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DE HAZAÑAS, IMPUESTOS Y CHISMES

DR. SERGIO ANTONIO CORONA PÁEZ

Entre los procesos de adopción de innumerables tecnologías que se podrían estudiar en la historia de Torreón, se encuentra la automotriz. La llegada del automóvil constituyó una verdadera sensación para los laguneros, y los entusiastas del coche conformaron un factor importante de impulso dentro de ciertos procesos de urbanización y de las comunicaciones. El "Club del Automóvil de La Laguna" tuvo mucho que ver en la construcción de caminos y puentes. De nuevo, se trata de uno de esos casos donde la iniciativa privada de Torreón llevaba la delantera a los sectores públicos de la administración local o estatal.

Una interesante hazaña de automóvil se encuentra consignada en "El Informador" (Guadalajara, Jalisco) del lunes 25 de julio de 1921. La transcribo literalmente:

"En 22 días de New York a Torreón. México, julio 24. Acaba de efectuarse un viaje en automóvil desde el puerto norteamericano de Nueva York hasta la ciudad mexicana de Torreón, Coahuila, en 22 días.

Llevó a cabo el viaje el señor Enrique Potter, conocidísimo hombre de negocios de la frontera norte de nuestro país, Gerente de la negociación Industrial Lagunera de Tlahualilo, quien tiene su residencia en la susodicha ciudad de Torreón.

El señor Potter efectuó el recorrido acompañado de la señora su esposa y de un mecánico competente.

La noticia de la hazaña deportiva llevada a efecto por el citado negociante lagunero, ha sido recibida con bastante interés en esta metrópoli, particularmente en los numerosos centros de los aficionados al cultivo de los deportes.

Tiénese como seguro, según se desprende de los comentarios que se hacen a propósito del viaje referido, que este suscitará para días próximo-venideros, inusitado entusiasmo por llevar a cabo recorridos análogos entre ciudades mexicanas y estadounidenses, y viceversa, en los cuales recorridos habrán de competir los diversos centros automovilistas y los choferes más afamados por su pericia y por su audacia. Se esperan con interés los detalles del viaje".

Cambiando de tema, recordaremos que una de las grandes fuerzas propulsoras del desarrollo industrial de Torreón a finales del siglo XIX, fue la política fiscal. Desde inicios de la última década de dicho siglo, la exención de impuestos para aquellas industrias que se instalaran en la congregación y luego villa de Torreón fue un inmenso atractivo para quienes estuvieron dispuestos a invertir sus capitales en la creación de establecimientos fabriles y comerciales.

Esta política funcionó por vez primera en La Laguna con excelentes resultados cuando el virrey arzobispo Juan Antonio Vizarrón liberó del impuesto sobre la renta y de impuestos al comercio (alcabalas) a los productores de vinos y aguardientes de Parras y su jurisdicción, en 1738. Por el occidente, este territorio llegaba hasta el río Nazas. Torreón hubiera quedado comprendido en él si hubiera existido por entonces.

En el caso de la congregación y villa del Torreón, esta política fiscal brindó excelentes resultados. Funcionó como un catalizador para el establecimiento de fábricas, y por ende, para ofrecer nuevos horizontes a los inmigrantes que poblaron el núcleo urbano a una velocidad realmente vertiginosa. Y aunque existía un decreto general, cada nueva industria que se establecía en Torreón solicitaba al gobierno del Estado de Coahuila el decreto que la exentaba de manera particular.

Entre los decretos de exención de impuestos, registramos los siguientes:

El decreto del 18 de febrero de 1898 liberaba del pago de impuestos a la instalación del Alumbrado Eléctrico de Torreón.

El decreto del 7 de noviembre de 1897, por el cual se exceptúa del pago de impuestos a la Fundición de Fierro y Acero.

El decreto del 10 de diciembre de 1900 liberó de contribuciones a la Fábrica de Dulces y Aguas Gaseosas de Torreón.

El decreto del 27 de mayo de 1901 liberó del pago de impuestos a una lavandería torreonense movida por vapor.

El decreto del 4 de julio de 1901 liberó del pago de impuestos a la fábrica "La Internacional" de Torreón, cuya matriz estaba en Chihuahua.

El decreto del 11 de diciembre de 1901 eximió del pago de impuestos a una fábrica beneficiadora de ixtle en Torreón.

El decreto del 27 de diciembre de 1901 liberó del pago de impuestos a una empresa prestadora de servicios de limpieza en Torreón.

El decreto del 27 de junio de 1902 eximió de impuestos a una fábrica torreonense de cerillos.

Y como estos, existieron muchos más decretos que muestran con claridad cuáles fueron los incentivos legales con que contó la villa del Torreón para sufrir una metamorfosis demográfica tan extraordinaria como la que aconteció entre 1893 y 1907.

Y para volver a cambiar de tema, haré especial mención del fenómeno (tan común en Torreón) del canibalismo entre intelectuales, creadores y agentes de la cultura. La intolerancia, la antipatía y la envidia parecen ser pasiones demasiado frecuentes en este medio. Hasta cierro punto es una ventaja que los artistas sean gente de pasiones intensas. Con una actitud creativa, la pasión es inspiración, fuerza potencial, capacidad creadora.

La pasión es un sentimiento que se padece, es decir, no se provoca. Es algo que se genera involuntariamente, algo que nos impacta, que nos energetiza, nos afecta. Estrictamente hablando, las pasiones no tienen signo moral: ni nos hacen mejores, ni peores. Son una mera circunstancia en nuestras vidas.

Pero lo que hagamos con la fuerza de nuestras pasiones, eso si tiene signo ético o moral. Las pasiones son energía que nosotros convertimos o permitimos que se conviertan, en actos. Un hombre o una mujer sensata domina sus pasiones, no se deja dominar por ellas. Como un auriga experimentado, puede usar esa fuerza motriz para externarla de una manera constructiva, creativa, benéfica.

La envidia que mueve al antagonismo es quizá una de las pasiones más destructivas que florecen en el medio de los artistas, intelectuales y agentes culturales de Torreón. El medio de la cultura de nuestra ciudad tiene fama de estar eternamente polarizado, fragmentado en grupos, o solidarios o antagonistas. El chisme, la calumnia y la mentira sistemática son modos que muchos usan para descalificar a sus rivales. A veces, basta con destacar un poco en alguna actividad o disciplina para convertirse, ipso facto, en rival de estas personas o grupos.

Cuando los o las intelectuales que sienten envidia de sus homólogos permiten que estas pasiones se conviertan en actos de agresión, lo único que hacen es mostrar su verdadera estatura como intelectuales y artistas enanos. No es calumniando como se les reconocerá su talento, ni sus calumnias lograrán quitarle el brillo a quienes se lo han ganado con su trabajo. A final de cuentas, cada quién cosechará lo que haya sembrado. No es importante lo que uno diga sobre sí mismo o sobre los demás; lo verdaderamente importante, lo que realmente cuenta, es la obra de cada quién.

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