Orgullo. Un grupo de médicos mexicanos que participan en misiones de Médicos Sin Fronteras, pertenece al grupo de élite de la organización por su capacidad de diagnosticar con pocos recursos.
MÉXICO, DF.- Cuando los galenos mexicanos de Médicos Sin Fronteras (MSF) llegan a atender a niños desnutridos en Niger o a los refugiados en Somalia, tienen una ventaja sobre sus colegas europeos: haber hecho su servicio social en zonas rurales de México como la Tarahumara.
"Tienen esa habilidad de tomar decisiones rápidas, diagnosticar con pocos elementos, por eso están siendo muy exitosos, quizá sin rayos X, tomografías, que eso se diferencia mucho, por ejemplo, de un médico alemán que en Berlín tiene toda la tecnología y no sabría cómo actuar sin ella", explica José Luis Michelena, gerente de comunicación del organismo.
Un grupo de 40 mexicanos -entre médicos, anestesiólogos, enfermeros, arquitectos y demás profesionistas- trabaja actualmente para la organización internacional y algunos de ellos pertenecen al equipo especial de emergencias, considerado la élite de la organización.
El Sida
La labor que desempeña Blanca Aguilar en Mozambique es fundamental para mantener la salud de los niños en ese país.
La enfermera originaria del Distrito Federal coordina el proyecto de Sida y Tuberculosis en Maputo, capital de la nación africana, donde atiende a la población en general, pero en específico a niños o madres embarazadas próximas a dar a luz.
"La gente muere de malaria, infecciones respiratorias, violencia urbana, es una provincia pobre muy poco desarrollada. La capital es un pueblo y cuando comenzamos -en 2009- teníamos 11 por ciento de prevalencia de VIH, ahorita estamos con el 8 por ciento de prevalencia", relata en una de las memorias de la organización.
"Cuando llegamos no había tratamiento antirretroviral ni médicos, sino agentes sanitarios o enfermeros. Es un país muy pobre, muy relegado, durante décadas no hubo una universidad que pudiera formar médicos. Cuando llegamos había apenas 10 médicos mozambiqueños, la razón de esta situación es que no hace mucho tiempo que han logrado salir del conflicto civil que por veinte años azotó a este país".
Para lidiar con la falta con el desconocimiento y discriminación que rodea la enfermedad por cuestiones culturales y religiosas, la especialista y sus colaboradores desarrollaron técnicas de teatro mediante las cuales dan información.
De Chiapas a Haití
Desde hace seis años, el regiomontano Alán González vive en San Cristóbal de las Casas, donde decidió quedarse tras realizar su servicio social en pueblos marginados de Chiapas.
Esta misma motivación fue la que llevó al médico a aplicar a Médicos Sin Fronteras, organización que llamaba su atención desde que estudiaba en la Facultad de Medicina de la UANL. Quería ayudar, pero a escala global.
Desde hace tres años ha participado en siete misiones.
"Es un tipo de medicina humanitaria. Casi siembre he trabajado con organizaciones no gubernamentales que tratan de ayudar a las personas con más necesidades", expresa vía telefónica desde San Cristóbal.
Su primera misión fue en 2009 en el campo de refugiados más grande del mundo, en Dadaab, Kenia, donde estuvo seis meses.
"En ese año eran unos 300 mil y ahorita son 500 mil. Todo eso a raíz de los problemas de violencia en Somalia porque principalmente son refugiados somalíes", cuenta Alan.
"Lo impresionante es que este campo estaba ideado para 90 mil personas, entonces existe sobrepoblación, falta de espacio, atencion médica y alimento".
En mayo de 2010 partió a Haití, tras el terremoto de enero, donde permaneció tres meses. En diciembre regresaría otros tres meses como coordinador a Cabo Haitiano, ciudad que no fue afectada por el terremoto, pero sí por una brutal epidemia de cólera.
En 2011 estuvo un mes en Costa de Marfil, tras la violencia postelectoral; dos meses en Libia, durante la guerra civil para atender a heridos; 10 días en Honduras tras las inundaciones; y tres meses en Congo, donde hicieron una intervención por una epidemia de meningitis.
En estas misiones ha tenido grandes aprendizajes, sobre todo de sus equipos de trabajo y de las poblaciones que atiende.
"Es una perspectiva de vida en que los problemas de antes o los que tenemos en la ciudad ya no los veo como problemas, por ejemplo, '¿mi conexión a Internet no sirve?, bueno, no es grave'; este tipo de cosas, este acercamiento a una vida más sencilla me ha ayudado bastante".
