"Eres muy buena en la cama" -le dijo un tipo a Facilda Lasestas, muchacha de tacón dorado. "Claro -respondió ella-. Tengo ya mucho tiempo practicando el orificio". (Nota de la redacción: Seguramente la simpática protagonista de este cuento quiso decir "el oficio"). Doña Jodoncia leía un libro. Le comenta a su esposo, don Martiriano: "Las estadísticas muestran que la vida de los hombres casados es más larga que la de los solteros". "Dura lo mismo -se atrevió a opinar don Martiriano-. Lo que pasa es que a los casados se nos hace más larga". Tres tipos llegaron al mismo tiempo al Cielo. Les informó San Pedro, el portero celestial: "Pueden entrar, pero les hago una advertencia: si alguna vez dicen aquí una mentira pasarán el resto de la eternidad al lado de una mujer espantosamente fea". Entraron, pues. Al poco tiempo uno de ellos, platicando con los ángeles, les dijo: "En vida fui un hombre muy rico. Tenía un penthouse en Nueva York; un chalet en París; una villa en la Toscana; una casa en Saltillo.". ¡Wham! al punto apareció al lado del mentiroso una mujer horrible. No pasaron muchos días sin que el segundo sujeto, charlando con los ángeles, dijera: "En la Tierra fui conocido por mi galanura. Tuve el perfil apolíneo de Rodolfo Valentino; la varonil presencia de John Wayne; el magnetismo poderoso de Clint Eastwood; las canas interesantes de Catón.". ¡Wham! una mujer más fea que un coche por abajo se colgó del brazo del gárrulo hablador. Iban los dos mentirosos muy tristes con sus respectivas anfisbenas cuando se toparon con su amigo. Lo acompañaba una estupenda rubia de esculturales formas. "¡Maldito! -le dijeron con envidia-. ¡Tú vas con un monumento de mujer, y míranos a nosotros! ¿Qué hiciste para merecer esa fortuna?". Se vuelve el tipo hacia la hermosa fémina y le pide: "Cuéntales tú". Responde ella, mohína: "Dije una mentira". Yo, al igual que López Velarde, no porto insignias de masón ni de Caballero de Colón. Estoy, como el poeta jerezano, a media distancia entre el catolicismo de Pedro el Ermitaño y el jacobinismo de época terciaria. Soy ortodoxo por formación de niño, y heterodoxo por deformación de adulto. Oscilo entre la fe del carbonero, que todo lo cree, y un sano escepticismo volteriano que de todo duda. Pero no estoy aquí para hablar de mí. Estoy aquí para escribir de mí. Diré entonces, a modo de confesión, que a fin de cuentas y de cuentos prevalece en mi ánimo y en mi ánima la reverencia ante el misterio. Lo poco que sé me maravilla, pero lo infinito que no sé me sobrecoge, y vivo en perpetuo asombro ante los seres y las cosas. Por eso me apena un poco lo que diré en seguida. Y ya estoy viendo a mi adorada abuela, mamá Lata, terciaria franciscana, dirigirme desde su mecedora celestial una mirada de reproche, al tiempo que levanta su índice acusador como hizo aquella vez cuando le pregunté en mi infancia: "Si Dios está en el cielo, en la tierra y en todo lugar ¿también está en el excusado?", y decretó severa: "Este niño no lleva buenos pasos. Piensa mucho". Toda esta prolepsis me sirve -¡miren mis cuatro lectores para qué!- para decir, primero, que no sé qué diablos quiere decir "prolepsis", y luego para lamentar una vez más que la visita de Benedicto XVI a México esté contaminada, lo estamos viendo ya, por eso que todo lo contamina: la política. Momento inoportuno escogieron los jerarcas tanto de México como del Vaticano para fijar la fecha de la visita pontificia. Lo prueba el hecho de que nadie está hablando aquí de los beneficios espirituales que dejará la breve estancia del Papa entre nosotros: se discute solamente si es bueno que Peña Nieto asista o no a la misa que Benedicto oficiará, y si también harán acto de presencia los otros candidatos. ¿Habrá de resignarse Josefina a hacer segunda al candidato priista al confirmar tras él su presencia en esa misa? ¿Qué dirán los partidarios de López Obrador, en particular los intelectuales del llamado círculo rojo, si el candidato de las izquierdas, al son del pragmático apotegma "La Presidencia bien vale una misa", acude al oficio divino con toda su carga de nacionalismo juarista, republicano y laico a cuestas? Política, política todo. ¿O es que la visita del Papa es también política? Desde su mecedora en el Cielo alza otra vez mi inolvidable abuela su dedo admonitorio. FIN