Un individuo se fue de picos pardos, y a consecuencia de su inconsulta acción adquirió una de esas enfermedades que antes se llamaban "secretas", y que han sido siempre demasiado públicas. (En la ventana de un consultorio médico leyó cierto sujeto: "Enfermedades secretas. De 100 casos, 90 curas". Comentó disgustado: "¡Carajo! ¡Qué mal anda aquí el clero!"). Por efectos de aquella aventura infortunada al hombre de mi cuento se le infectó la parte pudenda en tal manera que el infeliz sintió miedo de perderla. Fue con el doctor Ken Hosanna, célebre facultativo, y le preguntó angustiado: "¿Podré conservar, doctor, mi preciado atributo varonil, por el cual siento singular afecto?". Tras revisarlo decretó el facultativo: "Sí podrá conservarlo, amigo mío. En formol, claro"... Otro individuo acudió también a un consultorio, pero éste atendido por una médica joven y atractiva. "Doctora -le dijo-, me está supurando". Ella le pidió ipso facto que se desvistiera y se pusiera una bata para examinarlo. Obedeció el sujeto. Seguidamente la bella profesionista auscultó con detenimiento la parte de varón de su paciente, palpándola y oprimiéndola una y otra vez en forma delicada, explorándola suavemente con su sedeña mano y sus dedos de rosa. Al terminar el acucioso examen, que tardó cerca de 15 minutos, le dice, desconcertada, la doctora al hombre: "Por más que busco no veo aquí ninguna supuración. Tampoco advierto agente supurante alguno, ni señas de reciente actividad supurativa. Su parte de varón está muy sana". "Es que no me dejó terminar -replica el sujeto-. Le iba a decir que está supurando el oído izquierdo"... Durante muchos años -siglos- los mexicanos hemos callado y obedecido. La sumisión ha sido un uso permanente que aun en nuestros tiempos sigue haciendo que en numerosos y variados aspectos de nuestra vida pública el título de ciudadanos sea falacia mentirosa, y el de súbditos refleje una palmaria realidad. La prohibición de las candidaturas llamadas ciudadanas o independientes, limitación impuesta por la nociva legislación electoral vigente en violación flagrante de la Constitución, es uno entre muchos ejemplos de la conculcación de los derechos básicos del ciudadano por una casta de políticos que se ha ocupado en hacer las leyes a su capricho y conveniencia, sin tomar en cuenta los derechos de la persona humana, ni mirar al bien común. Por eso es motivo de esperanza lo sucedido en Nuevo León. Una joven estudiante de la Facultad Libre de Derecho, Dinorah Cantú, promovió un recurso de amparo en relación con la práctica llamada "chapulineo", consistente en que la persona que ha sido electa para un cargo público de autoridad o representación haga abandono de él para saltar a otro o ir a un nuevo destino burocrático. El Tercer Tribunal Colegiado en Materia Administrativa otorgó una suspensión provisional por la cual la alcaldesa del Municipio de Guadalupe, que había pedido licencia para registrarse como precandidata a una senaduría por el PRI, se vio en la precisión de regresar al desempeño de su cargo. Desde luego este caso tiene muchas aristas que se relacionan no sólo con cuestiones de mera índole política, sino también con el ámbito de los derechos individuales, especialmente el de la libertad. Será difícil, por virtud de las leyes de la materia y de las muchas implicaciones que este asunto tiene, que la resolución de fondo altere la situación existente. Se ha llegado a ver como cosa normal -y la normatividad jurídica no se opone expresamente a ello- ese tránsito anticipado de un cargo electivo a otro. Independientemente de eso, sin embargo, la valiosa y valerosa acción de Ivonne significa un paso muy importante en los esfuerzos tendientes a devolver a los ciudadanos la vida pública de México, rescatándola de quienes han hecho de ella un monopolio... FIN.