Ni soy la madre Teresa de Calcuta (con todo el respeto que se merece su persona), ni el grillo pepe para andar haciendo conciencia en la gente sobre lo que deberían o no hacer.
De ninguna manera intento convertir en aburrimiento el tema, mucho menos hacer que usted deje de leer esta columna.
Soy de aquéllos que piensan que para hacer periodismo cultural no es necesario darle a las personas una dosis de aburrición, o un buen suministro de artículos tediosos sobre, de por sí, un tema bastante trillado, ¿por qué los mexicanos no nos interesamos en nuestra propia cultura?
Y es que seguramente hayamos escuchado o leído ya cientos de artículos de cómo la mayoría de la sociedad mexicana hemos dejado que la cultura, al igual que nuestro interés en ella, se apague poco a poco. De la misma forma en que encendemos fuego al necesitarlo y despiadadamente lo extinguimos cuando hemos sacado ya todo lo que deseábamos de él.
Esa pequeña llamarada que con esfuerzo trata de seguir dando calor, es la cultura de México.
Pero, ¿por qué nos aburrimos cuando nos mencionan la palabra cultura?
La respuesta es, muy probablemente, porque muchos tienen mal conceptualizado lo que en verdad significa, no sólo se trata de lo que ya todos sabemos, lo cual nos da flojera o indiferencia indagar al respecto; nuestras raíces, tradiciones, el folklor, las más de 60 lenguas alrededor de todo el País, la comida, los vestigios prehispánicos, etc.
De los pocos periodistas culturales que existen en México, la mayoría sabe que contarle a un mexicano que su Himno Nacional ha sido elegido en varias ocasiones como uno de los más bellos de todo el mundo, no lo haría saltar de emoción, ni le despertaría especial interés.
No es que esté generalizando, pasa que particularmente en Torreón, los laguneros se encuentran a kilómetros de interesarse por lo que conlleva la cultura.
Lo que quiero hacer entender es que no sólo es lo que nos enseñaron en primaria, lo cual odiábamos aprender; los mayas, aztecas, toltecas, irritilas, la música, los bailes.
Cultura somos nosotros; es despertar en las mañanas y fijarme una meta a cumplir ese día. Es querer la calle en la que vivo, es platicar con los hijos.
Darse el tiempo para leer un libro, ir al teatro o al cine para que no me cuenten cómo es. Aceptar la multa si me pasé el rojo, valorar los museos, las calles, invitar a nuestros parientes o amigos extranjeros a que conozcan el País.
No subestimar lo que puede hacer el gobierno, no demeritar el trabajo del compañero alabando todo lo que no es de México, pagando cantidades exorbitantes a extranjeros por trabajos que podemos hacer nosotros mismos.
Cultura es pensar, disfrutar lo que somos y analizar, ¿si tenemos la materia prima, por qué no aprovecharla?
México puede ser tan rico como nos lo propongamos, no hablo de quererse los unos a los otros y vivir en una utopía de amor. Porque bien sé que vivimos en un País en donde por más que tratemos de ser felices, el pensar que debemos comprar el kilo de huevo nos distrae de la meta.
La finalidad es una sola.
¿Qué pensarían si les dijera que nuestra cultura puede volvernos ricos?
Cultura no sólo son nuestros orígenes, la historia; son las ideas y las acciones que tomamos; es innovar y tratar de ser siempre mejor, pero no mejor que el otro, sino cada vez ser mejores que nosotros mismos.
karen_leyvaa@hotmail.com
