"Llegué a mi casa -contaba un individuo-, y ahí estaba mi esposa, en la puerta, vestida sólo con un vaporoso negligé cuya insinuante transparencia dejaba a la vista todos sus encantos. Llevaba medias negras de encaje; sensual liguero de color rojo pasión; brassiére de media copa que realzaba la turgencia de su busto, zapatos altos de tacón aguja. Lo malo es que ella también iba llegando". El padre de Pepito le dice muy enojado a su crío, que le acababa de mostrar sus calificaciones, malas como siempre: "¡Nunca me has dado una satisfacción!". "Cómo no, papá -replica el niño-. ¿Y luego la que tuviste nueve meses antes de que naciera yo?"... El señor estaba en su tienda cuando llegó uno de sus hijos. "¡Hola, viejo! -le dice alegremente-. Pasaba casualmente por aquí, y vine a ver cómo estás''. "Te lo agradezco mucho, hijo -responde el señor-, pero llegaste tarde". "¿Por qué?" -se sorprende el muchacho. Responde el padre: "Tu mamá y tu hermana pasaban por aquí, casualmente, igual que tú. También ellas vinieron a ver cómo estaba yo. Y ya se llevaron todo el dinero que había en la caja''... Himenia Camafría, madura señorita soltera, le dice a su amiguita Celiberia Sinvarón, célibe de su misma indefinida edad: "Anoche vi a tu gato merodeando por el barrio. Creí que lo habías hecho castrar hace unos días''. "Sí, -responde la señorita Celiberia-. Seguramente fue a cancelar algunos compromisos previos''... Decía un americano: "Mi bisabuelo era muy despistado: en la guerra del Norte contra el Sur, él combatió del lado del Oeste''... Afrodisio Pitongo, hombre proclive a las concupiscencias de la carne, fue al Hotel Camagua con una chica alegre. Después de hacer lo que había ido a hacer, y tras pagar el convenido arancel, le dice a la chica con la que había ido a hacer lo que hizo: "Te felicito por tu negocio, linda. Tienes la mercancía... Vendes la mercancía... ¡Y sigues teniendo la mercancía!"... Rosibel le comentó a Susiflor una película que había visto en la tele. "Debe ser muy vieja -le dice-. El muchacho besaba a la muchacha en la boca''... Don Algón, el jefe de la oficina, llamó a la secretaria más atractiva de la empresa, la de proporciones más espectaculares y más ondulantes movimientos. "Señorita Pomponona -le dice-. Quiero que por favor se prenda con un alfiler este papel en su parte posterior, y luego camine con él por todas las oficinas. Es una circular muy importante, y me interesa mucho que todos los empleados la vean''... Compungida, contrita, gemebunda, Dulcilí les informó a sus papás que dentro de poco sería mamá. Ellos se llenaron de consternación. "¿Quién es el papá de la criatura?'' -preguntaron. "¿Cómo quieren que lo sepa? -gimió Dulcilí-. ¡Ustedes nunca me han dejado tener novio formal!''... Llegó un individuo a una casa de asignación y le pidió a la dueña del establecimiento que le trajera a una de sus pupilas. "Pero quiero una -precisó- que durante el trance no sólo no se mueva nada, sino que en ese momento se lime las uñas, tararee una canción, y diga que el techo necesita pintura". "Notable pedimento el suyo, caballero -dijo la madama-. ¿Acaso tiene usted alguna rara fantasía sexual?". "Ninguna -replicó el individuo-. Pero llevo ya dos semanas fuera de mi casa, y extraño a mi mujer". "¡Ira de Dios! -rugió el comandante en lo más intenso del combate-. ¡El enemigo ha prendido fuego a nuestro arsenal! ¡Necesito un voluntario que vaya a apagar el incendio!". "¡Aquí estoy yo, mi comandante!" -se ofreció valerosamente un soldado. Así diciendo, el hombre tomó su rifle, saltó de la trinchera y se lanzó hacia el edificio en llamas entre las balas de los enemigos. En su camino dio buena cuenta de cinco o seis adversarios; acalló con un par de granadas dos nidos de ametralladoras, y con otra un tanque de guerra, y logró finalmente llegar con vida hasta el arsenal que ardía. Tomó una manguera y extinguió rápidamente el incendio. Poco después llegó el resto de la fuerza. El comandante, poseído por la más viva emoción, le dice al soldado: "¡Eres un valiente! ¡Habré de recomendarte para que recibas la Medalla de Oro al Mérito Militar! ¡Tú solo, con inminente riesgo de tu vida, salvaste nuestro arsenal!". "¿Arsenal? -se sorprende el heroico soldado-. ¡Carajo, yo oí 'congal!'". FIN.