A aquel señor le decían "El unicornio". Su mujer lo hacía medio indejo. Don Astasio, en cambio, es cornudo total, pues su esposa no se acota, limita o morigera en eso de entrepiernarse con varón ajeno. Tan frecuentes son tales liviandades que su marido ha terminado por habituarse a ellas. Incluso tiene una libreta, que guarda en el cajón del chifonier, en la cual anota inris para decirlos a su esposa cuando la pilla en trance adulterino, cosa que suele suceder tres veces por semana, y más si en ella cae un día festivo. Ayer nada menos el mitrado esposo llegó a su domicilio tras cumplir su dura jornada de tenedor de libros, y sorprendió a doña Facilisa -tal es el nombre de la pecatriz- refocilándose con un jovenzuelo en el cual el esposo reconoció al muchacho de las pizzas. Fue don Astasio por la libreta arriba mencionada, y de regreso le enrostró a su mujer el nuevo dicterio que había registrado: "¡Marfusa!". Esa palabra, ya en desuso, significa zorra. Ya se sabe que el dicho apelativo es uno de los más de cien que sirven para nombrar a la mujer de moral sexual dudosa. (Ninguno hay para designar al hombre de dudosa moralidad sexual). Una señora que se las daba de culterana le dijo a don Jacinto Benavente, cuyas preferencias sexuales eran objeto de comentarios sotto voce, aquellos versos basados en la fábula de Esopo: "Dijo la zorra al busto / después de olerlo: / 'Tu cabeza es hermosa, / pero sin seso'". La mujer, sin embargo, le cambió con sonrisa equívoca una letra a la última palabra: "Tu cabeza es hermosa, / pero sin sexo". Sin inmutarse le respondió, cortés, el escritor: "En efecto, señora: dijo la zorra". Pues bien: el arcaísmo marfusa quiere decir eso: zorra. Tampoco se inmutó doña Facilisa. Al oírse llamar así replicó: "Astasio, yo aquí tratando de despachar a este joven para que la pizza de la cena no se vaya a enfriar, y tú con tus interrupciones. ¿No puedes esperar mejor momento para ventilar nuestras diferencias?". "Bastante ventiladas veo las tuyas -respondió con acritud el coronado-. Pero en fin, no quiero que vayas a decir que por mi culpa cenaremos frío. Y usted, joven procure apresurarse, pues si no lo hace presentaré una queja por la lentitud de su servicio". Malos tiempos vivimos, en efecto. Ya casi nadie hace en tiempo y forma lo que debe hacer. A pocos les interesa saber qué es un verso yámbico. A pocos les interesa saber cuál es la probable distribución del sial y el sima en la corteza terrestre. A pocos les interesa saber a qué orden de moluscos pertenecen los llamados vaginúlidos. A pocos les interesa saber cuál es la fuerza maremotriz del Golfo de Guinea. A pocos les interesa saber cuál fue en 1924 la producción total de avena en Kurdistán. Y a nadie, absolutamente a nadie, le interesa saber quién será el candidato del Panal. (O candidata, pues de todo es capaz la Maestra). El sheriff Ulero se topó en el saloon de Dodge City con Surly Spitoonfiller, un rudo vaquero que tenía fama de matón. Vio Surly a don Ulero y sin más ni más fue hacia él y le dijo: "¿Cómo estás, viejo cara de nalga?". Se puso en pie el sheriff al oírse llamar así, y más porque escuchó risitas contenidas entre los circunstantes. Al ver que el sheriff se levantaba, Surly se plantó frente a él y acercó la mano a la cacha de su pistola, una mitihueso (Smith y Wessons). Lo mismo hizo el hombre de la ley, que portaba una Colt de las llamadas Peacemaker. De inmediato los parroquianos se hicieron a un lado para no ponerse en la línea de fuego de los duelistas, y guardaron un silencio expectante. Con voz hosca le preguntó don Ulero a Spitoonfiller: "¿Me dice usted 'cara de nalga' en serio, o me lo dice en broma?". "Te lo digo en serio, viejo" -replicó Surly acercando más la mano a su arma. Los presentes se movieron otra vez, temerosos, para no exponerse a recibir las balas de quienes iban a intentar matarse el uno al otro. "¿De modo que me lo dices en serio?" -repitió el sheriff. "En serio te lo digo" -volvió a decir Spitoonfiller clavando en él la fría mirada de sus ojos grises. "Menos mal -dijo entonces don Ulero cambiando el tono de su voz y volviendo a sentarse-. Porque hay ciertas bromitas que no aguanto". FIN.