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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Hacía mucho tiempo que esta columnejilla no se topaba con el rigor draconiano de doña Tebaida Tridua, presidenta ad vitam interina de la Pía Sociedad de Sociedades Pías. Ese organismo se fijó como misión vigilar la moral pública, y ahora también la privada, según el inciso M que recientemente se añadió al artículo 3014, relativo a "Atribuciones", en el estatuto de dicha asociación). El cuento que viene a continuación movió a doña Tebaida a tronar contra "las evidentes muestras de la decadencia de Occidente, visibles en la indecencia de ese relato sicalíptico". Léanlo mis cuatro lectores, y confirmen la justa apreciación de tan ilustre dama... Don Poseidón, granjero acomodado, fue con su hijo adolescente a comprar un cerdo en una granja vecina. El vendedor le mostró uno. "¿Cuánto pesa?" -preguntó don Poseidón. El hombre palpó los testículos del cerdo y luego dijo con seguridad: "50 kilos 900 gramos". Seguidamente, para confirmar su aserto, subió al animal a una báscula. La romana marcó, exacto, el peso que había dicho el individuo. Inquirió don Poseidón, maravillado: "¿Cómo pudo usted adivinar el peso del marrano con sólo tocarle los testes, criadillas, dídimos, testículos o compañones?". Respondió el otro con naturalidad: "Es cosa de familia. Todos aquí en la casa tenemos esa habilidad". Don Poseidón pagó el precio del animal, y le pidió al granjero una factura. "Las facturas las extiende mi esposa -manifestó el sujeto-. Ahora se encuentra en el establo. Vaya y pídasela". Se volvió don Poseidón a su hijo y le ordenó: "Ve tú y pídele a la señora la factura. Mientras tanto yo subiré el cerdo a la camioneta". Fue el muchacho, y regresó poco después. Manifestó, turbado: "No le pude pedir la factura a la señora". "¿Por qué no?" -preguntó don Poseidón. "Está muy ocupada" -respondió el mozalbete. "¿Muy ocupada? -se intrigó el esposo de la mujer-. ¿En qué?". "No lo sé exactamente -balbuceó el muchacho-, pero me dio la impresión de que estaba pesando al cartero"... Vayamos ahora a cosas de otra instancia. Por causa de la terrible muerte que vivió, la persona de Javier Sicilia se convirtió en personaje. Ya era él poeta de voz clara y escritor católico reconocido, pero se vio de pronto en medio de la acción política, con todas las posibilidades -e imposibilidades- que eso implica. En su encuentro con los candidatos a la Presidencia se mostró Sicilia como un Savonarola besucón. Estuvo, para resucitar la vieja frase, en contra de todo y a favor de nada. Reiteró su propósito de dejar su voto en blanco en la elección presidencial, que -según ha declarado- es la elección de la ignominia. A su modo también el profeta manda al diablo las instituciones. La teología cristiana enseña que de pobre barro estamos hechos todos los humanos. Con ese imperfecto barro, sin embargo, debemos amasarnos, construirnos, y buscar en las luces del espíritu nuestra salvación. Igual sucede, pienso, con la defectuosa arcilla de la sociedad humana. Está llena de imperfecciones y de tachas, pero no tenemos otra para fincar nuestra convivencia. Debemos partir de ella para hacer una casa mejor. La reprobación de todos y de todo es cosa fácil, y que luce mucho, pero en el fondo constituye una invitación al nihilismo. En ella hay vagos ecos anarquistas, inadmisibles hoy. El profeta ha de denunciar, pero también ha de anunciar. Javier Sicilia es un valioso ser humano. En esta hora sombría puede impartir los santos sacramentos de la esperanza y el amor, que son virtudes teologales, y también dones que salen de la poesía. Yo preferiría que el poeta señalara un rumbo, aunque fuera equivocado, en vez de apuntar hacia el vacío. No entendí tu perorata, escribidor. Bien se ve que lo tuyo no es el sermo gravis de los antiguos oradores, sino el gracejo inane que nada aporta a la delicadísima tarea de orientar a la República. Ea, narra un chascarrillo final y luego haz mutis de modo que la escena quede libre para más trascendentes parlamentos... Los niños hacen a veces preguntas muy extrañas. Un cierto amigo mío comentó una mañana: "Anoche se me fue el sueño". "¿A dónde?" -le preguntó su pequeño hijo. Otras veces, sin embargo, los chiquillos tienen inquietudes tradicionales. Pepito, por ejemplo, le preguntó a su mami: "¿Cómo nacen los niños?". La señora dio la respuesta consabida: "Los trae la cigüeña". "¿Ah sí? -volvió a preguntar, escéptico, el chiquillo-. Y a la cigüeña ¿quién se la tira?"...FIN.

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