Los ojos
Par de ventanas por donde nos asomamos a presenciar el mundo maravilloso en que vivimos.
Por medio de ellos vamos recorriendo caminos y vivencias que después archivamos para recordarlas.
Por las noches, cerramos esas ventanas para descansar y nos ponemos a recordar las cosas que hemos vivido.
Últimamente han venido a la mente los recuerdos que vivimos en el lejano país de Sudáfrica, por la experiencia que tuvimos durante muchos días con los habitantes de un país recientemente liberado donde muchos buscan encontrar caminos de progreso que antes estaban vedados.
Pero lo más impactante fueron los paisajes que vimos donde animales de varios tipos siguen viviendo en su hábitat natural, entre desiertos, selvas, ríos y cascadas.
En fin, tantas experiencias gracias a las maravillas que captan nuestros ojos que luego almacena la mente.
Esto nos trajo el recuerdo de Abelito.
Fue un niño del que nos ocupamos en amplio reportaje, pues era la historia de pequeño que nació y creció con estrabismo.
Sus ojos parecían interesados en verse uno al otro, no como es normal.
Esto provocaba la burla de los chiquillos de su barrio y de su escuela.
Un día, su padre, enojado por el trato tan malo que se le daba a su hijo la emprendió tirando golpes con su bastón al grupo de pequeños que se mofaban de Abelito, pero no atinaba a dar uno solo porque carecía de vista y se guiaba sólo por las voces, lo que provocaba más risas y burlas de los menores.
Llegó el momento en que Don Abel cayó al suelo maldiciendo a los burlones.
Abelito, llorando levantó a su padre y juntos los dos se retiraron del lugar.
Conocimos la historia y la dimos a conocer en este Diario hace ya años, la misma conmovió el espíritu generoso de los laguneros que interesados se propusieron ayudar no sólo a operar a Abelito sino que a su papá le pusieron un negocito del que vivió por el resto de sus días.
Abelito tuvo una vida feliz ya con sus ojos operados, y se recibió de maestro. De vez en cuando venía a visitarnos y se le veía contento. Un día su familia se comunicó con nosotros y nos platicó que el estimado Abelito había muerto al no recibir atención oportuna mientras cubría su planta de maestro en una escuela de la sierra.
Decían que se fue de pronto, y que nunca guardó rencor por nadie, por el contrario fue estimado en todas partes por donde pasó, amando a sus semejantes. Y ahora, donde esté seguramente estará dándole una manita ante el Señor a personas que conoció y que tengan problemas, y ojalá se acuerde de nosotros también algún día si lo llegamos a necesitar.