La maestra de Anatomía reprobó a Pepito. Le dijo: "No tienes ni siquiera los más elementales conocimientos de la materia". Pepito salió del aula mascullando pestes. Ya afuera les dijo a sus amigos: "Pero cuando crezca buscaré a la profesora, y le daré una patada en los éstos"... La esposa de Babalucas le pidió que fuera a una tienda de artículos religiosos y comprara un crucifijo que quería dar como regalo de bodas a unos novios. Fue Babalucas, y el encargado de la tienda le mostró todos los crucifijos que había en existencia. Le pregunta el badulaque: "¿No tiene alguno que no sea de la marca INRI?"... No creo descubrir el hilo blanco (Nota: Seguramente nuestro amable colaborador quiso decir el hilo negro) si digo que todas las guerras que en el mundo han sido han tenido en el fondo una causa de pura índole económica. La de Troya, por ejemplo, que el ilustrísimo colega Homero atribuyó al rapto de la bella Helena, tuvo su origen en un motivo menos romántico: el dinero. Los griegos, que antes de ser filósofos fueron piratas, ansiaban cobrar ellos el derecho de paso de los barcos que debían recalar por fuerza en Ilión, y que enriquecía a los troyanos. Olvídense ustedes de amores y de odios; de héroes y malvados; de dioses y de diosas: dinero, dinero y nada más. Las Cruzadas, esas bárbaras guerras llamadas santas, hechas bajo el signo de la cruz, fueron en verdad una lucha por el control del comercio entre Oriente y Occidente. La Segunda Guerra, la de las patrióticas películas de Audie Murphy, Clark Gable y John Wayne, la del combate heroico por la democracia y la libertad, fue igualmente un enfrentamiento a muerte por los mercados europeos y asiáticos. En nuestros tiempos la guerra de Iraq fue la guerra del petróleo. Y así ad nauseam. Una elección presidencial es una guerra. En su fondo, por tanto, está la economía; quiero decir el dinero. Unos poderes económicos apoyan a este candidato, otros a aquél, porque suponen que es el que más favorecerá sus intereses. En la actual coyuntura electoral de México el duopolio televisivo apoya a Peña Nieto, y quienes quieren tener acceso al gran mercado de la televisión favorecen a López Obrador. Ideales y principios no cuentan para nada; tampoco cuenta el interés de México y de los mexicanos. Importa sólo el apetito de más dinero y más poder. La única que no tiene esos interesas atrás de ella, pienso, es Josefina Vázquez Mota, en cuya candidatura y campaña veo un sustrato ético que no advierto en los otros candidatos. Por eso precisamente ha caído hasta el tercer lugar; por eso hasta los suyos le están dando la espalda: porque en esto, vuelvo a decirlo con tristeza, la ética, los ideales o principios, no tienen cabida. Maquiavelo era un cabrón bastante maquiavélico. (Perdonen mi francés). Pero era un cabrón con gran sentido de la realidad. Y él dijo que en la política no cuentan los principios, sino los fines. El primero de julio, cercana ya la medianoche, sabremos posiblemente quién ganó la elección presidencial. Es decir, sabremos cuáles ricos y poderosos seguirán ganando más, y cuáles poderosos y ricos ganarán un poco menos. El dinero, queridos cuatro lectores míos. El dinero... Sombrío pensamiento el tuyo, columnista. ¿Acaso ha desaparecido ya el ideal? ¿Dónde está el nacionalismo revolucionario? ¿Qué se hizo aquello de "una patria ordenada y generosa?". ¿Y lo de la lucha por el proletariado? (A este respecto los únicos que han conseguido hacer una sociedad sin clases son los maestros de Oaxaca). Ea, escribidor; deja de lado tu desolado escepticismo y narra un chascarrillo final que ponga luz en el caliginoso paisaje nacional... Llegó un nuevo sobrestante a un remoto campamento minero. El jefe de personal le entregó su equipo y un barril con un agujero en la parte media. "¿Para qué es el barril?" -preguntó con extrañeza el recién llegado. "Aquí no hay mujeres -le explicó el otro-. Cada uno de nosotros tiene un barril, único medio que hemos encontrado para desahogar nuestros ímpetus eróticos". En eso se produjo una conmoción en el campamento. Entró corriendo un capataz y le dijo muy alarmado al jefe: "¡El minero Calabrote acaba de pegarle un tiro a su compadre Pitorrón!". "¡Santa Bárbara nos valga, lo mismo que San Miniato y San Ginés! -exclamó el jefe invocando a los santos patronos de la minería-. ¿Por qué hizo eso?". Explica el capataz: "¡Lo sorprendió haciéndole el amor a su barril!"... FIN.