"Nuestra mayor gloria no radica en nunca caer sino en levantarnos cada vez que caemos."
Confucio
Veces se olvida que la crisis que Miguel de la Madrid heredó el primero de diciembre de 1982 era más que simplemente económica. Con medidas como la estatización de la banca, el control generalizado de cambios y el desconocimiento de los contratos de Mexdólares, su predecesor José López Portillo acabó con la confianza de los inversionistas. Esto hacía difícil, si no imposible, generar el rebote por compras de oportunidad que suele reanimar a un país después de un desplome económico.
De una manera u otra todos los presidentes de México en las últimas décadas han asumido el poder en condiciones complicadas. Ninguno lo hizo, sin embargo, en la grave situación que enfrentó De la Madrid. Con las medidas desesperadas que tomó en su último año de gobierno, López Portillo mandó el mensaje de que la economía de mercado tenía los días contados en nuestro país. La gran preocupación de empresarios y personas físicas era cómo comprar dólares para sacarlos del país.
En otras circunstancias De la Madrid habría sido uno más en la larga cadena de nacionalistas revolucionarios en residir en Los Pinos. El que haya sido al final considerado como el primero de los presidentes liberales es una broma amarga del destino.
La verdadera ideología de De la Madrid quedó plasmada en sus enmiendas a los artículos 25 y 26 de la Constitución. En estas modificaciones se estableció un sistema de "rectoría económica del Estado" copiado directamente de las legislaciones comunistas. Estas enmiendas dejan a Andrés Manuel López Obrador y a Gerardo Fernández Noroña convertidos en meros neoliberales.
El propio De la Madrid señalaba, sin embargo, que ante el pésimo estado en que recibió la economía --con un desplome del 6 por ciento en el Producto Interno Bruto, una caída libre en el tipo de cambio, una ausencia total de inversión, una aplastante deuda externa, un asfixiante déficit de presupuesto y una banca estatizada que no sabía o no quería prestar, aun suponiendo que hubiera habido alguien que quisiera contratar algún crédito-- no le quedó más remedio que buscar opciones para abrir la economía.
Fue así como el presidente De la Madrid redujo el gasto público, renegoció la deuda externa, privatizó o cerró paraestatales (ya no para obtener ingresos sino para reducir el costo que estas empresas, por sus pérdidas, tenían para el erario), devolvió una parte de las acciones de los bancos estatizados a la iniciativa privada y colocó nuevamente como gobernador del Banco de México a Miguel Mancera Aguayo, un respetado banquero central que se había opuesto a las medidas desesperadas de López Portillo.
Ni siquiera estas medidas fueron suficientes, sin embargo el precio del petróleo, que en 1981 había estado en 35 dólares por barril, cayó a 8 dólares en 1986. Los sismos de 1985, que dejaron quizá unos 10 mil muertos, provocaron también una enorme destrucción material y un enojo de la población que generó fuertes presiones sociales en contra del gobierno. La renegociación de la deuda externa fue insuficiente y habría que realizar una nueva en el siguiente gobierno. Para 1987 se registró un nuevo desplome del peso y una explosión inflacionaria que habría que enfrentar con un Pacto para la Estabilidad y el Crecimiento Económico, que pese a todos los pronósticos pudo estabilizar las cosas para enfrentar las elecciones presidenciales de 1988. Y, sin embargo, éstas las ganó el PRI sólo con un aparente fraude electoral.
Quizá ningún presidente en la historia reciente de México ha tenido un sexenio tan accidentado y complicado como De la Madrid. En ningún otro la responsabilidad recaía tanto en el presidente anterior.
BOLSAS SUBEN
A pesar de todos los temores, las bolsas de valores en México, Estados Unidos e incluso Europa tuvieron un muy buen primer trimestre. Esto señala que los inversionistas están percibiendo ya el fin de la caída de las economías.
Twitter: @sergiosarmient4
