catapultar algunos temas mediante fórmulas artificiosas. Estrategas con pequeños ejércitos a su servicio que inundan las redes con avatares (personalidades ficticias de la red) capaces de convertir un hashtag en tendencia en cuestión de minutos.
La única defensa contra esta manipulación es el periodismo en su mejor expresión. Los medios de comunicación profesionales (diarios, portales, noticieros) están obligados a ser sensibles a los temas que circulan en la red, pero también a convertirse en notarios que dan fe de la autenticidad o falsedad de los contenidos que afectan la vida pública. Después de todo son los únicos con reporteros y editores de tiempo completo, dedicados a la generación y verificación de noticias.
Me parece que en el futuro los medios de comunicación se jugarán la credibilidad, en parte al menos, en razón de su actitud frente a las redes. Ignorar sus contenidos será tan perjudicial como abrazarlos de manera indiscriminada simplemente porque son populares.
El periodo electoral que está arrancando pondrá a prueba a la ya atribulada industria de generación de información que constituye la suma de todas las salas de redacción del país. Circularán todo tipo de rumores sembrados sobre milagros e infamias de Peña, Josefina y AMLO. Según las redes serán héroes absolutos o pérfidos villanos. Si no nos cuidamos terminaremos votando por un avatar en la boleta electoral. Será tarea del buen periodismo decantar cuánto hay de sólido en todo el material informe que flotará en la blogosfera, y descubrir quienes son realmente estos que aspiran a gobernarnos y de que están hechos sus proyectos. ¿Estaremos periodistas y medios a la altura de la faena?