¡Qué lástima que yo no sea politólogo! Daría el brazo derecho de mi mejor amigo por ser uno de esos sesudos analistas que en un periquete dilucidan y aclaran el asunto más enrevesado, llegan a lo más hondo de las cuestiones públicas, sacan desnuda a la verdad y la presentan, victoriosos, a la contemplación del mundo. Ante un fenómeno político cualquiera yo me aturrullo todo, como si se tratara de la más ardua y abstrusa metafísica, y sólo atino a farfullar vagas intuiciones que si salen ciertas es sólo por casualidad, a la manera del burro que tocó la flauta. Si fuera yo analista o politólogo podría dar a mis cuatro lectores la explicación del mundo, o al menos de la nación mexicana, que ya es bastante. Como no lo soy debo reducirme a los modestos límites del que no sabe la o por lo redondo, y entregar, en vez de aquellas certeras disecciones, una serie de inanidades y futesas. No puedo decir, por ejemplo, que pienso que en la elección presidencial la lucha no se está dando entre los candidatos -tampoco entre los partidos-, sino entre las poderosas fuerzas económicas que se disputan el control de México. Siento entonces que los candidatos son sólo figuras aparentes, y los partidos meros comparsas de un escenario perteneciente a otros. Tras ellos están grandes personajes y grupos de poder que riñen entre sí, airean sus venganzas y buscan apropiarse de este país. Oigo entonces una voz muy lejana que me dice: "¡Es el dinero, idiota!". Todo eso pienso y siento. Pero como no soy politólogo no puedo presentar en forma convincente tal hipótesis, y menos aún analizarla. Abro entonces los brazos, desolado, y pido perdón a mis cuatro lectores por entregarles, en vez de una perfecta disección de la realidad, una desmañada intuición que me dice que no soy ciudadano, sino alguien -o algo- movido por fuerzas que no entiende, y a veces ni conoce. ¿Será lo mismo en todas partes? ¿Así será en todos los países? Como no puedo dar respuesta a esa pregunta mejor busco refugio en el mester de juglaría... Capronio, sujeto ruin y desconsiderado, se dirige a su mujer: "Tú que todo lo sabes, dime: ¿cómo se les llama a las mujeres ávidas de sexo?". Sin vacilar responde la señora: "Ninfómanas". "No -aclara Capronio-. A qué teléfono"... Una clienta llegó al departamento de perfumería de aquella tienda y pidió un jabón Frecuencia. "No conozco esa marca -se desconcertó la encargada-. ¿A qué casa pertenece?". "No lo sé -responde la otra-. Pero fui con el ginecólogo, y me dijo que debo lavarme aquello con Frecuencia"... Florengail, joven y linda enfermera de un hospital privado, acudió ante el psiquiatra de la clínica y le confió su problema. "Doctor -le dijo-, siento un deseo sexual que nunca me abandona, y que me hace entregarme a todos los médicos e internos de este nosocomio. Cada noche hago eso, y al día siguiente me atormenta una terrible sensación de culpa". Le dice el analista: "Creo que puedo quitarle ese deseo erótico". "¡No doctor! -se alarma Florengail-. ¡Lo que quiero que me quite es esa terrible sensación de culpa!"... Babalucas asistió a un baile de disfraces. Iba completamente en peletier, o sea en cueros, y llevaba la mano puesta allá donde les platiqué. Le preguntó en la puerta el boletero: "¿Por qué viene usted sin ropa? No puede entrar así". Replicó Babalucas: "Éste es mi disfraz". "¿Ah sí?" -se amosca el tipo. ¿De qué viene usted disfrazado?". Responde el tontiloco: "De refrán". "¿De qué refrán?" -inquiere, suspicaz, el otro. Contesta el badulaque: "Más vale pájaro en mano que ciento volando"... El vendedor de medicinas fue a una casa de mala nota. La madama le mostró a sus muchachas, y le informó la tarifa de cada una. Preguntó el vendedor: "¿No tiene algún producto similar que tenga el mismo efecto, pero que sea más barato?"... Astatrasio Garrajarra llegó a su casa, como de costumbre, en horas de la madrugada, y más ebrio que una cuba. Los espíritus de Gay-Lussac habían puesto en él rijos eróticos, de modo que al entrar en la alcoba le dijo a su mujer con firme determinación: "¡Voy a amarte!". "Si quieres ve a Júpiter -respondió ella con igual firmeza- pero déjame dormir"... FIN.