El muchacho y la chica fueron en el automóvil de él a un paraje remoto y apartado, lejano muchos kilómetros de la ciudad. En esa soledumbre realizaron el acto de libídine carnal. Acabado el erótico trance ella le dijo al galán: "Se me olvidó comentarte un pequeño detalle: soy sexoservidora, y por hacer esto cobro 700 pesos". Sin vacilar respondió él: "A mí también se me olvidó comentarte otro pequeño detalle: soy taxista, y por un viaje de aquí a la ciudad cobro mil pesos". Poco acertado anduvo López Obrador cuando manifestó que si en esta ocasión pierde, ahora sí se irá a la chingada. No lo digo por la expresión que usó. Esa palabra no es mala. Ninguna palabra lo es. Rica prosapia tiene el tal vocablo, y es muy útil cuando su empleo se hace necesario. Menos atinado aún se mostró AMLO al decir que se siente ya cansado. La primera declaración, la de irse a la chingada, suena derrotista; la segunda, la del cansancio, le da imagen de hombre viejo y acabado. Seguramente sus seguidores le reprocharán haber hablado en ese tono que suena a resignación, a rendimiento. Mala propaganda se hizo a sí mismo López Obrador. ¿Quién quiere un Presidente que llegará cansado al cargo? ¿Deberán esperar las izquierdas a tener otro candidato viable en Marcelo Ebrard, quien hábilmente se apresuró a recoger las palabras de AMLO para decir que él es joven todavía, y que será joven aún en 2018? Ahora bien: dije que la palabra "chingada" es de prosapia noble, lo mismo que el verbo "chingar" y sus muy numerosos derivados: chinga, chingada, chingadazo, chingadera, chingado, chingarse, chingón, chingaquedito y un chingo más de etcéteras. Ciertamente el origen de ese verbo, "chingar", es muy dudoso. Discutían acerca de su procedencia los contertulios de la librería del señor Andrade, en la Ciudad de México, cuando acertó a pasar por ahí don Andrés Quintana Roo, que a su fama de patriota añadía la de filólogo supereminente. Le preguntó alguien: "Díganos, señor don Andrés: ¿de dónde viene la palabra 'chingar'?". "De la pulquería" -contestó al punto Quintana Roo. Algunos, como Salillas, piensan que el sonoro voquible proviene del caló de los gitanos, quienes para decir "fornicar" dicen "alachingar". Don Francisco Santamaría opina que la voz viene de "zíngaro", precisamente el nombre que reciben los gitanos, que en la India son conocidos como "chingari". Lejos de mí la temeraria idea de restar valimiento a las explicaciones de tan decantados eruditos, pero me atrevo a consignar una galana teoría que daría al vulgarismo "chingar" un origen de tintes culteranos. Según esto, en tiempos de la mal llamada Colonia algunos a quienes se desterraba de la Nueva España eran embarcados en la nao de China. Quien sufría esa pena era llamado "chinao". De ahí "chingao", y luego "chingado" y todo lo demás. Tesis es ésta tan válida como cualquier otra, pero lo cierto es que si el señor López Obrador vuelve a cometer un desliz como ese de decir que está cansado ya, y que si pierde se irá a la chingada, sus posibilidades de llegar a la Presidencia se quadriplicarán. Quiero decir que se harán semejantes a las que tiene el señor Quadri, candidato del Panal. Aquella madura señorita soltera, que nunca conoció varón, trabajaba en el Correo. Cuando pasó a mejor vida sus compañeros pusieron en su lápida: "Correspondencia devuelta sin abrir". Kid Grogo, boxeador, le contó a su mánager algo muy penoso que le había sucedido. Le dijo lleno de pesar: "Me gustaba mucho una chica que vive en el mismo edificio que yo. Pero tenía yo un problema: cada vez que la veía experimentaba una tumefacción en la entrepierna, pues sus curvas y formas me excitaban demasiado. Eso me avergonzaba mucho. Un día la invité a salir, y para prevenir lo de la tumefacción me pegué con tela adhesiva a una pierna la referida parte. Cuando llegué, ella no se vestía aún. Me recibió cubierta sólo con ropa interior. ¡Y la noqueé con un uppercut a la barbilla!". (No le entendí). FIN.
