Don Languidio, senescente caballero, le comentó a su esposa: “Dice el doctor que este tratamiento vitamínico me quitará diez años de encima”. Responde la mujer con hosquedad: “De abajo te los debería quitar”... En error grave, creo, incurrió el PRI al enviar a Beatriz Paredes a la contienda por la jefatura de Gobierno del Distrito Federal. Lucha desesperada se antoja ésa para la destacada priista. El DF es el bastión más fuerte del PRD; las diversas tribus perredistas mantienen sobre la Capital un control férreo que hoy por hoy parece imbatible.Además hay una buena idea en general sobre la administración hecha por Marcelo Ebrard, de modo que aquí no operará ningún voto de castigo, y no es posible esperar que los capitalinos busquen un cambio radical. Beatriz Paredes es una personalidad de la mayor importancia para el PRI. El riesgo que asume es considerable, y muchas las probabilidades de fracaso. La dirigencia priista, juzgo yo, debió haber pensado en una figura de menor relieve para exponerla a descalabro tal. Un fracaso del PRI en el DF impactaría mucho a Peña Nieto, y, según se ven las cosas ahora, esa derrota se ve difícil de evitar. Pero en fin, alguna explicación ha de tener eso que me resulta inexplicable... Oldie but goodie. Así se dice en el slang inglés para definir aquello -una canción, una película- que siendo antiguo sigue gustando todavía. Lo oldie but goodie es, digamos, una categoría popular, cercana y familiar de lo clásico. Lo clásico, en la clásica definición de Alfonso Reyes, es lo que sin ser actual es actual. Lo oldie but goodie es aquello que sin pertenecer a nuestro tiempo, y aun chocando un poco ya con él, nos agrada todavía. Homero -el de La Ilíada, no Simpson- es un clásico. Tin Tan es un oldie but goodie. Todo esto que he dicho es una magnílocua, bombástica, prosopopéyica, finchada y campanuda introducción a un ingenuo chiste de antigua picardía. Con él concluye hoy esta columnejilla. Iba a caer el diluvio universal. Noé terminó de hacer el arca, pese a las continuas interrupciones de su esposa: “Ya deja esa tontería y métete. ¿No ves que va a llover?”. Conforme a las instrucciones “de arriba” el patriarca hizo que una pareja de cada especie animal entrara en el navío. Cuando ya todos los animales estuvieron en el arca Noé les dijo: “Me permito hacer de su conocimiento que ésta es una arca decente.No quiero aquí cosas de apareamientos, cubriciones, cópulas, coitos, concúbitos o ayuntamientos. A más de su inoportunidad, tales meneos pondrían en riesgo el equilibrio de la nave, sobre todo en tratándose de los elefantes, hipopótamos y rinocerontes. Así pues voy a requisar los atributos procreativos de los machos, y los tendré en resguardo hasta que pase esta humedad. A cada uno le entregaré una contraseña a cambio de su respectiva parte. Al desembarcar se la devolveré, previa entrega de la citada contraseña”. Procedió, en efecto, Noé a recogerle a cada macho la parte que lo identificaba como tal. Mohínos andaban todos al verse así privados de ese rasgo más o menos sobresaliente de su personalidad. En especial el chango estaba muy molesto, pues la monita se mofaba de él ahora que ya no la podía perseguir con sus constantes solicitaciones de erotismo. Desde lejos la changuita le meneaba al mono el dedo índice y le decía, burlona: “Lero lero”. El mico soportaba, estoico, las chirigotas de que lo hacía objeto su pareja, y no decía nada. Días después, sin embargo, cuando la monita empezó a hacerle de nueva cuenta: “Lero lero”, el chango, con aviesa sonrisa, le hizo con la palma de la mano el ademán de “Vas a ver”. En los siguientes días, cada vez que la mona le repetía su chocarrera cantaleta: “Lero, lero”, el chango, sonriendo, le hacía la señal de “Vas a ver”. Por fin, intrigada, la monita le preguntó al mico: “¿Por qué me dices que voy a ver?”. Con siniestra sonrisa el canallesco mono respondió: “Porque le cambié mi contraseña al asno”. (Nota: ¡Ah qué asno tan burro!)...FIN.
