Algo tiene
Este tiempo algo posee
Incluso sentimientos que en ocasiones llegan a ser encontrados.
Pero hay algo especial para todos en esta época del año que está por finalizar.
Y la parte más hermosa está reservada para los niños.
Para ellos no sólo es la esperanza de recibir un regalo, sino lo que más anhelan, mucho más que el más hermoso y soñado juguete es tener todo ese tiempo la cercanía, sentir el calor y el cariño de sus seres queridos.
La presencia de sus personajes más amados de la familia es lo que anhelan muchos niños.
Esto lo conocimos y vivimos cuando andábamos por los caminos de la vida realizando los reportajes que semana a semana durante casi 15 años presentamos en las páginas de este Diario.
Estábamos en Yonora, en lo más alto y apartado de la sierra de Durango, buscando las pequeñas casas de los pigmeos, o francisquillos que habitaron por esos lugares, donde escuchamos los grandes anhelos que tenían sus niños, de volver a ver a sus padres que se habían ido a los Estados Unidos a buscar una vida mejor.
Lo escuchamos también por Jiménez del Teúl, cerca de Sombrerete, Zacs., de pequeños que ayudaban en la pepena del frijol a sus madres, que abandonaron sus esposos hacía mucho tiempo.
Lo escuchamos de Pedrito, el niño que ayudaba a su padrino en la lancha que paseaba turistas en el Lago de Pátzcuaro.
Pero lo que más nos impactó fue la soledad con la que vivían muchos niños de carita partida por el sol y la tierra en un pueblo de Durango. Ahí los pequeños vivían soñando, no con juguetes que no conocían sino con volver a ver a papá. Agustincito, nos dijo con una tristeza que nos llegó a lo profundo del corazón. Es que mi mamá llora todas las noches mientras cree que mis hermanos y yo dormimos. Me gustaría crecer pronto para ir a buscar a mi papá y mamá dejara de llorar.
Después, en el mismo rancho, una persona nos dijo. Juan no volverá nunca, tiene otra mujer en los yunaires steits y hasta hijos.