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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

"Si llega usted a la Presidencia -le dije a Enrique Peña Nieto- haga un gobierno de izquierda". Tuve ocasión de hablar con el candidato priista este pasado sábado, en el curso de la visita que hizo a mi ciudad, Saltillo. Él había pedido tener un encuentro conmigo. La reunión se llevaría a cabo en la antigua casona saltillera donde vivieron mis abuelos y mis padres, y donde ahora está Radio Concierto, la difusora cultural que sostengo junto con mi familia. Por razones de agenda, sin embargo, el encuentro tuvo lugar finalmente en la casa del gobernador Rubén Moreira y de su esposa, la señora Carolina Viggiano. Ahí, en presencia de un grupo de destacados coahuilenses, le dije al candidato priista que quería hacerle una petición, y luego un ofrecimiento. Recordé primero una frase de Antonio Maura, político español: "Tenemos que hacer la revolución, antes de que la revolución se haga ella sola". El mayor problema de México, manifesté, es el de la pobreza que sufren millones de mexicanos. Tal es el origen de muchos de los males que ahora padecemos, entre ellos el de la inseguridad. La paciencia de los pobres, añadí, es muy grande, pero no es infinita. Debemos ir hacia ellos antes de que ellos vengan contra nosotros. Si el país no los levanta, ellos se van a levantar contra el país. "Por eso -me permití sugerirle a Peña Nieto-, si el voto de los mexicanos lo favorece, su tarea fundamental deberá ser trabajar en beneficio de los pobres de México, para que lleguen a ellos los bienes que derivan de la justicia: educación, salubridad, empleo, y todos aquellos en que se finca una vida digna". "En síntesis -le dije- mi petición es que si llega usted a la Presidencia haga un gobierno de izquierda". Luego le hice a Peña Nieto el ofrecimiento que mencioné al principio. Me ha llamado la atención ver que a pesar de lo mucho que ha tenido que hablar en mitines, entrevistas y encuentros de todo orden, su voz se mantiene firme y clara. Yo, que en buena parte vivo de mi voz, sé apreciar lo difícil que es conservarla así cuando se habla mucho. Le dije: "En caso de que sea usted Presidente, le ofrezco al término de su gestión un contrato como locutor en mi estación de radio". No es mucho el sueldo, pues Radio Concierto es una emisora cultural, pero ya sabe Peña Nieto que desde ahora tiene chamba asegurada. Agradeció él mi oferta de trabajo. "Pero primero -dijo- aspiro a que los mexicanos me contraten como su Presidente. Después ya veremos". Encontré un Peña Nieto amable y sencillo, entregado a la tarea de ganar con propuestas y razones el voto de la gente, sin dar nada por seguro a pesar de su evidente ventaja, sino tratando día a día de convencer a los electores. Tuve el honor de conocer también a su señora esposa, doña Angélica, una dama que a su gran belleza añade igualmente la sencillez de trato y la amabilidad. Ahora espero tener la ocasión de hablar también con los otros candidatos. Por intermedio de un cercano partidario de López Obrador, paisano mío, destacado empresario monclovense, he invitado a AMLO a que conozca mi estación de radio, y a que me extienda -también a mí- su mano franca. Josefina no necesita invitación alguna: amiga mía desde hace muchos años, por la que siento admiración y afecto, sabe que tiene abiertas siempre las puertas de mi casa. Ya ha estado en ella varias veces. Igualmente me gustaría saludar en mi ciudad a Gabriel Quadri, a quien debo una disculpa: alguna vez dije de él que era sólo una mitad de candidato. Su actuación en el debate demostró que es un candidato muy entero. La calidad del partido que lo postula, y de su dueña, es cosa aparte. Y cosa aparte es también el par de cuentecillos con que hago bajar el telón de mi columnejilla de hoy... La señora salió de su consulta con el ginecólogo, y hecha una furia llamó por teléfono a su esposo: "¡Desgraciado! -le dijo llena de cólera-. ¡Aquella noche no quisiste usar protección cuando tuvimos sexo, y a consecuencia de eso ahora estoy embarazada!". Se hace un silencio, y luego la señora escucha la cautelosa voz de su marido: "Perdón: ¿quién habla?"... En el bar, entrados ya en copas, le dice un tipo a otro: "Compadre: quiero que sepa que jamás he engañado a mi mujer". "Yo sí la he engañado, compadrito -tartajea el otro borrachín-. Pero sólo con mi esposa"... FIN.

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