Un niño.
Promesa y esperanza.
Ilusiones sin fin de nuevos días.
Para volcar en él nuestra experiencia.
Y buscar los mejores nuevos amaneceres.
Un niño.
Risa que alegra el corazón y a veces llanto que estremece.
Ojitos llenos de curiosidad a un mundo que ya percibe fascinante.
Manitas suaves, como de terciopelo. Piel que invita a pasar por ellos suavemente los dedos.
Un niño.
Travieso y correlón inalcanzable.
Señor ¡Qué dicha es tener cerca a un niño!
Porque ahí estás también Tú, necesitado de atención, de amor y de ternura.
Un niño.
Con ojitos curiosos, asomados por entre el chal de la madre tarahumara.
Un niño, que necesita de ti en alguna esquina de tu ciudad o en alguna cueva escondida de la sierra.
Un niño que sueña ser bombero o luchador.
No hay ojos más hermosos en el mundo que los de un niño.
No hay risa más hermosa que la de ellos.
Aunque si los hemos visto tristes en algún hospital y hasta ahí vayamos un día a darles cuando menos un poco alegría.
Que todos los días sean de amor para ellos… Por siempre.