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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

¡Qué lástima que yo no sea politólogo! Daría el brazo derecho de mi mejor amigo por ser uno de esos sesudos analistas que en un periquete dilucidan y aclaran el asunto más enrevesado, llegan a lo más hondo de las cuestiones públicas, sacan desnuda a la verdad y la presentan, victoriosos, a la contemplación del mundo. Ante un fenómeno político cualquiera yo me aturrullo todo, como si se tratara de la más ardua y abstrusa metafísica, y sólo atino a farfullar vagas intuiciones que si salen ciertas es sólo por casualidad, a la manera del burro que tocó la flauta. Si fuera yo analista o politólogo podría dar a mis cuatro lectores la explicación del mundo, o al menos de la nación mexicana, que ya es bastante. Como no lo soy debo reducirme a los modestos límites del que no sabe la o por lo redondo, y entregar, en vez de aquellas certeras disecciones, una serie de inanidades y futesas. No puedo decir, por ejemplo, que pienso que en la elección presidencial la lucha no se está dando entre los candidatos -tampoco entre los partidos-, sino entre las poderosas fuerzas económicas que se disputan el control de México. Siento entonces que los candidatos son sólo figuras aparentes, y los partidos meros comparsas de un escenario perteneciente a otros. Tras ellos están grandes personajes y grupos de poder que riñen entre sí, airean sus venganzas y buscan apropiarse de este país. Oigo entonces una voz muy lejana que me dice: "¡Es el dinero, idiota!". Todo eso pienso y siento. Pero como no soy politólogo no puedo presentar en forma convincente tal hipótesis, y menos aún analizarla. Abro entonces los brazos, desolado, y pido perdón a mis cuatro lectores por entregarles, en vez de una perfecta disección de la realidad, una desmañada intuición que me dice que no soy ciudadano, sino alguien -o algo- movido por fuerzas que no entiende, y a veces ni conoce. ¿Será lo mismo en todas partes? ¿Así será en todos los países? Como no puedo dar respuesta a esa pregunta mejor busco refugio en el mester de juglaría... Capronio, sujeto ruin y desconsiderado, se dirige a su mujer: "Tú que todo lo sabes, dime: ¿cómo se les llama a las mujeres ávidas de sexo?". Sin vacilar responde la señora: "Ninfómanas". "No -aclara Capronio-. A qué teléfono"... Una clienta llegó al departamento de perfumería de aquella tienda y pidió un jabón Frecuencia. "No conozco esa marca -se desconcertó la encargada-. ¿A qué casa pertenece?". "No lo sé -responde la otra-. Pero fui con el ginecólogo, y me dijo que debo lavarme aquello con Frecuencia"... Florengail, joven y linda enfermera de un hospital privado, acudió ante el psiquiatra de la clínica y le confió su problema. "Doctor -le dijo-, siento un deseo sexual que nunca me abandona, y que me hace entregarme a todos los médicos e internos de este nosocomio. Cada noche hago eso, y al día siguiente me atormenta una terrible sensación de culpa". Le dice el analista: "Creo que puedo quitarle ese deseo erótico". "¡No doctor! -se alarma Florengail-. ¡Lo que quiero que me quite es esa terrible sensación de culpa!"... Babalucas asistió a un baile de disfraces. Iba completamente en peletier, o sea en cueros, y llevaba la mano puesta allá donde les platiqué. Le preguntó en la puerta el boletero: "¿Por qué viene usted sin ropa? No puede entrar así". Replicó Babalucas: "Éste es mi disfraz". "¿Ah sí?" -se amosca el tipo. ¿De qué viene usted disfrazado?". Responde el tontiloco: "De refrán". "¿De qué refrán?" -inquiere, suspicaz, el otro. Contesta el badulaque: "Más vale pájaro en mano que ciento volando"... El vendedor de medicinas fue a una casa de mala nota. La madama le mostró a sus muchachas, y le informó la tarifa de cada una. Preguntó el vendedor: "¿No tiene algún producto similar que tenga el mismo efecto, pero que sea más barato?"... Astatrasio Garrajarra llegó a su casa, como de costumbre, en horas de la madrugada, y más ebrio que una cuba. Los espíritus de Gay-Lussac habían puesto en él rijos eróticos, de modo que al entrar en la alcoba le dijo a su mujer con firme determinación: "¡Voy a amarte!". "Si quieres ve a Júpiter -respondió ella con igual firmeza- pero déjame dormir"... FIN.

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