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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

"Hazme el amor como en las películas" -le dijo aquella chica a su galán. Él la tomó en sus brazos con gran fuerza; le desgarró la ropa; la arrojó violentamente al lecho, y ahí la hizo objeto de toda suerte de exóticos erotismos por el norte y el sur, el este y el oeste, que dejaron a la muchacha derrengada, despeinada, deslomada, espatarrada, escacharrada y sofocada. "¡Caramba! -acertó a decir la asustada chica cuando al fin terminó aquella volcánica coición-. ¡Parece que no vemos las mismas películas!"... Babalucas le mostró a cierto amigo suyo un catálogo de ventas por correspondencia que había conseguido. En una de sus páginas aparecía una bellísima modelo luciendo sugestiva ropa interior. "La voy a pedir" -le anunció el badulaque, entusiasmado, a su amigo. Éste se dio cuenta, con sorpresa, de que Babalucas pensaba que la linda modelo era lo que estaba a la venta. Divertido, no lo sacó del engaño. Pocos días después le preguntó: "¿Ya te llegó la muchacha?". "Todavía no -respondió muy contento el tonto roque-. Pero no debe tardar. Ya llegó su ropita"... Aquella mujer era madre de ocho hijos. Acudió a la consulta de su ginecólogo, y éste le dio la noticia de que otra vez estaba ligeramente embarazada. "¡No puedo tener un hijo más!" -clamó la señora. "La entiendo -declaró el facultativo-. ¿Qué su marido no toma precauciones?". Respondió ella: "Mi marido sí, pero los otros no"... Hace unos días los españoles se sorprendieron al ver en algunos medios de comunicación una insólita oferta de trabajo. Decía esa publicidad: "No te puedo prometer un gran sueldo, pero te prometo un trabajo fijo". Ofrecía también el anuncio "una vida apasionante", y añadía tentadoramente: "Tu riqueza será eterna". La propaganda correspondía a una campaña emprendida por la jerarquía católica de España a fin de encontrar nuevas "vocaciones". Se trata de reclutar seminaristas en una época en que va disminuyendo el número de quienes entran a cursar los estudios que culminan con la ordenación sacerdotal. El anuncio fue objeto de críticas adversas. Hay malestar entre muchos españoles por el hecho de que en virtud de un concordato firmado en la época de Franco entre la Iglesia Católica y el Estado español, la Iglesia recibe fondos oficiales. Este año, por ejemplo, se le entregarán 248 millones de euros en carácter de subvención. Ese dinero, desde luego, sale del bolsillo de los contribuyentes, entre los cuales hay muchos que ni siquiera son católicos, y que figuran en el censo como agnósticos o ateos. En España el salario de los profesores de Religión es cubierto por el gobierno. Extrañas cosas suceden, y muy cuestionables, cuando se acorta la distancia que debe haber entre el Estado y la Iglesia. En ese renglón los mexicanos nos hemos quemado tantas veces con la leche que hasta al jocoque le soplamos. No nos gusta que las cosas que con la religión tienen que ver se mezclen y confundan con los asuntos temporales. Aquí los principios del liberalismo tienen aún vigencia, y la separación de la Iglesia y el Estado forma parte indisoluble de la vida nacional. México es un país laico en el cual todas las iglesias, independientemente del número de sus fieles, gozan de consideración igual, y ninguna tiene preferencia o privilegios especiales. Nada, ningún acuerdo o concordato alguno, debe alterar el espíritu de nuestras leyes... El cuento que cierra el telón de esta columnejilla atenta contra las más elementales normas de la sindéresis y el buen sentido. Nadie en su sano juicio debería leerlo... Mr. Clodhopper, granjero norteamericano, fue a París con su esposa. La primera noche ella se quedó en el hotel, y él salió a pasear por un concurrido bulevar. Lo abordó un sospechoso individuo que le ofreció una pastillita azul. Le dijo que lo pondría en aptitud de ejercer su varonía sin que la suma de sus años le estorbara. "Cuesta 100 dólares" -le dijo en voz baja. "No los vale" -replicó Mr. Clodhopper con desdén. "Se la dejo en 50" -dijo el sujeto volviendo la vista a todos lados. "No los vale" -volvió a decir el rústico turista. "Deme 20" -porfió el tipo. "No los vale" -repitió Mr. Clodhopper sin dejar de caminar". "Está bien -cedió el hombre-. Deme 5 dólares". Y el granjero, impertérrito: "No los vale". "¿Cómo que no los vale? -se enojó el vendedor-. ¡En los Estados Unidos esta pastillita cuesta 10 dólares!". "No -aclaró Mr. Clodhopper-. No los vale mi mujer"... FIN.

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