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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Tres sexoservidoras y un borrachito fueron subidos a una patrulla policiaca a las 2 de la mañana y llevados ante el juez de turno. El funcionario les preguntó su nombre y profesión. Dice la primera suripanta: "Hotilia Colchona, secretaria". Declara la segunda: "Tamborina Dekama, estilista". Responde la tercera: "Fela Tio, ama de casa". "¡Ah qué fregonas me salieron! -exclama con enojo el borrachín-. ¡Ahora resulta que la p... soy yo!"... Tengamos cuidado. Parece ser que hoy por hoy lo políticamente correcto es aplaudir, o al menos justificar a los estudiantes de la Ibero que abuchearon hasta acallarlo y despidieron con insultos a Enrique Peña Nieto. Si eso le hubiera sucedido a López Obrador quizá dichos muchachos habrían sido calificados de fascistas o "pirrurris" por los mismos que ahora alaban o defienden su conducta ante el candidato priista. Son los mismos que se divierten mucho al hablar de los apuros que pasó Peña Nieto para salir indemne -vale decir sin daño- de esa universidad junto con sus acompañantes, entre los cuales había algunas damas. No me pongo la toga del magister, ni asumo la postura de dómine con palmeta. Fui maestro universitario durante 40 años, y procuro ver las cosas como son. Pienso que la juventud, como edad, está sobrevaluada, pero no cabe duda de que es el mejor pretexto para cometer errores. Y a mi juicio es un error convocar a un acto de "protesta" porque "nos vamos a divertir". También son faltas graves la intolerancia y la incivilidad, sobre todo cuando se dan en el marco de un encuentro universitario llamado -¡vaya parajoda!- "Buen ciudadano Ibero". Me pregunto si es de buen ciudadano, o de estudiante de una institución con base religiosa, injuriar, hostigar con letreros como "Te odio", e incluso acosar físicamente a alguien a quien se invitó como huésped y que luego es tratado como asesino o criminal. El candidato priista no fue entonces a un encuentro: cayó en una emboscada. Esto que digo no es defender a Peña Nieto. Lo mismo habría dicho yo si AMLO hubiese sido la víctima de ese episodio que desdice del prestigio de aquella casa de estudios. La protesta es parte de la vida cívica y política, lo mismo que las manifestaciones de inconformidad, pero una y otras deben hacerse con altura, no por medio de ataques bajunos que automáticamente se descalifican a sí mismos. Mejor resultado habrían obtenido los opositores de Peña Nieto en la Ibero si en vez de victimizarlo hubieran combatido con argumentos y razones su discurso político. Está de moda reprobar lo que en inglés se llama "bullying". Lo acontecido en esa institución estuvo muy lejos de ser una expresión razonada de universitarios, o un acto de disidencia fincado en argumentaciones; fue una forma de "bullying" colectivo, de violencia organizada. Lejos de mí la tonta idea de esgrimir ante esos jóvenes el "Manual de Urbanidad y Buenas Maneras" de Carreño. Me limito a decir que la violencia, así sea meramente verbal, es condenable, y que la intolerancia es algo que no se debe tolerar. Séame perdonado este sermón: hoy es el Día del Maestro, y el de maestro es un oficio que no se quita nunca, y deja, como deformación profesional, la insana tendencia a andar por ahí asestando peroratas... Don Algón, el jefe de la compañía, hizo llamar a sus gerentes, y una vez que los tuvo enfrente les pidió: "Levanten la mano los que hayan tenido sexo con la señorita Rosibel". Todos la levantaron, menos uno. Le preguntó don Algón: "Usted, Leovigildo, ¿nunca ha tenido sexo con la señorita Rosibel?". "Nunca, señor" -contestó con voz firme el interrogado-. Al pie del altar le juré fidelidad a mi mujer; estoy en el Movimiento Matrimonial Cristiano y soy portaestandarte de la Cofradía de la Reverberación, agrupación religiosa que cuida celosamente la conducta moral de sus socios, al menos de los que no pertenecen a la directiva. Nada de lo dicho me libra de caer en tentaciones de la carne, ya lo sé, pero hay una circunstancia adicional que, esa sí, me impide de plano andar en malos pasos: no tengo dinero". "¿Significa lo anterior -inquirió, severo, don Algón- que jamás ha tenido usted nada qué ver con la señorita Rosibel?". "Absolutamente nada, señor -iteró el otro-. Ni siquiera he cruzado palabra con ella". "Muy bien -concluye el ejecutivo-. Entonces vaya y dígale que está despedida"... El señor y su esposa veían orgullosos a su hijo recién nacido. Exclama él: "¡Mira nada más su pipí! ¡La tiene muy grande!". "Es cierto -replica la señora-. Pero en todo lo demás sí se parece a ti"... FIN.

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