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Pueblos olvidados
Armando García Guerrero está en su primera misión con Médicos Sin Fronteras en Irak, entrenando y apoyando al personal del departamento de urgencias de los hospitales.
Su decisión de participar en el organismo humanitario nacióen 2003 durante el primer empleo como médico en la Clínica San Carlos en Norogachi, en la Sierra Tarahumara, donde pudo ver a un pueblo sabio y generoso, pero también muy necesitado y olvidado.
Para el urgenciólogo de 37 años llegar a donde está ha sido todo un proceso en el que ha tenido que sortear obstáculos y tomar difíciles decisiones.
Con una especialidad en medicina integradora y otra en urgencias, Armando trabajaba en guardias nocturnas en el Hospital General de Zona No. 17 del IMSS en Monterrey, y en el día en las Clínicas del Azúcar, especializada en la atención de la diabetes.
En julio del año pasado, Liesbeth Aelbrecht, representante de MSF en la Ciudad de México, le dio la bienvenida a la organización en la que había soñado estar.
El egresado de la Facultad de Medicina de la UANL tuvo que renunciar a su empleo en el IMSS. Dice que aunque avisó con ocho meses de antelación nunca obtuvo una respuesta franca en su unidad.
Finalmente tuvo que tomar una dura decisión: renunciar a la planta del Seguro Social que tanto valoraba.
"Como Cortés, decidí quemar naves. Así que con algo de dolor, sin mirar atrás, renuncié a IMSS, ni siquiera tuve tiempo de recoger finiquito, ¡y rico no soy! Ya me esperaban en Irak, no bromeaba, la situación es urgente", cuenta vía correo electrónico.
"Partí el 24 de julio rumbo a Ginebra, Suiza, para ingresar oficialmente a MSF y de ahí fui enviado a mi primera misión".
AGENCIA REFORMA
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Desnutrición
A sus 30 años de edad, Daniel Martínez vivió de cerca los padecimientos más lastimosos de los infantes de Niger.
En cinco años como colaborador en MSF, señala que una de sus misiones fue dentro del centro de atención a niños con desnutrición severa en el hospital de Chare Zamna, en Zinder.
En los momentos más críticos, en el año 2008, dicho lugar llegó a recibir hasta 500 pequeños en un día. "Mi trabajo era sencillo pero duro, responsable del área de cuidados intensivos del hospital: 40 camitas para los niños que llegaban en el estado más crítico que yo he visto en mi corta experiencia como médico y pediatra. Las enfermedades más frecuentes en Níger son desnutrición, infecciones digestivas, infecciones respiratorias, malaria, VIH, TB. "Debido a la situación de inseguridad que prevalece en toda la región saheliana por la presencia de grupos armados, las reglas de seguridad eran muy estrictas. "En todo mi tiempo en Níger, nunca pude caminar fuera del patio de mi casa, el hospital o la oficina. Este tipo de vida es difícil, ya que no te permite integrarte a la población local, tener amigos, conocer y entender la cultura local y mucho menos disfrutar de las maravillas naturales de estas regiones", explica quien fuera estudiante de la Facultad de Medicina de la UNAM.
Para sobrellevar su labor en Niger, se impuso una rutina estricta: en hacer ejercicio diario, preparar clases, leer y escribir.
La primera misión que enfrentó Franking Frías, un médico del Distrito Federal, fue la de atender a refugiados del campo de Dadaab, en Kenia, que alberga a civiles que huyen del conflicto armado en Somalia, actualmente se estima que en dicho sitio hay cerca de medio millón de personas.
El joven egresó de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) y llevaba la experiencia de haber realizado su servicio social en Chiapas. A la fecha es parte del equipo de emergencia de la organización.
"Los refugiados que dejan Somalia ya con un estado de salud frágil, llegan a los campos exhaustos tras días o semanas de viaje. Muchos pacientes llegan a la consulta en los puestos de salud con enfermedades como estrés post-trauma, psicosis, depresión. Por lo que también hemos tenido que ofrecer servicios para la salud mental.
"Era muy satisfactorio poder ver a los pequeños que habían llegado con una desnutrición severa en condiciones alarmantes con riesgo de morir y después verlos en la consulta en los puestos de salud en un estado notoriamente mejor", expresó.
Para el joven, quién también ha atendido víctimas en Chile, Congo, Costa de Marfil, Somalia y Camerún, los médicos de la organización no son sólo prestadores de servicios, sino que desempeñan un papel de testimonio en el sufrimiento y las necesidades que viven cada día las personas.