Un soldado fue a la guerra, y una granada le cortó las nalgas. (Hoy es lunes, y primer día laborable del nuevo año. ¿Acaso tal circunstancia justifica que esta columnejilla empiece hoy con una frase así, tan contundente y expresiva? Ciertamente ni la sindéresis ni el aticismo admitirían ese limen. Sucede, sin embargo, que tras las fiestas de la temporada la máquina del pensamiento y de la acción, remisa, se niega a comenzar la marcha nuevamente, y es necesario aceitarla para que vuelva a funcionar. Ningún lubricante mejor que el de la risa para iniciar otra vez la jornada. Mañana será otro día, y regresaré a mi modesta labor de orientar a la República. Por ahora doy curso a la interrumpida narración).Un soldado fue a la guerra, y una granada le cortó las nalgas. Así se llama, sin perdón, la parte corporal que eufemísticamente puede ser designada también con los siguientes nombres: glúteos o región glútea, trasero, pompas o pompis, ancas, bombo, calabazo, posterior, trastienda, antifonario, canco, posaderas, nalgatorio, asiento o asentaderas, culo, pandero, tafanario o traspuntín. Afligido con tan sensible pérdida -y doble, por si fuera poco-, el mílite le preguntó a un cirujano plástico si podía reconstruirle la desaparecida porción. ("¡Qué bonitas son las nachas! -gritaba con entusiasmo un ebrio en medio de su pea-. Y luego añadía, contristado: "Lástima que estén partidas"). Le dijo el cirujano: "Imposible es la reconstrucción, amigo mío. Podemos, eso sí, trasplantarle otras". "¡Hágame ese trasplante, doctor! -gimió el soldado-. ¡No puedo concebir la vida sin trasero! (Nota: adviértase en este punto la sabiduría de aquel viejo refrán según el cual nadie sabe el bien que tiene hasta que lo ve perdido). ¡Sin pompas no podría sentarme, y llevaría los pantalones todos guangos, que de por sí ya los llevo en esa forma por la parte de adelante!". "Le haré el trasplante que me pide -ofreció el facultativo-, pero debo hacerle una advertencia. Por el momento disponemos sólo de unos glúteos que pertenecieron a un hombre de color. Usted es de raza blanca, y además proviene de una apartada región en un estado del sur de la Unión Americana. Es lo que se llama un redneck. Con esas pompas negras parecerá usted bandera de huelga". "¡Nada me importa eso! -clamó el pobre desnalgado-. Ciertamente provengo de 'The Bible Belt', el cinturón bíblico, y ahí los predicadores cristianos nos enseñan a amar a nuestro prójimo, pero reservándonos el derecho de decir quién es nuestro prójimo y quién no. Venceré, sin embargo, mis escrúpulos religiosos, y haré a un lado igualmente el factor cromático: si sólo hubiera disponibles unas nachas verdes con pintitas moradas las aceptaría también". "Siendo así las cosas -dictaminó el galeno-, y estando usted en tan buena disposición, mañana mismo le implantaré las pompas negras". Se llevó a cabo, pues, la delicada intervención, con tan buena fortuna que la parte aludida pegó bien; no hubo ningún rechazo. Pasaron unos meses; terminó la guerra, y tanto el paciente como el médico regresaron a la vida civil. Cierto día, por casualidad, se encontraron en la calle. El doctor le preguntó al sujeto: "¿Cómo le ha ido con aquel trasplante?". "Muy bien doctor -replicó, sonriente, el hombre-. Estoy muy satisfecho con mis nuevas pompas. Puedo sentarme a gusto; el pantalón lo lleno perfectamente, siquiera sea sólo por la parte de atrás. Claro, en el baño de vapor los amigos me hacen bromas acerca de mis pompis. Me las chulean, me las agarran, etcétera''. Pregunta con inquietud el médico:"Y usted ¿qué hace?''. "Nada -responde con displicencia el tipo-. Escucho los piropos, y dejo que me agarren las pompas, y que hagan con ellas lo que quieran. Al cabo que ni mías son''... Don Geroncio, señor de edad madura, tuvo una cita de naturaleza erótica con Pirulina, linda muchacha veinteañera cuya experiencia de la vida equivalía al doble o triple de su edad. La belleza y pericia de la chica hicieron que renaciera en don Geroncio el ímpetu de la juventud, y el senescente caballero combatió con gallardía aquella batalla de amor. Al terminar el lúbrico deliquio Pirulina se desperezó en el lecho con voluptuosidad de gatita satisfecha, y con lánguida voz le propuso a don Geroncio al tiempo que encendía un cigarrillo turco (las tres mejores cosas de la vida son una copita antes y un cigarrito después): "¿Lo hacemos otra vez mañana?''. "Perdona, linda -respondió exhausto don Geroncio-. Tendrás que esperarme unos tres meses, a ver qué te puedo juntar''. FIN.