Me aficioné al futbol americano desde que estuve en la Universidad de Indiana. Ese año -hablo del 67- el equipo de los Hoosiers llegó por primera vez, y creo que por única, al Rose Bowl. Nos venció por 14 puntos a 3 un solo jugador del equipo rival, los Troyanos de la USC. Ese hombre se llamaba O.J. Simpson. Ahora está en la cárcel. Bien merecido se lo tiene. El pasado domingo vi el juego entre Gigantes y Patriotas. Aposté 10 pesos con mis nietos a que el equipo de Nueva York sería el ganador. No hice la apuesta basado en mis conocimientos, que se reducen a distinguir -y eso si hay suficiente luz- un balón de futbol americano de uno de soccer. Me apoyé en la predicción hecha por Fernando von Rossum, que sabe todo acerca del deporte de las tacleadas. Si hubiera justicia en este mundo debería entregarle a él 5 pesos. El juego fue sensacional, con uno de los finales más dramáticos en la historia de los Super Bowls. Una cosa volví a corroborar: la religión está presente en todas partes. Sucede que cuando quedaban unos cuantos segundos por jugar, Tom Brady, el mariscal de campo de Nueva Inglaterra, lanzó con desesperación un largo pase a la zona de anotación. Si uno de sus compañeros lo hubiese atrapado, los Patriotas habrían ganado el juego. Esa manera de lanzar tiene un nombre religioso: se llama "Hail Mary", Ave María. El término lo acuñó en 1975 el legendario quarterback de los Vaqueros de Dallas, Roger Staubach. Faltando 24 segundos para que terminara un partido crucial que su equipo perdía contra los Vikingos de Minessota, lanzó así, a la desesperada, un pase que milagrosamente cobró su receptor -no recuerdo ya quién fue-, para que el equipo texano ganara el juego. Staubach, católico él, narró después: "Tiré el pase y dije 'Ave María'. Sólo por el grito de la multitud supe que el pase había sido completo". Así nació el nombre religioso de ese lance del futbol americano. Por eso digo que la religión se halla en todas partes. Hasta en el ateísmo, que es una religión al revés. En una parte sola no debe estar: en el ejercicio del poder temporal, pues entonces la religión se vuelve teocracia, y las teocracias constituyen una de las maneras más opresivas de gobierno que hay, sea cual fuere el credo que la ejerce. De ahí la distinción, relativamente moderna, entre poder terrenal y poder espiritual, que trajo consigo el fin del concepto que atribuía origen divino a los reyes y justificaba así su absolutismo. (Todavía Francisco Franco fue "Caudillo por la gracia de Dios"). De ahí el principio de la separación entre la Iglesia y el Estado. Y de ahí el laicismo, necesario y valioso no sólo para conservar la libertad de la sociedad civil, sino también de las iglesias. Los mexicanos debemos mantener sin mengua el carácter laico de nuestra República, y fortalecerlo independientemente de los vientos políticos que soplen. Pensar así no es jacobinismo: es recordar la historia, maestra que castiga con dureza a quien olvida sus lecciones. (¡Brrr!). Babalucas fue a la tienda de artículos deportivos a devolver una bola de boliche. Le preguntó el encargado: "¿Por qué la quiere devolver?". Contestó el tonto roque: "Tiene agujeros". Un ingeniero llevaba ya dos meses en un remoto campamento. Lo acometían urentes impulsos de la carne, y no había ahí mujer. "Pero está el cocinero" -le dijo el sobrestante. "No -respondió con disgusto el ingeniero-. Yo no voy con esas cosas". Pasó el tiempo, y los ardimientos de la carnalidad se hicieron más intensos en el profesionista. Entonces el hombre preguntó discretamente cómo estaba eso del cocinero. "Cuesta 4 mil 50 pesos" -le informó el sobrestante. "¿Por qué tan caro?" -se sorprendió el ingeniero. Explica el otro: "50 pesos son para el cocinero, y mil para cada uno de los cuatro hombres que se necesitan para detenerlo. Él tampoco va con esas cosas". FIN.