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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

"Mi esposa me preguntó si el sexo es placer o es trabajo". Así les dijo Capronio a sus amigos. Y añadió: "Le contesté que es trabajo". "¿Por qué le dijiste eso? -se extrañó uno-. Sabes muy bien que el sexo es placer". Explica el tal Capronio: "Tenemos una criadita joven y bonita. Le dije a mi mujer que el sexo es trabajo a ver si se lo encargaba a ella". Susiflor, linda muchacha, llenaba una solicitud de empleo. En el renglón donde decía: "Sexo" puso: "Me gusta bastante". La madre Sor Bette, monjita en el convento de la Reverberación, estaba haciendo un crucigrama. Le dijo a la superiora, que tejía a su lado: "Tengo duda en una palabra, reverenda madre. ¿Qué es algo propio de las mujeres; palabra de cuatro letras, tres de las cuales son -oño?". Sin vacilar contestó la abadesa. "Moño". "Perdone, madre -dice entonces Sor Bette-. ¿Tiene usted un borrador?". Todo parecía ir muy bien para Enrique Peña Nieto. Su ventaja sobre los otros candidatos era tan grande que el 90 por ciento de los observadores daba ya por segura su victoria. Yo, que tengo a honor militar siempre en el sector minoritario, puse aquí en repetidas ocasiones que nada estaba escrito todavía; que en la campaña podía haber sorpresas; que la moneda aún seguía en el aire. Seguramente mis cuatro lectores recordarán que dije todo eso. (Los cuatro lectores se miran entre sí. Ninguno recuerda nada de lo que dijo el columnista. Y no es que tengan flaca la memoria; lo que pasa es que todo lo que escribe el columnista es sumamente olvidable. ¡Ah, quién pudiera escribir cosas como "La Ilíada" o "El seminarista de los ojos negros", que muchos recuerdan todavía!). El tiempo se encargó de darme la razón. Se lo agradezco. Dos acontecimientos han cimbrado la campaña, que afectaron sobre todo a Peña Nieto. El primero es lo que sucedió en la Universidad Iberoamericana con motivo de la desastrada visita del candidato priista. Quizá ahí se escribió historia. (Quizá ahí se escribió la historia). El tiempo arriba mencionado lo dirá. El segundo suceso de importancia es la encuesta que publicó antier el periódico Reforma, y que pone a Andrés Manuel López Obrador apenas cuatro puntos por abajo del mexiquense. Es evidente que en su mayoría los jóvenes indignados apoyan al candidato de la izquierda. Quizá en sus expresiones colectivas no lo han dicho aún, pero resulta claro que sus simpatías están con él. Para los muchachos tanto el PRI como el PAN son expresiones del pasado, sinónimos de corrupción e ineficiencia, en tanto que AMLO representa el cambio, lo nuevo, aquello a lo que hay que dar una oportunidad. Los yerros de los dos gobiernos panistas y los recientes escándalos dentro del PRI han venido a fortalecer esa intuición. Por lo que hace a los números publicados por Reforma, a mí me sorprendía -aquí lo dije- no ver manifestada en las encuestas la intensa corriente favorable a López Obrador que advertía yo en las redes sociales y en las conversaciones de la gente. Pienso que por primera vez esa tendencia se plasmó en una encuesta, que a mis ojos refleja la verdadera situación del proceso electoral. Las cifras de Reforma muestran, en efecto, que la moneda sigue en el aire. Menos de un mes ya queda de campaña, pero aun los pocos días que faltan son un "lungo dromo". Eso, en el romaní o caló de los gitanos, significa "largo camino". En este lapso todavía puede haber muchas sorpresas. Y si los jóvenes acuden a votar la sorpresa podrá ser aún mayor. El reverendo Rocko Fages, predicador de oficio, quería tener concúbito carnal con una de sus feligresas, la bella Ama Zingrace. Ella manifestaba escrúpulos: "Temo romper el sexto mandamiento, que prohíbe fornicar". "No te preocupes -la tranquilizó el pastor-. Muchos lo han roto, y mira, el mandamiento sigue ahí todavía". Pirulina, joven mujer con mucha ciencia de la vida, salió una noche con Simpliciano, doncel sin experiencia de las cosas. Ella esperaba que hubiera alguna acción, pero Simpliciano declaró muy serio: "En cosas del noviazgo me gusta a la antigüita". "Qué bueno que me lo dices -replicó Pirulina-. Te voy a presentar a mi abuelita". Casó don Gerontino, señor de mucha edad, con Dulcilí, cándida doncella. Al empezar la noche de las bodas ella le dijo, ruborosa, a su valetudinario esposo: "Don Gerontino: debo decirle que no sé nada de esto". "Pues entonces estamos fritos, linda -suspiró, desolado, el añoso caballero-. ¡Tú que no sabes, y a mí que ya se me olvidó!". FIN.

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