Los recuerdos
Aquel señor, vivía de los recuerdos.
De las cosas bellas que le había dado la vida. De los años de prosperidad y bonanza.
De la forma en que todos lo trataban y adulaban.
De los regalos que recibía en las épocas navideñas.
De sus cumpleaños en el trabajo.
De los muchos amigos que creía tener.
De los viajes que hacía por donde le daba la gana.
De lo que también ayudaba a sus semejantes.
En fin, de muchas vivencias que tuvo, pero que un día fueron despareciendo.
Por que juntando sus ahorros, vendiendo lo que pudo, pensando en los intereses bancarios que recibiría, llegó el momento en que le dijo a su familia. Ahora dejaremos de trabajar de pagar aquí y allá, de andar preocupados por los negocios, y nos dedicaremos a vivir nuestra vida, a viajar, a gozarla y yo haré lo que he querido siempre, escribir mis memorias y las de los demás.
Así, llamó a sus empleados, les dijo sus nuevos planes y los dejó de a seis. Ellos seguirían en lo mismo, buscando el pan nuestro de cada día, porque a él y su familia, la Revolución, sí le había hecho justicia.
Fueron pasando los días, los meses y los años y más pronto de lo que esperaba empezó a notar que las cosas no fueron tan simples y sencillas como las había planeado, y que como no había entradas, sólo salidas, lo que había ahorrado empezó a encogerse, no era sanforizado.
Y luego, para colmo de males, los bancos, presionados por cuestiones globales fueron cambiando sus políticas y con ello reduciendo intereses.
Más pronto de lo que pensó, el personaje de esta historia, se enfrentó a una nueva realidad: Sus planes a largo plazo también se habían acortado, pero muchísimo, así que empezó a vender cosas y hasta su hermosa casa, y automóviles y otras propiedades, mientras los bancos seguían cambiando políticas.
Para no hacer la historia más larga y más triste. Nuestro querido señor ahora vive solo de los recuerdos, de lo que tuvo y fue. Debería escribir un libro aconsejando a sus lectores cómo evitar los tiempos malos cuando se hacen planes equivocados.
